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miércoles, 28 de diciembre de 2011

Guatemala: 15 años de la firma de la Paz

Rigoberta Menchú Tum
rigobertamenchutum@gmail.com

El día de mañana se cumplirán 15 años de la firma de la Paz. No cabe duda que para los guatemaltecos y guatemaltecas en general y para los mayas, garífunas y xincas, hombres y mujeres, en particular, este acontecimiento fue importante en la búsqueda de un mejor destino. Las expectativas puestas en los acuerdos fueron enormes. Si bien es cierto no incluyen todo, en términos de la dimensión de los problemas que ha afrontado el país, existe la opinión generalizada de que fueron, si no son, un buen punto de partida para empezar a buscar por la vía del diálogo y la negociación soluciones a nuestra aguda problemática.

No contábamos con que en Guatemala, para las cosas de interés general, tenemos un Estado débil y una sociedad con sectores de poder profundamente conservadores, que se desnudan o rasgan las vestiduras al momento de las decisiones trascendentales que obviamente cuestionan sus intereses. De tal manera que bajo la falta de determinación y claridad del Estado y la influencia decisiva de los sectores referidos, los acuerdos de Paz no caminaron más allá de lo necesario. Temas como la consulta popular y la reforma fiscal han sido las piedras en el talón de Aquiles. Respecto a la primera se echó a andar el andamiaje mediático que literalmente impidió tal reforma. En relación con lo segundo, imposible de abordar, hasta ahora, con determinación. Por lo tanto las estructuras del Estado y la forma de financiarlo siguen inmodificables en términos sustantivos.

A pesar de las dificultades que ha tenido la búsqueda de implementación de los acuerdos, hay procesos que reflejan consensos mínimos, no solamente entre sectores de la sociedad sino entre la sociedad y las estructuras del Estado. Este es un hecho que debe salvarse y no debe someterse a las distorsiones a las que son arrastradas las políticas de Estado, cuando suceden cambios de gobierno, tal como sucederá el 14 de enero del año 2012. Sin embargo, la tendencia parece ser ésta, con lo cual se resta fuerza a la dinámica de implementación y pretende introducirse un enfoque con las características descritas que lo que hace es también distorsionar el sentido y el espíritu de los acuerdos de Paz, resumidos en el Acuerdo de Paz Firme y Duradera.

Con lo anteriormente descrito, no nos queda sino la certeza de que la problemática en Guatemala ha de esperar todavía una solución de fondo. Los cambios obligados en muchas de las materias pendientes se darán dentro de procesos muy complejos y en condiciones plagadas de obstáculos. Es difícil a estas alturas y para tales fines, salvar en su integridad los acuerdos. Lo que se alcance a implementar seguirá siendo superficial e insuficiente, en tanto que el proceso, ahora más que nunca está sometido a fuertes presiones, unas de tiempo y otras de contenido, sobre todo cuando hay estructuras de poder que quisieran ver fuera de una agenda nacional la discusión y búsqueda de soluciones profundas. En todo caso, los acuerdos seguirán siendo en su esencia invaluables.

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