Arturo Balderas Rodríguez
Concluyó el proceso
electoral en Estados Unidos mediante el que se eligieron 435
representantes, 34 senadores (falta uno por decidir), 36 gobernadores,
decenas de alcaldes, de asambleas estatales, municipales y
locales.Además, se votaron decenas de propuestas para regular o cambiar
legislaciones en los diferentes niveles de gobierno y autorizar obras
públicas.
Las votaciones en el país vecino son complejas y en ocasiones
engorrosas a raíz de que la Constitución de EU establece que cada estado
de la Unión será responsable de organizar y supervisar las elecciones.
En términos generales, la ruta del sufragio se regula por la
legislación federal, pero al trasladar la obligación de organizar el
sistema a cada estado, municipio y localidad, esas instancias incorporan
normas particulares derivadas de sus características y experiencias
particulares. Hay casos en los que, en un mismo estado, varios condados
tienen normas diferentes, y esas peculiaridades complican los tiempos y
resultados finales de la elección.
Ejemplo de ello fue que en Florida, una vez más, fue necesaria la
presencia de abogados para dirimir entre las interpretaciones de las
normas que rigen el proceso en dos condados de ese estado. En el año
2000, por un problema similar miles de boletas, cuyo diseño hacía
difícil saber por quién se votó, dio lugar a un litigio que llegó a la
Suprema Corte que, en última instancia, otorgó la presidencia a George
W. Bush. En esta ocasión, además de Florida, en los estados de Georgia y
Misisipi las distintas lecturas sobre los requisitos para votar fueron
la causa para que se suprimiera ese derecho cívico a miles de
ciudadanos, casualmente la mayoría de ellos afroestadunidenses y
latinos.
El profesor Edward Foley, director del programa de legislación
electoral en la Universidad de Ohio y autor de un tratado sobre la
historia de las disputas electorales en EU, comentó en una entrevista
reciente la necesidad de establecer una ley y una autoridad no
partidista que regule todo el proceso electoral, en especial por los
problemas que pudieran surgir en las elecciones de 2020. En Florida,
menos de 10 mil sufragios inclinaron la balanza y aunque no había
evidencias de fraude, la retórica de los partidarios y representantes de
los candidatos (empezando por las del presidente) pusieron en
entredicho los resultados de la elección.
En esas condiciones es difícil que los votantes consideren que el
sistema electoral es justo y no está amañado; el discurso cada vez más
violenta en torno a los resultados puede conducir a desenlaces difíciles
de pronosticar.
Por esas razones es necesaria una autoridad (árbitro) imparcial que
no apueste por alguno de los contendientes, concluye Foley. Es obvio que
las observaciones del especialista tienen sentido en el contexto de las
elecciones que se avecinan. Más aún debido a que estará en juego la
relección de un presidente que parece solazarse con la división cada vez
más profunda de la sociedad y porque la tensión ocasionada por esa
actitud no augura nada bueno, de no corregirse las anomalías en el
sistema electoral. En la historia del sufragio en EU, las luchas por el
derecho a ejercerlo han sido una constante entre ellas: el derecho al
voto de la población afroestadunidense, del sufragio a la mujer y a los
jóvenes de 18 años.
No parece haber cambios en el proceso mediante el que los ciudadanos
deciden quién los gobierna, pero sería un error histórico fuera de
contexto pretender que otros sistemas electorales son mejores o peores
que el estadunidense. Por ello son tan importantes observaciones como
del profesor Foley. De no atender la organización y calificación en la
próxima elección pudieran dar lugar a un serio retroceso en la
democracia y un pésimo antecedente para los países que han optado por
imitarla.
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