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martes, 28 de mayo de 2019

Bolsonaro da marcha atrás y no acude a marchas en su respaldo

Calculan unos 450 mil manifestantes

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Partidarios del presidente Jair Bolsonaro, ayer en Brasilia; algunos pidieron el regreso de la monarquía.

Río de Janeiro. Hasta la noche del domingo en Brasil los analistas trataban de entender cuál exactamente era el objetivo del neofascista Jair Bolsonaro al convocar a manifestaciones callejeras en defensa de su gobierno y algunos de sus programas, con énfasis en la reforma del sistema de jubilaciones.
Siguiendo otro de sus hábitos, luego de movilizar ejércitos de bots en las redes sociales al comando de su hijo Carlos, convocando en términos agresivos a las manifestaciones, Bolsonaro dio marcha atrás. Pasó a decir que eran marchas espontáneas y que no aparecería en público para dejar claro que no se trataba de una iniciativa de su gobierno.
Las primeras convocatorias distribuidas de forma masiva en las redes sociales incitaban a ataques al Congreso, con foco en los partidos de centro, y eran inusualmente ofensivas hacia el Supremo Tribunal Federal. Varias pedían, además, la intervención inmediata de las fuerzas armadas para asegurar que el presidente pueda llevar a cabo las reformas que pretende.
Presionado por los militares que integran el gobierno, Bolsonaro cambió el tono. Defendió el derecho democrático de manifestarse en su favor, pero respetando las instituciones y actuando dentro de la ley.
Si la idea era superar las manifestaciones del miércoles 15, cuando las calles se llenaron para protestar contra los cortes en el presupuesto a la educación, los actos de ayer han sido un fiasco.
Los cálculos más conservadores indican que las movilizaciones contra el gobierno superaron millón y medio de personas en al menos 280 municipios brasileños, y los más optimistas de ayer apenas rebasan los 450 mil, en poco más de la mitad de alcaldías.
Si la idea era indisponerse aún más con el Congreso, muy especialmente con los partidos de centro-derecha y derecha que reúnen a casi la mitad de diputados, el éxito ha sido total.
Uno de los blancos preferidos fue precisamente el presidente de la Cámara de Diputados, el experimentado Rodrigo Maia, de quien depende la agenda de la casa.
Varios de los asesores más allegados al presidente, incluidos los uniformados que lo rodean, fueron explícitos al advertirle sobre los riesgos que enfrentaría al aumentar de manera desproporcionada la tensión entre su gobierno y la cámara baja. Además, la idea de convocar –cuando todavía no cumple cinco meses de mandato– manifestaciones callejeras de apoyo provocó fisuras graves no sólo con aliados de derecha y centro-derecha, sino también enfrentamientos dentro del partido del presidente, el PSL, que cuenta con poco más de 10 por ciento de los escaños en la Cámara.
Es verdad que la mayoría de las consignas que se gritaron ayer en las calles eran de respaldo al ministro de Economía, Paulo Guedes, y su muy polémica reforma al sistema jubilatorio, y también a Sergio Moro, el ex juez que condenó al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva sin pruebas y ganó el ministerio de Justicia. Moro se esfuerza por hacer aprobar un programa anticrimen condenado por casi todos los especialistas en seguridad pública del país, y blanco de severas críticas de los juristas.
Pero es igualmente verdad que hubo mares de frases especialmente agresivas contra el diputado Maia, el vicepresidente de la república, general Humberto Mourão, y los integrantes del Superior Tribunal Federal. Además, no fueron pocos los que defendieron directamente el cierre del Congreso y la disolución de la Corte Suprema y su remplazo por personas fiables. Hubo también pedidos insólitos, como el retorno de la monarquía. La tónica, de manera clara, ha sido la agresividad.
Pese a haber dicho que no tendría ninguna participación en los actos de ayer, Bolsonaro pasó el día en las redes sociales difundiendo imágenes y mensajes de manifestantes.
Dijo que las calles se llenaron de quien se opone a la vieja política y sus viejas prácticas.
Antes de sentarse en el sillón presidencial, Bolsonaro fue diputado por larguísimos 28 años. De viejas prácticas conoce bastante, así que podría evaluar su fuerza.
Con los actos de ayer, Bolsonaro parece dejar claro que se mantendrá inmutable en su política de enfrentamiento con los partidos del Congreso. Su posición agresiva seduce a parte de su electorado, pero no se sabe qué presión ejercerá esa militancia sobre diputados y senadores.
Hay claras pistas de que ni el Congreso ni el Superior Tribunal Federal se dejarán intimidar.
Queda por ver qué harán los que hasta hace unos días eran aliados firmes o potenciales del gobierno.

Foto Xinhua
Especial para la jornada
Periódico La Jornada

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