Ilka Oliva Corado
Es muy cómodo culpar a otros, lanzar piedras y esconder la mano. Señalar a los demás creyéndonos semidioses y jueces con todo el poder para sancionar su doble moral como si nosotros no la tuviéramos también. Cuestionar lo que hacen o dejan de hacer, lo que nunca hicieron y entre más lejos estén es mejor, así no nos alcanzan y no nos encaran y refutan nuestra falta de escrúpulos.
Buscamos una válvula de escape por donde se fuguen nuestras responsabilidades y nuestras culpas y así quedarnos con los dardos y nuestro desinterés en involucrarnos en todo aquello que nos exige. En todo aquello que nos exponga y nos coloque en un lugar vulnerable por los principios de humanidad y convivencia que defienden quienes luchan por la equidad. Preferimos estar del otro lado, reculados y lanzando aguijones envenenados a quienes creemos causantes de nuestras desgracias.
Así es como culpamos a las injerencias de otros países. ¿Y nosotros qué hicimos para que esas injerencias no se instalaran? ¿Qué hicimos para que en lugar del inglés como idioma extranjero enseñándose en las escuelas se enseñen antes que el castellano los idiomas originarios? No existen los idiomas originarios en el pensum escolar. ¿Es culpa de la injerencia? Tal vez sí, de la invasión al principio pero han pasado 500 años, ¿sigue siendo culpa de ellos o es irresponsabilidad nuestra? Nosotros que queremos ser de todos lados menos de donde somos.
Nosotros con nuestras mentes colonizadas pensando que una marca, una muda de ropa, un reloj, un título de universidad, un estilo de vida copiado nos convertirá en caucásicos de dos metros, de ojos azules y cabello rubio: nosotros negando nuestra raíz ancestral. ¿Es culpa de los injerencistas? ¿Es culpa de los invasores?¿O es nuestra mediocridad y nuestra falta de agallas y de amor propio? ¿Nuestra falta de identidad cultural? ¿Nuestra falta de respeto a nuestra genética? Somos originarios y lo seguirán siendo las generaciones por venir, así nos tiñamos el cabello, hablemos 5 idiomas extranjeros y copiemos el estilo de vida pretendiendo ser otros para seguirnos negando a nosotros mismos.
“Malditos los gringos invasores y racistas” gritan con su doble moral quienes llaman “indios patas rajadas” a sus hermanos indígenas; porque en Latinoamérica todos somos originarios así lo neguemos. “Fascistas” gritan quienes ponen sus zapatos sucios en las cajitas de los niños que salen a pelear el día a las calles lustrando zapatos.
¿Es más fascista el caucásico que odia de igual manera que odia el “ladino” que explota al niño que no tiene cómo ir a la escuela ni qué comer? Que lo explota colocando sus zapatos sucios para que sus manitas ajadas los limpien. ¿Eso acaso no es una metralla que mata el alma? ¿Qué arranca la vida? ¿No es eso opresión, explotación, humillación? ¿Qué es entonces?
¿No somos nosotros acaso los que violamos niñas? ¿Los que golpeamos mujeres? ¿No somos nosotros los que las vemos como un pedazo de carne, como culos? ¿O es culpa de ellos, de los invasores e injerencistas? No, las violamos por machismo, por imposición, por misóginos. Nos violan porque se les pega la gana, porque saben que los pueden hacer y que ninguna ley los juzgará porque el sistema es patriarcal.
¿Es culpa de la injerencia que tengamos bares en cada esquina de las calles de Latinoamérica? Que unas creyéndose puras y santas traten como putas a quienes son violadas, golpeadas y asesinadas en esos lugares a donde van campantes nuestros esposos, compañeros, amigos, hermanos, abuelos, hijos. Eso también es una metralla.
Y nosotros capitalinos, urbanos, humillamos y explotamos al campesino que llega con necesidad de trabajo a tocar las puertas de nuestras casas y los ponemos hasta a limpiar nuestros vómitos a cambio de una tortilla con sal. ¿Eso acaso no es una metralla? ¿Es culpa de la injerencia? ¿De esos “malditos gringos” que nos quieren quitar todo? ¿Quitarnos qué? Nuestra mediocridad, arrogancia, patanería, machismo, mojigatería, ojalá y se la llevaran los injerencistas y tal vez así dejaríamos de tirar piedras y nos diera por vernos en un espejo.
¿No somos nosotros prietos, acaso tan fascistas y racistas con los migrantes como el peor de los fascistas caucásicos? En Estados Unidos el que peor trata a un migrante latino sin documentos es otro migrante latinoamericano que sí los tiene. ¿Qué tal tratamos los capitalinos en Latinoamérica al migrante que llega del interior del país? ¿Al migrante empobrecido que llega de otras partes de Latinoamérica o del mundo? ¿O qué, nos damos baños de pureza y los tratamos con manjares y pétalos de rosas?
¿No somos nosotros los que permitimos que desde dentro regalen nuestros recursos? ¿No somos nosotros los que permitimos que nos pongan de alfombra para que nos pisoteen quienes llegan con sus relucientes zapatos de charol a llenar costaladas con nuestra dignidad como aserrín?
¿No somos nosotros quienes permitimos eso? ¿No somos nosotros lo que tenemos chilate en las vena al ver a tanto niño viviendo en las calles y no hacer nada por evitarlo? ¿Al ver familias completas migrando? ¿Al ver centenares de personas viviendo en los basureros? ¿Qué hacemos con los terratenientes que explotan al jornalero? ¿Con los oligarcas que no pagan impuestos? Claro, todo es culpa de los injerencistas.
¿No somos nosotros los que permitimos que misóginos, machistas, ladrones, cachurecos, genocidas y fascistas lleguen al poder? Es nuestro voto y es nuestro silencio, somos nosotros reculando dándoles el paso porque nos representan. Y si nos engañan de principio o toman el gobierno por asalto, con sus leyes manoseadas no hacemos nada porque al final somos como ellos. ¿Es culpa de los injerencistas caucásicos, “fascistas” de dos metros de altura, ojos azules y cabello rubio?
¿Son ellos los que realizan las limpiezas sociales? ¿Son ellos pidiendo la pena de muerte para los parias? ¿Son ellos los que aplauden cada vez que un líder campesino es masacrado o desaparecido? ¿Son ellos los que pasan en sus carros del año atropellando manifestaciones de estudiantes que exigen al gobierno educación de calidad y recursos?
Sin lugar a dudas, Latinoamérica es sitiada por la injerencia de bandas criminales de la oligarquía mundial, siempre ha sido así y es porque América Latina a pesar de estos 500 años de saqueos, es una inmensa tierra fértil y un pueblo multicultural y multiétnico que la enriquece día a día. Por supuesto nosotros grandes mediocres no nos colguemos de eso, no somos parte de su grandeza.
No es la injerencia, a estas alturas 500 años después es la mente colonizada y la explotación de prietos contra prietos; así unos se tiñan el pelo, se compran una muda de marca, un carro del año o parchen la pared de títulos de universidad.
Dejemos de tirar piedras y esconder la mano, veámonos en un espejo y hagamos lo que nos toca. Podríamos empezar por los más difícil y casi imposible: erradicar este sistema patriarcal y dejar de referirnos a las mujeres como culos, dejar de golpearlas, violarlas y asesinarlas porque es lo más urgente.
Blog de la autora: https://cronicasdeunainquilina.com
Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado
19 de noviembre de 2018.
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