Crece el desempleo y se contrae la economía
El gobierno sigue sin encontrar canales de comunicación con el Congreso
▲ Aspecto de la marcha de ayer en Sao Paulo contra el recorte al
presupuesto de educación por el gobierno del presidente Jair Bolsonaro.
Río de Janeiro. Las calles de más de 150 municipios en 21
estados brasileños, además de Brasilia, fueron ocupadas este jueves por
multitudinarias movilizaciones de protesta contra el gobierno
ultraderechista de Jair Bolsonaro.
En apenas 15 días se realizaron tres manifestaciones, algo que no se
veía desde la campaña electoral del año pasado. Una en favor del
gobierno y con ataques tanto al Congreso Nacional como al Supremo
Tribunal Federal, y dos contrarias, teniendo como punto de partida los
recortes al presupuesto destinado a la educación.
Las manifestaciones de ayer sorprendieron incluso a los
organizadores: la Unión Nacional de Estudiantes (UNE) y otras
agrupaciones estudiantiles y del magisterio. El número de participantes
superó lo previsto, sobre todo en Sao Paulo y Río de Janeiro, donde los
actos de protesta empezaron al caer de la tarde.
Frente a lo ocurrido el miércoles 15, cuando al menos millón y medio
de manifestantes salieron a las calles en rechazo a los recortes al
presupuesto de la educación, y en general al gobierno, Bolsonaro convocó
el pasado domingo a lo que, en su léxico peculiar, llamó
protestas en favor.
Para asegurar el éxito de la iniciativa, Carlos –hijo del presidente–, concejal en Río de Janeiro, movilizó un ejército de bots digitales
mediante los cuales dio instrucciones para, además de defender las
reformas impulsadas por el gobierno, atacar a las instituciones y
directamente al presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia.
Los bolsonaristas se manifestaron en menos municipios y estados que
los opositores al gobierno. Los partidarios del presidente reunieron,
según cálculos considerados equilibrados, apenas unas 450 mil personas
en todo el país.
Los convocantes de la manifestación de ayer temían que, luego de dos
marchas separadas apenas por unos días, el movimiento se desgastara. Lo
que ocurrió fue exactamente lo contrario; aunque quedó lejos del millón y
medio de la semana anterior, en la marcha de ayer se superó, con
creces, el número de los que salieron el domingo a defender las reformas
de Bolsonaro y, de paso, exigir el cierre tanto del Congreso Nacional
como de la corte suprema de justicia.
Luego de la manifestación favorable a su gobierno, Bolsonaro trató de
presionar al Congreso, principalmente a los partidos de centro y
centro-derecha, que reúnen a 200 de los 513 diputados de la cámara baja.
Reiteró la urgencia de aprobar la reforma del sistema jubilatorio, y
pidió respaldo para las iniciativas
que nuestro pueblo exige en las calles, como quedó claro en las marchas
en defensa de un futuro mejor, bajo la protección de Dios.
De paso, insinuó la existencia de algo nuevo, un
bolsonarismoapto para disputar las calles con el
lulismo. Lo de ayer mostró que, una vez más, el capitán-presidente se equivocó.
En tanto, se mantuvo el clima de desconfianza entre diputados y
gobierno, que sigue sin encontrar canales de comunicación eficaz con la
cámara baja, algo esencial para sacar adelante sus iniciativas.
La participación de los partidos de izquierda y de las grandes
centrales sindicales vinculadas al Partido de los Trabajadores (PT), del
ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, fue significativa, pero no
determinante en los actos de ayer. En primer lugar, porque se nota que
tanto el PT como los demás partidos de izquierda siguen un tanto
atónitos en busca de un nuevo rumbo. Y eso, no por la derrota sufrida en
las pasadas elecciones, sino por la velocidad con que el gobierno de
Bolsonaro promueve retrocesos en prácticamente todas las conquistas
consolidadas a lo largo de los últimos casi 30 años, desde antes,
incluso de la llegada de Lula al poder.
Tales retrocesos van de la educación a la cultura, pasando por
arrasar el medio ambiente y los derechos de las minorías garantizados en
la Constitución. Para colmo, la economía se contrajo y el desempleo no
deja de crecer; la crisis no hace más que profundizarse.
Ayer se divulgó que en el primer trimestre del año hubo una baja de
0.2 por ciento en el PIB, y abril y mayo tuvieron desempeño frustrante.
Al caer la noche, mientras manifestantes copaban plazas y calles de Sao
Paulo y Río, economistas rehacían proyecciones para este año.
Cuando Bolsonaro llegó a la presidencia, el mercado financiero
preveía una expansión de 3 por ciento del PIB en 2019. Ayer, la
expectativa pasó a oscilar entre 0.6 y 0.8.
O sea, el año de estreno está perdido y la crisis podría rápidamente extenderse a sectores que todavía no se han hundido.
Foto Ap
Eric Nepomuceno, Especial para la jornada
Periódico La Jornada
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