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martes, 27 de diciembre de 2011

En México no podía ser peor el 2011

por Guillermo Fabela Quiñones
 
Nos toca la peor parte: poner los muertos, mientras del otro lado se quedan las principales ganancias.
No podía ser peor el cierre del año 2011, con la violencia a la alza, al igual que los precios de los productos básicos, y por si no fuera suficiente, con el dólar que alcanzó los 14.50 pesos el sábado 24 de diciembre. Así se confirma el peor fracaso de un gobierno federal en la historia contemporánea del país, porque en el pasado no todo acababa tan mal, sino que había algo positivo que aplaudir, o al menos algo no tan negativo, de lo que ahora nos damos cuenta los mexicanos.
Hasta Vicente Fox, cuyo fracaso fue muy lastimoso por el enorme capital político que tiró por la borda, no la hizo tan mal en comparación con su correligionario panista. Pero con Felipe Calderón es imposible mencionar algún acierto, por mínimo que fuera. Nos habrá de dejar una nación en completa bancarrota, no sólo en lo tocante a la economía, sino de manera particular en materia social, por la dramática descomposición de la vida colectiva, a grado tal que los días finales del Porfiriato pasan a ser mejores.
Como era previsible, la violencia tomó características caóticas, lo que influirá en mayor impunidad por todos lados. Así, el Estado de derecho quedará como una entelequia inalcanzable, situación que será determinante para el inicio del próximo gobierno federal, cuyo reto primordial será precisamente crear las condiciones mínimas para que la sociedad nacional se encauce de nuevo por la senda de una elemental justicia.
Por más que la propaganda pretenda hacerle creer al pueblo que Calderón va ganando su absurda “guerra” contra un rival que parece un fantasma ubicuo, la realidad se encarga de poner las cosas en su sitio. Por más capos de “primer nivel” que dicen las autoridades que han caído, lo cierto es que aparecen más y más, con la consecuente arribazón de más violencia, como la que ha sufrido el país las últimas semanas. Lo más grave de esta situación es que la población civil es ahora la más afectada, como se vio en el estado de Veracruz, donde inermes pasajeros de autobuses fueron las víctimas.
Es muy claro que con este tipo de hechos, lo que se busca es crear las condiciones que permitan justificar la “guerra” de Calderón. El montaje de esta acción deleznable permite suponerlo así. Otra hipótesis es que los “Zetas”, al verse acorralados hayan puesto en marcha una nueva estrategia que les permita distraer a las fuerzas que los combaten. Como quiera que sea, lo incuestionable es que ciudadanos indefensos quedan a merced de la violencia más extrema.
Es de lo más inexplicable que hasta este sexenio, los cárteles del narcotráfico se hayan dedicado a matar gente inocente, cuando históricamente tienen más de medio siglo dedicados a su negocio. Con un mínimo sentido común, cabe suponer que lo que menos les interesa es echarse de enemigos a quienes les brindan apoyo logístico, como así ha sucedido siempre en las regiones donde han operado. Siempre ha existido un lazo solidario entre los narcos y la población, pues a ambas partes les conviene afianzarlo. No es que los gobiernos priístas les hayan dado protección, sino que estos simplemente han visto que dicho lazo era irrompible, debido a que la economía de amplias zonas del país, siempre ha girado en torno al negocio del narcotráfico.
Es innegable que se trata de un delito, pero también lo es que dejaría de serlo si se legalizara el trasiego y consumo de enervantes. Sólo que esto es imposible porque se acabarían las inmensas fortunas que se han acumulado gracias a la prohibición de las drogas ilegales. ¿A poco no sería muy sencillo acabar con el “lavado” de dinero, simplemente diseñando nuevos dólares, retirando del mercado a los actuales? Claro que esto traería consecuencias mundiales muy difíciles de cuantificar, pero si se quisiera realmente acabar con el narcotráfico, tendría que darse tal paso.
Lo más dramático para los mexicanos, es que nos corresponde el triste papel de víctimas propiciatorias para justificar que los gobiernos, tanto el de Estados Unidos como el nuestro, hacen su parte de “combatir” el flagelo. Lamentablemente, nos toca la peor parte: poner los muertos, mientras del otro lado se quedan las principales ganancias. Sin embargo, debido a la crisis económica mundial, producto del colapso del modelo neoliberal, ahora los estadounidenses ven en la economía del narcotráfico una salida, de ahí las presiones a Calderón para que genere las condiciones que justifiquen una intervención directa del gobierno de Washington en la vida interna de los mexicanos.
Es evidente que buscan un mayor control del negocio. Cabe puntualizar que, de lograrlo, México tendría menor capacidad para enfrentar los gravísimos problemas estructurales que nos habrá de dejar la tecnocracia neoliberal. Esta gravísima situación, sólo se podrá evitar con un gobierno patriota, cuya prioridad sea una defensa irrestricta de los intereses nacionales. Y sobre todo, de la población civil.

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