Víctor Flores Olea
Varios miles de migrantes
de Honduras, El Salvador y Guatemala con destino a Estados Unidos
rompieron este viernes la valla fronteriza y empezaron a cruzar la
frontera por la fuerza en México, pese a las amenazas de uso de la
fuerza del presidente Donald Trump a los gobiernos centroamericanos, si
permitían aún más el paso sin control de los migrantes, y amenazó al
gobierno mexicano que si no tomaba las medidas necesarias para detener
la caravana enviaría a militares estadunidenses para impedirlo.
Trump acusó a los gobiernos de los países centroamericanos de
permitir el flujo de tantos migrantes sin control y aseveró ante el
gobierno mexicano que, si no tomaba medidas para detener la caravana,
enviaría a militares para sellar la frontera entre Estados Unidos y
México. Nuestro país no permitirá el ingreso de migrantes de manera
irregular y mucho menos violenta, respondió, ya que conoce bien sus
obligaciones en el plano internacional.
Estos son algunos de los hechos que sobresalen en la caravana de
migrantes centroamericanos que se dirigen a México (para llegar más
tarde a territorio estadunidense) lo que ese país ha rechazado
rotundamente, incluso con la amenaza de la fuerza armada y del ejército.
Para México no parece haber una salida fácil, pero es clara la
alternativa. Se ha repetido últimamente que la política es el arte de
decidir entre dos malas opciones, pero en este caso se aconsejaría
seguir la ortodoxia internacional, es decir, obedecer a sus mandatos: no
intervención en los asuntos internos de otros pueblos; respetar a las
otras soberanías en la comunidad internacional; abstenerse de amenazar
con el uso de la fuerza o emplearla. ¡Pero vayamos con Trump para
intentar que entienda cualquier empeño civilizatorio!
En artículo reciente decíamos que vale la pena intentar un esfuerzo
concertado por un conjunto de países para remediar esta situación, de
suerte que ese conjunto internacional emprenda inversiones en los puntos
focales que puedan desencadenar procesos productivos significativos.
Esto en cuanto a la economía e incluso la miseria que caracteriza a esa
región. Por lo que hace a la política y a la integración social, también
causa de las migraciones, deberían ponerse al día programas de
enseñanza de la democracia y para el fortalecimiento del tejido social,
que deberán traducirse en nuevas formas de vida, de enseñanza y
aprendizaje. De la persistencia de estos programas de carácter político,
económico y social puede depender esencialmente que se limiten las
causas locales de la pobreza y de la violencia, y de que se toquen los
resortes del desarrollo y de una mínima presencia de elementos morales y
civilizatorios.
Por lo que hace México, que vive un conflicto de tal alcance y
naturaleza, sería urgente tomar la iniciativa de un esfuerzo como el
apuntado. Andrés Manuel López Obrador parece haber tomado una delantera
en este aspecto, precisamente al proponer a los gobiernos de Estados
Unidos y Canadá, y a los centroamericanos más afectados, la organización
de un conjunto internacional que lleve a cabo tal iniciativa. Si la
idea tuviera alguna concreción, el ejemplo pudiera hacerse extensivo a
otras partes latinoamericanas, y desde luego, en caso de éxito,
seguramente el ejemplo tendría seguidores en el mundo.
Por supuesto, no podemos olvidar al Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Refugiados (Acnur), que ya con más de medio siglo de
experiencia de haber desarrollado esfuerzos en casi todo el mundo,
resulta un apoyo invaluable para México y para todas las naciones que lo
requieran. El comportamiento de México ante las caravanas
centroamericanas ha resultado altamente virtuoso y hoy (sábado 24 de
noviembre) nos llega la buena nueva de una respuesta positiva desde
Nueva York a las gestiones de ayuda del organismo internacional como
resultado del trabajo efectuado ante el mismo por el secretario de
Relaciones Exteriores, Luis Videgaray.
Se recordará que desde el inicio de la caravana el presidente de
Estados Unidos, Donald Trump, ha hecho declaraciones responsabilizando a
México si estos contingentes llegaban a Estados Unidos, amenazando con
militarizar y sellar la frontera si fuera el caso.
Frente a este discurso, el portavoz del Acnur en Ginebra recordó que
todos los países deben respetar las leyes y, en especial, los derechos
de los migrantes. El mismo portavoz reiteró que cualquier persona que
esté huyendo de la persecución y violencia en algún país, se le debe
permitir que ejerza ese derecho, que tenga acceso a otros territorios y
esté en condiciones de tener acceso al debido proceso para solicitar la
condición de refugiado.
Esto es: en México tenemos encima un inminente y grave problema
humanitario. Pero Estados Unidos tiene encima no sólo el mismo problema
humanitario, sino la obligación que le impone el derecho internacional.
Siguiendo este esfuerzo, México tiene la virtud de atender los mandatos
del derecho internacional, en cambio Estados Unidos, como en los peores
momentos de la historia de las grandes potencias, se queda con la parte
de violación al derecho de gentes y con la responsabilidad moral de
pasar por alto las necesidades urgentes de miles de refugiados en
desgracia.
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