Lula Libre
Correspondencia de Prensa
Hace más de un año Lula está preso en
Curitiba. La libertad de Lula será conquistada, primero en la calles, no
en los tribunales. No hay perspectiva de que una decisión judicial, en
plazo previsible, beneficie siquiera a Lula con unaa prisión
domiciliaria.
Claro que, circunstancialmente, porque
hay desarticulación y confusión dentro del gobierno y divergencia entre
el gobierno y el Congreso, y entre ambos y el Judicial, no podemos
descartar que, en algún momento, haya autorización de prisión
domiciliaria, porque lo más decisivo es que Lula permanezca sin derechos
políticos. Lula en las calles apelando a la movilización popular contra
el gobierno Bolsonaro sería intolerable.
Mientras no acontezca una inversión
profunda de la relación de fuerzas, o sea, una nueva situación política,
Lula continuará preso. En tanto la resistencia a la destrucción del
derecho a la jubilación contra la reforma previsional, de defensa de las
asignaciones presupuestales a la educación pública contra los cortes
para las Universidades e Institutos Federales, de protección de la
población pobre y negra contra la violencia policial, de garantía de los
indígenas a la demarcación de sus tierras contra la invasión de los
latifundistas, de regulación del uso de agrotóxicos, de limitación de la
actividad de las empresas mineras para impedir nuevas catástrofes como
en Mariana y Brumadinho, y tantas otras, no ganarán volumen, intensidad
y radicalidad, Lula va a continuar preso.
Mientras que no exploten movilizaciones
de masas a escala de millones de trabajadores y jóvenes en las calles,
Lula seguirá preso. El centro de la táctica para conquistar a Lula libre
es impulsar, incansablemente, estas luchas. Las calles liberarán a
Lula. La justicia sólo concederá la libertad cuando se vea acorralada
por la presión popular.
El escenario de la lucha jurídica de la
defensa legal de Lula no es favorable. Cualquier ilusión de que el
destino de lucha por la libertad de Lula será resuelto en el STJ
(Supremo Tribunal de Justicia o en el STF (Supremo Tribunal Federal) es
autoengaño. No será. Aunque no sea imposible que algunos ministros,
individualmente, vayan a posicionarse de forma crítica ante algunas de
las muchas arbitrariedades del proceso conducido por Sérgio Moro, una
decisión colegiada favorable a Lula es improbable, en la actual
coyuntura.
La clase dominante brasilera, aunque
parcialmente, dividida, apoya, en gran mayoría, la operación Lava Jato.
El mayor símbolo de la Lava Jato es la presión de Lula. El proyecto del
gobierno Bolsonaro, y el arco de alianzas políticas que le ofrece
sustentación, tiene como estrategia una agresiva ofensiva contra los
derechos económicos-sociales de la clase trabajadora y el pueblo. Todas
las organizaciones de la clase trabajadora, todos los movimientos
sociales, sean sindicales o populares, de negros o mujeres, de la
juventud o LGBT’s, indígenas o ambientalistas están amenazadas.
El PSOL (Partido Socialismo y Libertad),
fue oposición de izquierda a los gobiernos del PT. El PSOL discordó,
enérgicamente, durante más de doce años, con el programa de coalición
articulada por Lula y Dilma Rousseff para preservar la gobernabilidad,
cediendo a las exigencias de la clase dominante, y de los partidos que
la representan en el Congreso Nacional. El PSOL nació de una ruptura con
el PT porque no aceptaba esta orientación estratégica. Este combate fue
conducido, honestamente, en las calles y en el Congreso.
El PSOL denunció, incontables veces, las
concesiones hechas en peligrosas negociaciones entre los gobiernos de
coalición liderados por el PT, y las mayores corporaciones capitalistas,
inclusive el financiamiento electoral.
El PSOL criticó la impotencia del PT
delante de su propio gobierno. Ni el PT, ni el gobierno en que tenía la
presidencia osaron apelar, seriamente, a la movilización social de los
trabajadores, ni cuando el golpe del impeachment se precipitó al inicio
de 2016.
Pero esta oposición frontal no impidió al
PSOL integrarse en el Comité Nacional de la campaña Lula Libre. Esta
posición resulta de la conclusión de que los juicios de Curitiba en el
TRF-4 (Tribunal Regional Federal) en Porto Alegre, que condenaron a
Lula, fueron insustentables, porque violaron el principio democrático de
presunción de inocencia. Por tres razones sumarias: (a) porque Lula no
compró el apartamento en Guarujá; (b) porque la única prueba de
acusación de corrupción fue una delación premiada que benefició al
delator, siendo todo lo demás especulaciones, etc.; (c) porque el motivo
de la prueba debe ser siempre de la acusación, no del acusado
El PSOL ya se había posicionado con el
impeachment de Dilma Rousseff en 2016. El PSOL consideró el impeachment
votado en el Congreso Nacional un golpe jurídico parlamentario po tanto,
una violación de la Constitución.
La operación política reaccionaria que
comenzó con la investigación de la Lava Jato, en 2014, pasó por las
movilizaciones de 2015/16 que abrieron el camino para el derrocamiento
del gobierno del PT, llevó al poder durante dos años al súper-corrupto
Michel Temer, y culminó con la prisión de Lula obedeciendo a una
estrategia de lucha por el poder.
Por eso, el PSOL considera a Lula un
preso político. ¿Por cuales razones?: (a) porque la operación Lava Jato
estuvo comprometida en judicializar la lucha política para fundamentar
la tesis que el mayor problema del Brasil sería la corrupción, siendo el
PT, presumiblemente, el más corrupto de los partidos; (b) porque la
intencionalidad del proceso fue desde el inicio impedir la candidatura
de Lula, que estaba todavía en condición de amplio favoritismo en las
encuestas, y colocar sobre la cabeza de toda la izquierda una amenaza;
(c) porque el objetivo de la desmoralización de Lula es descalificar
ante el pueblo a toda la izquierda.
Todavía así, algunos en la izquierda se
preguntan, sinceramente: ¿la campaña Lula Libre divide la lucha contra
Bolsonaro? No hay una respuesta simple. La defensa de la libertad para
Lula divide al Brasil, evidentemente, es polémica en el seno del pueblo.
Aunque son muchos más numerosos aquellos que, potencialmente, podrán
unirse o apoyar luchas contra Bolsonaro, de aquellos dispuestos a
defender el Lula Livre. Pero este no es un argumento razonable.
Incluso que la defensa de Lula Libre
fuese muy minoritaria, lo que no es, porque por lo menos mitad de la
población se posiciona contra su prisión, siendo una causa justa
estaríamos comprometidos con ella. Claro que en la clase media la
defensa de Lula Libre permanece, por en cuanto, minoritaria. Con todo,
ceder a las presiones de la clase media no puede ser la brújula de la
izquierda. Una izquierda que no tiene el coraje de luchar en condiciones
desfavorables nunca podrá vencer.
De esta conclusión no resulta que la
campaña Lula Libre deba ser el eje central de la agitación de la
izquierda. No puede ser. El centro de la táctica es la lucha de
resistencia contra el gobierno Bolsonaro.
Más grave, todavía, es que una parcela
del pueblo de izquierda concluyó, equivocadamente, que no es correcto
defender la libertad de Lula, mismo como exigencia subordinada a la
lucha central contra Bolsonaro. Equivocadamente ¿por qué?
Se argumenta que, si el PT estuvo
involucrado con corrupción, Lula no puede ser inocente, por el lugar que
ocupaba en su dirección. Es verdad que la dirección del PT estuvo
comprometida en delitos de caja electoral. Es decir, admitieron ser
financiados, ilegalmente. Y, también es verdad, que algunos dirigentes
del PT fueron, personalmente, corrompidos. Embolsaron propinas, se
enriquecieron, y confesaron a cambio de los beneficios de las delaciones
premiadas.
Pero, aunque todo sea verdad, nada de eso
legitima la prisión de Lula. Lula no está preso porque el PT fue
financiado, electoralmente, por las empresas constructoras. Lula está
preso por un delito que no cometió, en función de una estrategia
política que tuvo como resultado la elección de Bolsonaro.
La defensa de la campaña Lula Libre no
disminuyó al PSOL, por el contario, lo fortalece. En verdad, es
ejemplar. Quedará marcada en la historia, para aquellos que vendrán
después de nosotros. Porque el PSOL tuvo el coraje de ser oposición de
izquierda, firme y valiente, al gobierno del PT, cuando Lula era el
líder más popular y poderoso del país. Pero tuvo la grandeza de defender
a Lula, incluso manteniendo diferencias programáticas irreconciliables,
cuando la clase dominante y sus agentes políticos lo encerraban y
humillaban en la prisión.
Valerio Arcary es miembro de la Dirección Nacional de Resistencia, tendencia interna del PSOL. Texto enviado por el autor a Correspondencia de Prensa.
Traducción: Ernesto Herrera, para Correspondencia de Prensa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario