Calculan unos 450 mil manifestantes
▲ Partidarios del presidente Jair Bolsonaro, ayer en Brasilia; algunos pidieron el regreso de la monarquía.
Río de Janeiro. Hasta la noche del domingo en Brasil los
analistas trataban de entender cuál exactamente era el objetivo del
neofascista Jair Bolsonaro al convocar a manifestaciones callejeras en
defensa de su gobierno y algunos de sus programas, con énfasis en la
reforma del sistema de jubilaciones.
Siguiendo otro de sus hábitos, luego de movilizar ejércitos de bots
en las redes sociales al comando de su hijo Carlos, convocando en
términos agresivos a las manifestaciones, Bolsonaro dio marcha atrás.
Pasó a decir que eran marchas
espontáneasy que no aparecería en público para dejar claro que no se trataba de una iniciativa de su gobierno.
Las primeras convocatorias distribuidas de forma masiva en las redes
sociales incitaban a ataques al Congreso, con foco en los partidos de
centro, y eran inusualmente ofensivas hacia el Supremo Tribunal Federal.
Varias pedían, además, la intervención inmediata de las fuerzas armadas
para asegurar que el presidente pueda llevar a cabo las reformas que
pretende.
Presionado por los militares que integran el gobierno, Bolsonaro cambió el tono. Defendió el
derecho democráticode manifestarse en su favor, pero
respetando las instituciones y actuando dentro de la ley.
Si la idea era superar las manifestaciones del miércoles 15, cuando
las calles se llenaron para protestar contra los cortes en el
presupuesto a la educación, los actos de ayer han sido un fiasco.
Los cálculos más conservadores indican que las movilizaciones contra
el gobierno superaron millón y medio de personas en al menos 280
municipios brasileños, y los más optimistas de ayer apenas rebasan los
450 mil, en poco más de la mitad de alcaldías.
Si la idea era indisponerse aún más con el Congreso, muy
especialmente con los partidos de centro-derecha y derecha que reúnen a
casi la mitad de diputados, el éxito ha sido total.
Uno de los blancos preferidos fue precisamente el presidente de la
Cámara de Diputados, el experimentado Rodrigo Maia, de quien depende la
agenda de la casa.
Varios de los asesores más allegados al presidente, incluidos los
uniformados que lo rodean, fueron explícitos al advertirle sobre los
riesgos que enfrentaría al aumentar de manera desproporcionada la
tensión entre su gobierno y la cámara baja. Además, la idea de convocar
–cuando todavía no cumple cinco meses de mandato– manifestaciones
callejeras de apoyo provocó fisuras graves no sólo con aliados de
derecha y centro-derecha, sino también enfrentamientos dentro del
partido del presidente, el PSL, que cuenta con poco más de 10 por ciento
de los escaños en la Cámara.
Es verdad que la mayoría de las consignas que se gritaron ayer en las
calles eran de respaldo al ministro de Economía, Paulo Guedes, y su muy
polémica reforma al sistema jubilatorio, y también a Sergio Moro, el ex
juez que condenó al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva sin pruebas
y ganó el ministerio de Justicia. Moro se esfuerza por hacer aprobar un
programa anticrimencondenado por casi todos los especialistas en seguridad pública del país, y blanco de severas críticas de los juristas.
Pero es igualmente verdad que hubo mares de frases especialmente
agresivas contra el diputado Maia, el vicepresidente de la república,
general Humberto Mourão, y los integrantes del Superior Tribunal
Federal. Además, no fueron pocos los que defendieron directamente el
cierre del Congreso y la disolución de la Corte Suprema y su remplazo
por
personas fiables. Hubo también pedidos insólitos, como el retorno de la monarquía. La tónica, de manera clara, ha sido la agresividad.
Pese a haber dicho que no tendría ninguna participación en los actos
de ayer, Bolsonaro pasó el día en las redes sociales difundiendo
imágenes y mensajes de manifestantes.
Dijo que las calles se llenaron de quien se opone a
la vieja política y sus viejas prácticas.
Antes de sentarse en el sillón presidencial, Bolsonaro fue diputado por larguísimos 28 años. De
viejas prácticasconoce bastante, así que podría evaluar su fuerza.
Con los actos de ayer, Bolsonaro parece dejar claro que se mantendrá inmutable en su
política de enfrentamientocon los partidos del Congreso. Su posición agresiva seduce a parte de su electorado, pero no se sabe qué presión ejercerá esa militancia sobre diputados y senadores.
Hay claras pistas de que ni el Congreso ni el Superior Tribunal Federal se dejarán intimidar.
Queda por ver qué harán los que hasta hace unos días eran aliados firmes o potenciales del gobierno.
Foto Xinhua
Eric Nepomuceno
Especial para la jornada
Periódico La Jornada
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