Alainet
El futuro presidente Jair Bolsonaro contempla
la firma de acuerdos bilaterales de libre comercio con el propósito de
aumentar el crecimiento económico y la productividad, y con ello,
impulsar el desarrollo tecnológico. El comercio con los países avanzados
tiene que liberalizarse para incrementar la competitividad en los
sectores de alta tecnología, de acuerdo con el plan de gobierno. Para el
próximo ministro de Economía, Paulo Guedes, el Mercado Común del Sur
(MERCOSUR, conformado por Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay) ha sido
una asociación ideologizada, que ha establecido únicamente relaciones
con gobiernos afines a las ideas bolivarianas. Así, el presidente
brasileño se enfocará en quitarse esa camisa de fuerza, pero eso
amenazará con romper el bloque regional.
Por un lado, los mercados del MERCOSUR han perdido
importancia, ya que representan solamente un 9% del comercio exterior
de Brasil. El fracaso de la integración está reflejado en la
paralización de varias iniciativas, que fueron olvidadas por los
gobernantes. Entre las propuestas de mayor envergadura destacaron la
adopción de una unidad de cuenta para facilitar los intercambios
comerciales; la constitución de un fondo de reservas para fomentar la
estabilidad de los tipos de cambio; y finalmente, la eliminación gradual
de las asimetrías entre las economías. Todas estas iniciativas fueron
postergadas hasta terminar en el rincón del olvido.
Por estar
prohibido en la organización, Bolsonaro no podrá negociar convenios
comerciales con autonomía. Hasta el momento, los países miembros han
establecido de forma colectiva sus tratados de libre comercio con otros
países (Israel, Egipto, Palestina y Sudáfrica). En el caso contrario,
los miembros necesitan la aprobación de los demás países para firmar un
acuerdo de forma independiente. Por lo tanto, el mandatario tendrá que
negociar nuevas normas, o bien sacar a Brasil de la unión aduanera. Pero
cualquier decisión que tome el presidente brasileño, el establecimiento
de acuerdos que aporten beneficios sustantivos a la industria y la
agricultura se vislumbra imposible.
En el plan
nacional de exportaciones, la prioridad fue profundizar las relaciones
comerciales con varios socios y bloques hace tres años-entre ellos
Estados Unidos, China, la Alianza del Pacífico, la Unión Europea y los
países de los BRICS. Por un lado, Brasil afectaría su base industrial si
firma un TLC con países industrializados. Con sus socios del MERCOSUR,
el gobierno brasileño lleva negociando un tratado de libre comercio con
la Unión Europea durante más de veinte años; con el cual impulsaría la
exportación de productos agrícolas hacia su principal mercado. Para
terminar el contenido del acuerdo, el presidente Bolsonaro podría
negociar por su cuenta con la Unión Europea, pero las conversaciones
serían igual de complicadas por las demandas de los europeos.
Las diferencias entre las propuestas de los negociadores del MERCOSUR y
la Unión Europea cubren varias cuestiones: el sector automotriz, las
reglas de origen, los productos agrícolas, entre otros. Bajo la
propuesta europea, los productos agrícolas de los países sudamericanos
continuarían estando sujetos tanto a las restricciones de acceso a los
mercados europeos como a la imposición de aranceles. Además, los
europeos demandaron eliminar los aranceles sobre el sector de
auto-partes en un corto plazo para posicionar sus mercancías en
Sudamérica. Por su superioridad tecnológica, los productos europeos
desplazarían a la producción nacional de vehículos, causando el cierre
de fábricas y la pérdida de empleos en Brasil.
Ahora los
problemas son bastante críticos para la industria automotriz, sector en
donde están más integrados Brasil y Argentina. La integración tomó
impulso cuando las empresas trasnacionales estadounidenses y europeas se
instalaron en ambos países para vender en los mercados de Sudamérica en
la posguerra. Pero la caída de ventas de automóviles provocó el recorte
de salarios además del despido de trabajadores en la crisis actual; con
lo cual las condiciones del mercado laboral se deterioraron. Por
añadidura, las automotrices chinas se instalaron recientemente en Brasil y Argentina; situación que intensificará la competencia con las demás empresas.
En un comunicado, la Confederación Nacional de Industrias explicó
que el MERCOSUR es importante para la industria brasileña, ya que el
mercado argentino es el principal destino de las exportaciones
manufactureras. A pesar de la imposición de un arancel común en los
países miembros, la industria ha perdido mercados en el exterior. Ante
una mayor liberalización comercial, el descalabro para la industria
sería irreversible, quedando rezagada de forma definitiva con respecto a
los centros industrializados. Y lo peor es que el relanzamiento de la
integración industrial entre los países sudamericanos ya sería bastante
complicado con la dominación de las empresas trasnacionales.
Podemos concluir que la política comercial de Bolsonaro es
contradictoria. Por un lado, el mandatario brasileño pretende apoyar a
la industria por medio de la firma de acuerdos comerciales; pero la
realidad es que desmantelará la manufactura por la falta de una política
industrial. La estrategia del gobierno será reducir el déficit fiscal a
través del recorte de los subsidios y la ayuda financiera hacia el
sector industrial. Ante la reducción del apoyo económico, los empleos en
la manufactura se verán reducidos, golpeando duramente a la clase media
que respaldó su candidatura en los estados industrializados como Sao
Paulo, Minas Gerais, Rio de Janeiro, entre otros.
Además, el
gobierno brasileño realizará privatizaciones, concesiones y venta de
inmobiliario con el fin saldar un quinto de la deuda pública. En una
entrevista, Paulo Guedes indicó
que no se llevará a cabo un programa de privatización de forma
cautelosa, sino que abarcará una gran cantidad de activos públicos. Por
ende, el saldo de las finanzas públicas mejorará por la diminución del
peso de la deuda, pero el gobierno perderá activos clave para el
desarrollo económico. En el peor escenario, el proceso de privatización
incluirá a los puertos, las carreteras, los aeropuertos, la energía
eléctrica y el petróleo, profundizando la desindustrialización.
Por otra parte, las tensiones en el sector agropecuario podrían dar pie
a la imposición de aranceles entre los países miembros. En un documento
dirigido a Bolsonaro, la bancada rural pidió la aplicación de
mecanismos para proteger a varios productos agrícolas (lácteos, arroz,
trigo, entre otros) por la asimetría de las políticas macroeconómica,
cambiaria, laboral y ambiental en el MERCOSUR. La aplicación de
aranceles por parte del gobierno brasileño afectaría de forma
significativa a los demás países, porque Brasil representa un comprador
importante de sus productos agropecuarios.
Para los pequeños
países como Uruguay y Paraguay, la relación sería más desbalanceada con
la aplicación de aranceles, ya que reducirían sus exportaciones hacia
Brasil. En un contexto donde China no podría suplir
la pérdida de mercados para varios productos, estos países pasarían a
tomar una postura ofensiva en contra de Brasil, planteando reclamaciones
en organizaciones regionales y multilaterales como el MERCOSUR y la
Organización Mundial de Comercio. El gobierno brasileño enfrentará
dificultades para restaurar los aranceles en el MERCOSUR; lo cual
implicaría abandonar el objetivo inicial de convertirse en un área de
libre comercio.
Para empezar, el gobierno de Bolsonaro tendría
que demostrar que los países miembros han aplicado una política de
competencia desleal con el fin de justificar la imposición de aranceles.
Cabe recordar que el gobierno brasileño ha bloqueado la venta de
productos agrícolas, pero no ha podido demostrar
sus acusaciones en contra de sus socios en varias ocasiones. Además,
Bolsonaro no conseguiría la flexibilización del MERCOSUR para negociar
tratados de libre comercio con esta guerra comercial. Por lo tanto, el
gobierno brasileño quedaría aislado al no tener fuertes alianzas para
consolidar su proyecto de liberalización comercial en Sudamérica.
Pero lo que es seguro es que la política comercial de Bolsonaro no
favorecerá la integración de América Latina. Al apoyar principalmente el
sector exportador, el gobierno de Bolsonaro terminará dándole la
espalda a sus electores; con lo cual exacerbará el malestar de la
sociedad brasileña. Para hacer frente a la crisis, los gobiernos
tendrían que fortalecer la integración económica con la participación
activa de movimientos y organizaciones sociales. De no ser así, los
beneficios serán siempre para un puñado de empresas, quedando fuera la
población latinoamericana.
Ulises Noyola Rodríguez es colaborador del Centro de Investigación sobre la Globalización.
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