Alejandro Nadal
Donald Trump y Barack Obama
advirtieron en repetidas ocasiones que las elecciones legislativas de
este pasado martes en Estados Unidos serían las de mayor consecuencia en
la historia de ese país. Tenían razón. Pero cuando se apuntó que los
comicios serían una especie de referéndum nunca se dijo que el tema más
profundo, el de la guerra y la paz, estaría ausente de esta jornada
electoral.
Unos días antes de las votaciones para renovar el Poder Legislativo
en Estados Unidos, el economista Paul Krugman señaló que el odio estaría
en las boletas electorales. Ganador del Premio Nobel de Economía,
Krugman tiene una columna en el New York Times y es una de las
voces más influyentes en su país. Sin duda tenía razón, pero
paradójicamente le faltó agregar que las guerras de su país no tienen
cabida en el debate electoral. Ese hecho revela que en la sociedad
estadunidense el patriotismo se ha convertido en una enfermedad que ha
infectado a demócratas y republicanos por igual.
En el más reciente informe sobre operaciones bélicas dado a conocer
por la Casa Blanca, se señala que las fuerzas armadas de Estados Unidos
están peleando siete guerras. (El informe).
Las operaciones van desde Afganistán e Irak, hasta Siria, Yemen,
Somalia, Libia y Níger. Esas intervenciones se llevan a cabo bajo la
Autorización para el empleo de la fuerza armada, promulgada en 2002, a
unos meses de los atentados contra las Torres Gemelas. Según la Casa
Blanca, las operaciones se llevan a cabo en contra de Al Qaeda, las
fuerzas del Estado islámico (ISIS), Al-Shabaab y, por último, la red de
fuerzas fieles al talibán. Las hostilidades ocupan todo el territorio de
lo que la administración Obama definió como el
arco de inestabilidad.
Al día de hoy, las bajas militares sufridas por las fuerzas
estadunidenses en Afganistán (desde que se inició esa guerra en 2001),
llegan a 2 mil 415. En Irak las bajas alcanzan 4 mil 497 muertes y más
de 32 mil heridos. Los decesos de civiles iraquíes ascienden a 1 millón
455 mil 590. No existe una cifra confiable sobre las muertes de civiles
en Afganistán, pero esa guerra es ya la de mayor duración en la historia
de Estados Unidos. Y según cualquier indicador que quiera usarse,
Washington no está
ganandola guerra en Afganistán. Habría que decir que ya nadie sabe bien lo que significaría una victoria en ese conflicto.
Pero cuidado con dirigir algo que se parezca a una crítica a estas
operaciones bélicas, porque en Estados Unidos el tema del patriotismo y
los jóvenes en uniforme es sacrosanto. El pueblo simplemente ha sido
acondicionado para adorar a los héroes que llevan el uniforme. Basta
observar el fervor patriotero en cualquier encuentro deportivo para
darse cuenta. Hasta la sátira política de Comedy Central y Saturday Night Live,
tan aguda como irreverente, se cuida mucho de criticar el despliegue
militar del imperio para no despertar la furia del público.
El presupuesto militar en Estados Unidos, aprobado en agosto, es de
717 mil millones de dólares (mmdd). Es el más importante en la historia
de ese país y nadie dice nada sobre este tema. Aun recortándolo a la
mitad, ese gasto militar sería superior al de Rusia, China, Irán y Corea
del Norte juntos. Solamente el incremento de 200 mmdd autorizado por
Trump podría garantizar educación pública gratuita a nivel universitario
a toda la población escolar de Estados Unidos. Los principales
beneficiarios son las grandes compañías, como Raytheon, Boeing,
Northrop-Grumman, Lockheed-Martin y General Dynamics. El desvío de
recursos hacia la industria militar ha contribuido en el pasado a la
pérdida de competitividad de la industria estadunidense, pero a nadie se
le ocurre cuestionar la política exterior de Washington basada en la
idea de un estado de guerra permanente.
Al electorado estadunidense le preocupa primordialmente el régimen de
acceso a la salud, los impuestos y los migrantes. Aquí es donde Trump
ha echado leña a la hoguera, infundiendo miedo con el espectro de una
caravana de unos 5 mil migrantes centroamericanos que lentamente se abre
paso a través del territorio mexicano rumbo a la frontera con Estados
Unidos. El delirante Donald no escatima recursos retóricos y habla de
hordas y hasta de una invasión que amenazaría la integridad de la
frontera sur de su país. Su desplante electorero de enviar entre 5 mil y
15 mil efectivos armados a la frontera sur puede llegar a costar más de
un centenar de millones de dólares. Pero la preocupación de los
demócratas fue más por el efecto sobre las elecciones que sobre el tema
del empleo del ejército, no fuera a ser que el electorado llegara a
pensar que están criticando a los chicos y chicas en uniforme que luchan
por
la patria.
Los dirigentes del Partido Demócrata han criticado a Trump por
promover el odio y por sus políticas que provocan mayor división. Pero
nadie critica las guerras del imperio. Pueden criticar el odio, pero no
la guerra.
Twitter: @anadaloficial
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