Alainet
A través de
la historia, la transformación progresiva de la producción agropecuaria
tiene como base la lucha por la tierra. Ésta trata de cambiar
radicalmente la estructura productiva; en consecuencia la cuestión
agraria es trascendental en la convivencia de la humanidad y fue asumida
por los clásicos de la lucha social.
En este contexto, la
reforma agraria partió de ideas económicas liberales, como ventas
voluntarias de tierras a los campesinos pobres; solamente en el siglo
pasado se transformó en un concepto basado en la coerción del poder del
Estado, se puede decir que es una tarea inconclusa del capitalismo. En
consecuencia, corresponde al movimiento de las campesinas/os e indígenas
colocar el problema en el centro de nuestra lucha contra el sistema
imperante.
Reactivar una agricultura con las y los campesinos
es vital para enfriar el planeta y de esta manera resolver el problema
del hambre en el mundo. Estudios del Grupo de Acción sobre Erosión,
Tecnología y Concentración (ETC Group), consideran que la agricultura
campesina produce el 70 por ciento de los alimentos del mundo, en el 25
por ciento de la tierra, mientras que el agro negocio, para producir el
25 por ciento de la comida, recurre al 75 por ciento de la tierra.
Esta investigación desarma los mitos de la agricultura industrial y
transgénica. El estudio asegura que, si los gobiernos quieren acabar con
el hambre y frenar el cambio climático, deben aplicar políticas
públicas para impulsar la agricultura campesina.
Todos
recordamos que un hecho histórico cambió el mundo moderno: la conquista
española de Abya Yala, aparejada de la expoliación de los recursos de
colonias en África y Asia. Y es así que en las nuevas colonias se
establece una concentración de la tierra sin parangón y, por lo mismo,
es un factor que se pone en la mira de los movimientos independentistas.
Es así que en el curso de nuestra historia se registran hitos
memorables como la Revolución Artiguista (José Gervasio Artigas) que en
Argentina, entre 1811 y 1820, da inicio a un proceso de reparto de
tierras, que algunos historiadores han interpretado como una "reforma
agraria" radical y popular.
Simón Bolívar y Francisco Morazán
hacen lo mismo, otorgando tierras a sus tropas; luego Emiliano Zapata y
Pancho Villa (1912 – 1917) retoman la vieja consigna rusa de los
populistas Narodnik: “Tierra y Libertad” y finalmente, en la segunda
mitad del siglo pasado, toma cuerpo la lucha por la Reforma Agraria.
Una lucha que sigue vigente debido a que ahora se ha intensificado la
concentración de la tierra, utilizando viejas formas, con nuevos nombres
tales como: acaparamiento, extractivismo, monocultivos y el
agro-negocio.
El acaparamiento de la tierra y la vida
El origen del latifundio y la propiedad agraria se remonta a la llegada
de los españoles a América, con la imposición de un sistema colonial
que masacró, esclavizó y usurpó los vastos y ricos territorios que
ocupaban los pueblos originarios.
Ante tal explotación, en
México se levantan en armas Pancho Villa y Emiliano Zapata, dos
revolucionarios que derrocaron a Porfirio Díaz y reorganizaron la
propiedad en el país, promoviendo de esta manera la primera reforma
agraria del continente.
Este proceso revolucionario marcó una
huella, que fue seguida por la Revolución boliviana en 1952 y la
Revolución cubana en 1959.
Mientras que, en 1917, México
impulsa su reforma agraria con el grito campesino “Tierra y Libertad”,
en Europa, la Revolución Rusa produce grandes transformaciones
económicas, sociales y políticas, dando un cambio al sistema de
propiedad y tenencia de la tierra.
El proceso de reforma
agraria de la Revolución Rusa se extendió por varios países de Europa,
como Austria, Alemania, Polonia y otros. En 1949, la Revolución de la
China popular impulsa una reforma agraria radical con la idea de
nacionalizar todos los medios de producción y la tierra.
En
1961, Estados Unidos inicia una contra campaña para detener la
movilización social que se estaba dando en el continente y el presidente
John F. Kennedy impulsa la Alianza para el Progreso y convoca a
los países del continente en Punta del Este a una reunión para promover
la distribución de la tierra en las repúblicas de América.
La Alianza para el Progreso
buscaba disminuir el latifundio por medio de la distribución justa de
la propiedad. Al adoptar la reforma agraria, los gobiernos perseguían
una variedad de objetivos; entre ellos una tasa más alta de crecimiento
agrícola con el fin de llevar a los propietarios a la modernización,
industrialización y la comercialización de insumos, caso contrario, si
la propiedad no era eficiente, simplemente eso llevaba a la
expropiación.
De esta manera, el objetivo económico subyacente
de la reforma agraria era acelerar el proceso de industrialización de
los países. El alcance de la reforma agraria en América Latina varió
enormemente, tanto en lo que respecta a la cantidad de tierra expropiada
como a la cantidad de campesinos beneficiados.
En todo caso,
ante fenómenos mundiales de calentamiento global, pobreza,
centralización de riquezas, acaparamiento de tierra, políticas agrarias,
procesos de transformación y reinvención de los sectores productivos,
estos son los puntos que se deben trabajar con urgencia y compromiso.
Los movimientos campesinos constituyen una fuerza social que promueve
alternativas económicas de conciencia para lograr la supervivencia del
planeta y la calidad de vida de millones de personas en el mundo.
Igualdad en acceso a la tierra
La igualdad de hombres y mujeres en el acceso a la tierra es un
objetivo fundamental para superar la discriminación, la imposición del
sistema machista y patriarcal que por siglos ha invisibilizado a la
mujer del campo, relegándola simplemente a roles reproductivos. Aquí se
plantea que para una verdadera emancipación de la mujer, ésta debe ser
protagonista de la redistribución de la tierra, con una plena
participación e integración en todos los procesos de desarrollo en los
sistemas y formas de vida en el campo.
Del mismo modo, la mujer
ha sido, a lo largo de la historia, recolectora, guardiana de semillas,
protectora, promotora de la biodiversidad, garante de la soberanía
alimentaria y los saberes ancestrales; es por ello que planteamos una
reforma agraria integral e inclusiva para el buen vivir.
Desafíos
Primer desafío: transformar la lucha por la tierra y el territorio; no
es solo un lugar de trabajo, debe ser asumida como una necesidad
colectiva, un espacio de organización colectiva de la clase campesina
como un espacio de resistencia contra el capital.
Segundo
desafío: construcción de un nuevo modelo de producción de la agricultura
propio, debemos tener un programa estratégico que vaya más allá de las
necesidades inmediatas.
¿Cómo vamos a utilizar nuestra tierra? ¿Qué función social le daremos a la tierra?
Hay que destacar que debemos centrarnos en la alimentación saludable
basada en la agroecología para la Soberanía Alimentaria. Este concepto
debe ser popularizado, socializado y sobre todo que todas las
organizaciones lo asuman.
También producir una nueva matriz
tecnológica, técnicos especializados que permitan multiplicar y producir
en armonía con la naturaleza.
Tercer desafío: conquistar
políticas públicas que apoyen las propuestas de los movimientos
campesinos en todos los terrenos: agricultura, vivienda, educación,
infraestructura, cultura, etc.
Cuarto desafío: desarrollar
procesos permanentes de formación política e ideológica, debido a que
existe una carencia de formación en la izquierda a nivel mundial. Las
organizaciones tenemos el desafío de construir procesos y espacios de
formación política ligados a las luchas de nuestras organizaciones que
permitan crear espacios autónomos para mujeres, jóvenes y diferentes
identidades sexuales.
Quinto desafío: construir los medios de
comunicación popular propios que lleguen a los pueblos, que planteen a
la sociedad los diferentes proyectos, que aborden diferentes temas como
el diálogo con nuestras propias bases y nuestra sociedad; esto como un
mecanismo para ganar corazones y mentes.
Sexto desafío:
construir una alianza con otros sectores en el campo y la ciudad, con
otras organizaciones que luchan en los territorios como pueblos
indígenas identificando nuestros mejores aliados.
Séptimo
desafío: movilizaciones conjuntas a nivel internacional contra nuestros
enemigos, de igual manera producir acciones en las fechas estratégicas.
Octavo desafío: fortalecer la solidaridad internacionalista militante
buscando formas creativas de poner en práctica la solidaridad, buscando
movilizar la capacidad de indignación. Asimismo, si se logra sentir
indignación frente a cualquier atropello que sufre una persona en
cualquier lugar del mundo, entonces somos compañeros.
Noveno
desafío: Promover la campaña global por la reforma agraria popular, ya
que desde 1996 esta campaña apoya las luchas locales, interviniendo en
contra de las violaciones a los derechos humanos, difundiendo
información desde los movimientos nacionales y locales a través de
misiones investigadoras, realizar giras internacionales de cabildeo que
promuevan observatorios de la lucha campesina e indígena.
En
días recientes hicimos un encuentro del colectivo de Tierra, Agua y
Territorio; allí nuestro principal acuerdo fue relanzar la Campaña
Global por la Reforma Agraria, en el VII Congreso de la CLOC en Cuba,
donde haremos un plan de acciones para el continente para visibilizar la
Reforma Agraria Integral y Popular como base de la Soberanía
Alimentaria y la Agroecología dentro del decenio de la agricultura
familiar campesina.
Fausto Torrez es Secretario de Relaciones Internacionales de la Asociación de Trabajadores del Campo (ATC - Nicaragua).
Elsa Nury Martínez es Presidenta de la Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (FENSUAGRO - Colombia).
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 541, Por la tierra y derechos campesinos: CLOC 25 años
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