Entrevista al escritor Anand Giridharadas
The Baffler / CTXT
Anand Giridharadas, autor de ‘Los ganadores se lo llevan todo’, habla de un nuevo modelo de activismo filantrópico que impulsa panaceas neoliberales y tecnológicas para males sociales |
El nuevo libro de Anand Giridharadas, Los ganadores se lo llevan todo (Winners Take All),
es un estimulante relato sobre cómo las fuerzas del capital han
convertido la reforma social en otro ejercicio de disrupción de mercado
gestionado por la élite. Giridharadas narra la movilización de un nuevo
modelo de activismo filantrópico que denomina “MundoMercado”: una red de
patrocinadores con mucho dinero que se extiende de Davos a Aspen,
pasando por Silicon Valley, y que impulsa panaceas neoliberales y
tecnológicas para males sociales, como por ejemplo microcréditos y
escuelas concertadas. Giridharadas conoce de primera mano la mentalidad y
las convenciones sociales de “MundoMercado”, ya que es un antiguo
analista de la consultora social McKinsey & Company, un antiguo
miembro del Aspen Institute y un veterano del circuito de charlas TED.
Hablé con él la semana pasada, tras una charla sobre el libro que
distaba mucho del estilo TED y que ofreció en la librería Politics and Prose de Washington.
Chris Lehmann:
Estaba pensando en el ejercicio de imaginar un mundo perfecto que
propusiste anoche, en el que invitaste al público a imaginar a Mark
Zuckerberg como si fuera un auténtico traidor de clase. En principio, el
último gran traidor de clase fue Franklin Delano Roosevelt (FDR), autor
de la infraestructura del New Deal que nuestra élite política
lleva destruyendo los últimos cuarenta años. La mayor parte de sus
biógrafos está de acuerdo en afirmar que traicionó a su clase porque
contrajo la polio. Viajó a Georgia para someterse a un tratamiento con
baños y allí entró por primera vez en contacto real con la pobreza
rural, y lo hizo en un contexto en el que su enfermedad le dejó al mismo
nivel de sufrimiento que los pacientes pobres de polio que se encontró.
En cambio, actualmente tienes a Mark Zuckerberg, que el año pasado
organizó un simulacro de campaña presidencial, durante el cual daba la
impresión de estar totalmente perdido cuando acudió a una granja de
vacas o a una cena en el campo de Iowa. En potencia, la traición de
clase es una fuerza muy poderosa, pero ¿cómo se consigue sacar a los
multimillonarios de hoy en día de sus burbujas autoimpuestas, sin que
haga falta reintroducir el virus de la polio?
Anand Giridharadas:
Yo no era consciente de ello cuando empecé a preparar el libro, pero
ahora, cuando miro atrás y pienso en las distintas personas sobre las
que he escrito, me doy cuenta de algo muy interesante: hay gente en el
interior de estas ciudadelas de poder que por cuestiones de identidad
personal han conocido el lado negativo de la ecuación de poder, ya sea
porque son negros, gais, mujeres o por el motivo que sea, poseen una
doble conciencia sobre el sistema. Darren Walker [director de la Ford
Foundation] es un buen ejemplo. Está donde está porque cree a pies
juntillas en lo que hace. En cierto modo, Darren piensa que si metes a
Robert Rubin en una sala, que si metes a Roger Altman [banquero de
inversión] en una sala, mejoras el mundo. Creo que lo piensa de verdad. Y
también creo que piensa que las salas llenas de este tipo de gente
están llenas de mierda y nunca cambian nada. Creo sinceramente que es
capaz de pensar esas dos cosas al mismo tiempo, porque ha comprobado la
veracidad de ambas situaciones. Y, en cierto modo, las dos son verdad.
CL: Sin embargo, sola una paga su sueldo.
AG:
Sí, pero la otra es responsable de su existencia en la Tierra. Y Darren
es una de esas personas, de las que hablo en el libro, que aún recibe
mensajes de texto de sus primos encarcelados con el mono naranja. Por
eso Darren nunca ha podido olvidar las pretensiones y las gilipolleces
de la gente con la que comparte oficina cada día. Eso no es exactamente
traición de clase, pero es uno de los puntos de los que podría partir, y
si llegara a producirse una oleada (si se produjera el tipo de
movimiento reformista que defiendo) haría falta un poco de eso. Puede
que ni siquiera haga falta tanta gente. Quiero decir, unas pocas
personas importantes lograrían marcar la diferencia. Creo que se debe
buscar ese tipo de gente con doble conciencia. Por eso puede que no sea
un hombre blanco, puede que no sea Zuck o Bezos, pero hay mujeres que
han ganado mucho dinero en esa órbita, hay personas de color que han
ganado mucho dinero en esa órbita, y creo que ese es un lugar donde se
puede empezar a buscar. Por mencionar solo mi propia experiencia, yo he
hablado con muchísimas personas en privado, y lo que te voy a decir no
aparece en el libro, pero la persona más interesante de Facebook es la
que se sienta en esa reunión cada día con otras siete personas que creen
firmemente que Facebook está liberando a la humanidad, y es esa octava
persona que no está tan segura, porque ha visto el poder que tienen
estas herramientas para ayudar de verdad a las personas vulnerables y
que piensa: “Dios mío, esta gente está loca”.
CL: Sí, pero
¿cómo abordar el control de algo como Facebook? Como dijiste en tu
charla de anoche, los senadores no saben por dónde empezar la tarea de
regularlo; se ha convertido en algo así como una versión monopolista de
una ciudad-estado autónoma.
AG: Creo que la esperanza
fundamental de mi libro, y solo me di cuenta de esto a medida que
avanzaba con él, es que resulta mucho más fácil decir: “Esto es
interesante”, que decir: “Oye jefe, creo que todo lo que rodea a nuestra
organización es un fraude”. Para alguien de veinticinco años es difícil
decir: “En esta empresa todo es una mierda”; sin embargo, es mucho más
fácil decir: “Oye jefe, han publicado un artículo en el Times
este fin de semana, no es que esté de acuerdo con todo lo que dice, pero
es interesante. A lo mejor deberíamos reaccionar”. Y creo que un libro,
o este tipo de intervenciones culturales, puede conseguir eso,
enganchar a las personas que están en esas órbitas y hacer que cambien
su forma de pensar sobre lo que hacen y conectarlas entre ellas.
CL:
Sinceramente, veo un motivo para la esperanza (pese a que no soy muy
optimista acerca del futuro) en la explosión de interés que estos temas
han despertado entre las nuevas generaciones. También creo que dentro de
la burbuja de Washington D.C. la gente no entiende el nivel de
desencanto con Obama que existe entre los jóvenes reformistas. El
movimiento de Sanders apeló a ese desencanto, haciendo de la desigualdad
un tema central.
AG: Correcto, hablaba de todo lo que Obama no pudo solucionar a pesar de toda la esperanza y los cambios.
CL:
Y lo más sorprendente es que en 2008 los demócratas consiguieron
incluir al movimiento joven en sus filas, ya que comprendieron que les
aportaba una enorme ola de votantes motivados que podrían elevarlos al
podio, pero en 2016 se esforzaron de forma deliberada en expulsarlos.
AG:
Sí, debo decirte que mi experiencia con este libro me ha sorprendido
mucho a la hora de ver quién necesita una explicación de un minuto y
quién necesita una explicación de siete segundos. Y ha sido un poco al
revés de lo habitual, en mi experiencia. Cuando estoy en el este de Ohio
y digo: “Esto va de gente rica fingiendo que salva el mundo”, me
interrumpen y saltan: “Ah sí, Mark Zuckerberg”. Lo pillan porque están
en el lado equivocado del falso cambio desde hace treinta o cuarenta
años. Las personas de diecinueve o veinte años también tardan siete
segundos en entenderlo. Pero las personas que viven en los barrios
acomodados de Washington D.C. se sorprenden al escuchar que el dinero
que manda a África su fondo de inversión no sirve para hacer que el
mundo mejore.
CL: Así es; es verdad que los recién
graduados están metidos en deudas aplastantes y que la marginada clase
trabajadora del este de Ohio sabe que los han jodido, pero las
instituciones permanecen en manos de las fuerzas que describes en tu
libro como “MundoMercado”, gente que puede tener buenas intenciones,
pero que en realidad están alimentando este mundo sin saberlo.
AG:
Sí, pero volviendo al asunto de la traición de clase, podrían pasar un
par de cosas, siendo optimistas. Chris Hughes [el cofundador de
Facebook] es un ejemplo de alguien dentro del MundoMercado que posee una
perspectiva interesante. Ya sabes, creo que Chris Hughes no tendría
problemas en vivir en una sociedad que fuera más severa con personas
como Chris Hughes. Una cuestión es, ¿podemos hacer que algunos de esos
grandes donantes cambien su forma de donar? Por ejemplo, creo que Bill
Gates, con todo el dinero que dona para educación (y lo podría hacer
mañana por la mañana después de leer esta entrevista), podría donar algo
así como mil millones de dólares… Hay un caso del Tribunal Supremo [San
Antonio ISD contra Rodríguez] que dictó [en 1973] que la igualdad de
financiación de las escuelas públicas no es un derecho, que la
Constitución no prohíbe la discriminación de clase. El componente de la
clase en todo esto no va a cambiar; si quieres darle la vuelta a esto
tienes que hacerlo a través de la raza. Es difícil, pero probablemente
haya pocas decisiones judiciales que sea tan importante revocar.
CL: Bueno, Citizens United…
AG:
Sí, hay varias; pero esa [San Antonio contra Rodríguez] es una decisión
en la que existe un evidente caso de bien y mal. No creo que ni
siquiera los conservadores de derechas puedan defender sin saltarse sus
principios que un niño de seis años reciba una educación de menor
calidad a causa del valor de la casa que poseen mamá y papá.
CL: Sin embargo, sí lo hacen, y ese es el statu quo actual.
AG:
Pero nunca lo defienden en voz alta. La defensa que se hace de Citizens
United se basa en una convicción ardiente y sincera en que el gobierno
no debería poner freno a la libertad de expresión. No estoy de acuerdo
en lo que dicen, pero creo que lo defienden de manera sincera. Nunca he
escuchado a un rico [afirmar] que un niño de seis años merece una
educación peor por lo que vale su casa. La respuesta siempre es: “Bueno,
es complicado, no es fácil…”.
CL: Pero sí que dicen:
“Bueno, hay una patología familiar, una cultura de pobreza que genera
esos resultados tan dispares, y ahí el Estado no puede intervenir de
manera constructiva”.
AG: Pero aun así no es una defensa ruidosa, de principios fundamentales, que diga “este es el mejor mundo”. El New York Times
publicó hace poco un artículo sobre algunas de las demandas judiciales
atascadas en los tribunales que intentan revertir esa decisión judicial.
Si dedicas mil millones de dólares a mover ese juicio en el Tribunal
Supremo, es un ejercicio de poder probablemente excesivo para una sola
persona, pero tendría que trabajar con demandantes de verdad, tendría
que trabajar con el Estado de derecho, tendría que trabajar con un
tribunal de verdad. Y si ganas ese caso, el sistema en Estados Unidos
habrá cambiado, de la noche a la mañana.
CL: Cierto, pero
mi lado cínico cree que eso no sucederá porque no alimenta la vanidad de
Bill Gates. Eso, como tú sostienes, es lo que estimula a los grandes
capitales que están detrás del movimiento de las escuelas concertadas,
que es una reforma escolar sin ningún valor objetivo que no obstante
imita el modelo con el cual esta nueva clase de donantes ha hecho
fortuna: una disrupción o innovación que satisface las necesidades del
mercado. Llegan a creer que el camino que siguieron para establecer un
monopolio en el mercado no solo resulta eficaz para ellos, sino que es
moralmente superior.
AG: En líneas generales, eso es
cierto, y por eso escribí el libro. Pero hay un puñado de personas que
son tan ricas que pueden permitirse cambiar los últimos diez o veinte
años de su vida y decir “que le den”. Y es gente rara, que cree que así
es como fueron capaces de acumular esas fortunas. Quiero decir, el
modelo de negocio de Amazon es muy raro y no ha dado beneficios hasta
hace poco. Por eso, retomando el tema de “cómo revivir la experiencia de
la polio”, lo que resulta antropológicamente interesante sobre estas
personas es que les gusta disfrutar de esas experiencias raras. Sí, es
cierto, tienen hermosas casas y esas cosas, pero son diferentes de la
gente de finanzas. En mi experiencia, esa gente hace cosas raras.
Organizan grandes eventos para artistas, y sí claro, la vanidad está
presente, pero muchas de esas personas son coleccionistas de rarezas, de
experiencias, y lo que quieren es que se les plantee un reto.
CL:
Así que Bill Gates en persona hizo propaganda de tu libro, como
descubrimos en la sesión de preguntas de anoche. ¿Ya has recibido
reacciones de otras personas del círculo del Aspen Institute o del mundo
de TED? Y de ser así, ¿de qué manera te han sorprendido esas
reacciones?
AG: La sorpresa más grande ha sido la ausencia de una reacción severa. Me esperaba un muro defensivo.
CL: ¿Entonces no has perdido ningún amigo?
AG:
Bueno, no lo sé. Solo diré un par de cosas: pensé que recibiría emails
agresivos, pero no ha sido así. Hay emails sorprendentemente efusivos
que dicen: “Estás haciendo que me mire a mí mismo de una forma que nunca
pensé que lo haría”, y de esos he recibido un montón. Y luego hay
bastante silencio y todavía no sé cómo interpretarlo. Creo que el libro
ha alcanzado una cierta importancia, por lo que no conviene mandar
ningún email agresivo ahora mismo. Por eso no sé, sinceramente, cuál es
la opinión general. Lo que sí diré es que me ha impresionado la
magnitud, es decir, recibo muchos, muchos mensajes al día de todo tipo
de gente que me dice: “Queremos ser algo mejor”.
El espíritu de esto que te digo quedó plasmado en público. No sé si conoces la Stanford Social Innovation Review;
bueno, pues pidieron a Mark Kramer, un inversor de capital riesgo que
diseñó junto a Michael Porter el marco de valor compartido del que hablo
en el libro, que escribiera una reseña sobre él. Cuando escuché que iba
a escribir una crítica pensé: “me va a destrozar”, pero su texto es una
reseña reflexiva y maravillosa. Estamos hablando de un tipo con canas
que afirma: “Este libro me está obligando a considerar el trabajo de
toda mi vida. ¿Ayudé de verdad a personas durante mi carrera
profesional? ¿Soy la persona que creo que soy?” Me ha sorprendido
muchísimo cómo la gente tiene la capacidad de preguntarse eso, no tengo
tan claro que yo estuviera en disposición de hacerlo si un libro me
interpelase así. Y eso me da ánimos, aunque no creo que haya sido por mí
o por el libro. Creo que se debe sobre todo a Trump. He estado
plenamente convencido de ello desde que ganó Trump. No creo que se pueda
entender a Trump sin pensar que todos la hemos cagado.
CL:
Es verdad, y por eso, sea cual sea el resultado de la investigación
Mueller (no me cabe duda de que se produjo algún tipo de injerencia
rusa, aunque no fuera una intervención con espionaje masivo) necesitamos
reconsiderar cuáles son los fallos del neoliberalismo.
AG: Son dieciocho fallos de sistema paralelos y descoordinados que han tenido lugar al mismo tiempo.
CL:
Sí, y por utilizar un grado sencillo de simbolismo político y regresar
de nuevo a Franklin Delano Roosevelt: una de las primeras cosas que hizo
fue convocar la comisión Pecora para elaborar un relato fidedigno del
crac de 1929 y meter a los responsables en la cárcel. ¿Eric Holder
procesó a cuántos, a un banquero tras el colapso de 2008? ¿Qué imagen de
gobernanza democrática ofrece eso?
En mi ciudad natal de Iowa,
que como Ohio del este forma parte del movimiento de votantes del alto
medio oeste que elevó a Trump, la gente miraba ese fracaso y su propia
decadencia (recordemos que esta era la capital mundial de fábricas de
aperos de labranza que quedó arrasada después de la crisis agrícola de
la década de 1980, que sufre la crisis de la metanfetamina y los
opiáceos, etc.) y aunque la gente con la crecí no son racistas hasta la
médula, llega este demagogo diciendo que tienen que culpar a los
inmigrantes, a la gente de color, a cualquiera que no sean los banqueros
y los monopolistas que se han beneficiado de su miseria.
AG:
Y aunque solo estuvieran buscando un chivo expiatorio, esa reacción no
explica cómo llegaron a ese punto. Y por eso es ridículo todo este
debate sobre si la ansiedad económica o la búsqueda de un culpable son
las responsables, lo peligroso es la interacción entre ambas. La gente
racista con buenos trabajos es un poquito menos peligrosa para nosotros
que la gente racista que pasa hambre. Y la gente que ha sido
económicamente marginada y que es racista es todavía más peligrosa que
la gente racista que no ha sido económicamente marginada. Hay que
solucionar ambas cosas.
CL: Claramente, la lección que se puede aprender de Trump es que la gente rica que además es racista es extremadamente peligrosa.
AG:
Pero lo más esperanzador de todo esto es que Trump te priva de la
excusa; creo que Trump ha diluido una parte de la postura defensiva que
me esperaba respecto a mi libro, porque algunas de estas personas
piensan: “Vale, me estás diciendo que hice algo mal. Puedo entenderlo”.
La presunción ahora está a favor de la culpabilidad en lugar de la
inocencia.
CL: Estaba pensando a raíz de un comentario que
hiciste anoche, sobre que Trump ha contribuido a empañar, si no a
desprestigiar por completo, la credibilidad de los superricos que
menosprecian la reforma social, y no estoy seguro de estar de acuerdo.
En la cultura general, Zuckerberg y Bezos todavía son considerados amos
del universo. Mira a Tom Steyer, el multimillonario que cogió 40
millones de dólares y en lugar de utilizarlos para cambiar los barrios,
ha financiado una campaña publicitaria para apoyar el proceso de
destitución de Trump, algo que se asemeja mucho a una versión
concienciada del tipo de dinámica de mierda que describes.
AG: Así es, y mira el tipo de patrocinadores que los demócratas han cultivado: Oprah, Howard Schultz, Michael Bloomberg.
CL:
Uno de los momentos en que pensé que posiblemente Hillary iba a perder
fue cuando los demócratas organizaron esos mítines enormes con
Springsteen en Filadelfia y con Beyoncé en Cleveland, lugares donde la
pobreza y la desindustrialización se han prolongado de manera real, y va
esta colección de ricos y famosos a representar al partido. En cambio,
la psicodinámica del mitin de Trump te hacía sentir empoderado y parte
de algo si eras viejo, blanco y estabas lleno de resentimiento. La
sensación era: “Este es mi hombre, mi movimiento, este va a luchar
contra la élite”.
AG: Esto que voy a decir es un poco
tangencial, pero una de mis frustraciones con el partido demócrata es
que creo que hay una fusión de tácticas y estrategias. Me encanta la
idea del partido demócrata, su estrategia, su fondo, ser amable,
generoso e inclusivo, ser para la gente y no malvado y enfadado, me
encanta eso.
Pero en relación con la cuestión táctica, que en mi
opinión necesita estar totalmente separada del fondo, si hablamos de un
entorno político que contiene algo de rabia, miedo o culpabilización,
además de esperanza, hay que señalar a los malos, hay que ir contra la
gente que está causando los problemas, hay que señalar con el dedo.
Luchar por una política inclusiva no significa que tu tono tenga que ser
inclusivo siempre.
CL: De nuevo, no es por a mencionar a Franklin Delano Roosevelt, pero en su discurso de candidatura de 1936…
AG: Claro: “Bienvenido sea su odio”, pero hoy en día ¿qué demócrata diría eso?
CL: Ninguno, ¿estás de broma?
AG:
Hoy en día, el partido demócrata es literalmente lo único que evita que
varios grupos de personas en EE.UU. sean aniquilados, de una forma u
otra, ya sea mediante políticas o deportaciones. Si tienes esa
responsabilidad, y no estás dispuesto a levantar un poco la voz, no
estás atendiendo de verdad a esas personas. Tienes que gritar y sabes
que tampoco puede ser todo sobre Trump. El partido demócrata necesita
ser un partido que esté dispuesto a ser agresivo en política para luego
ser agradable en las políticas.
CL: El eslogan que ha
utilizado el Comité demócrata para la campaña al Congreso en estas
elecciones a mitad del mandato es “Para la gente”, pero el tema es que
el partido necesita ser la gente.
AG: ¿Quién se siente
representado en este partido de cuántos, 125 millones de personas? ¿Qué
algoritmo nos ha colocado a Nancy Pelosi y Chuck Schumer como líderes?
CL: Te diré qué algoritmo: el de la recaudación de fondos en política.
AG:
Correcto. Y por el contrario, ahí tienes a alguien como Tim Ryan, que
conocí justo el otro día. Es una persona que sabe hablar, su corazón
está en el lugar adecuado en todos los temas relacionados con la
igualdad, la justicia y la inclusión. Y también sabe enfrentarse al tipo
de gente a los que ganó Trump. Pero no va a darles absolutamente nada
de cuartel en temas relacionados con la inmigración o los asuntos de la
guerra cultural. Y luego tienes a gente como [Andrew] Gillum en Florida y
[Alexandria] Ocasio-Cortez. Ningún algoritmo lo habría previsto
tampoco. Yo creo que están pasando cosas. Y creo que, por poner un
ejemplo, Cynthia Nixon está redefiniendo lo que podría ser la
candidatura de alguien famoso. Ella también es una traidora de clase; es
una manera de utilizar su fama para decir: “¿Ves?, puedo permitirme
estar en contra de mi gente”, en lugar de utilizarla para decir: “¿Ves?,
puedo permitirme presentarme a unas elecciones”.
CL: Y tú
también, en menor medida, eres un traidor de clase: segunda generación
de consultores en McKinsey, miembro del Aspen Institute y orador de
charlas TED.
AG: Mis dos charlas TED fueron una especie de
preparación previa de este libro. Una estaba basada en mi último libro, y
terminó con esta lista de desafíos para oyentes privilegiados: “Si
cobras un sueldo al año y no a la hora, si no conoces a nadie que haya
estado enganchado a la metanfetamina, puede que no sepas lo que pasa de
verdad en Estados Unidos”. Y la segunda fue justo después del Brexit, algo improvisado justo antes de Trump. Se titulaba Carta para todos los que han perdido en esta época.
Fue un extraño recurso literario, porque era una carta, pero no de mí,
era una carta escrita como si fuera en nombre de los plutócratas, para
la gente que han dejado al margen durante los últimos treinta o cuarenta
años. Y es una carta que pide al mismo tiempo perdón y que trata de
expiar la culpa por desatender a la gente normal en esta época y que
afirma pasionalmente que los autócratas demagogos y el racismo no son la
respuesta al dolor legítimo que sienten como consecuencia de los
cambios que se han producido.
Ese es el motivo, en parte, de que
piense que una política agresiva, pero saludable, puede resultar muy
útil en este preciso momento, a diferencia de una política de aspecto
noble que pretenda sentar a los multimillonarios alrededor de una mesa.
Lo que consigue eso es dejar un gran espacio disponible para que los
malos lo exploten por los motivos equivocados.
CL: Esa es la falacia del “Cuando ellos bajan, nosotros subimos”.
AG:
Eso es, aunque también quiero decir que comprendo profundamente los
motivos de que el primer presidente afroamericano, y más que nada su
mujer, hablaran de los feos ataques que recibió su familia. Comprendo
profundamente el imperativo personal que opera en este caso. Eso era lo
correcto para ellos. Y todavía ni siquiera estábamos en la era Trump.
CL:
Sí, pero también está el problema para Obama de que, al ser el primer
presidente afroamericano, lo último que se podía permitir políticamente
hablando es parecer un hombre negro furioso.
AG: Claro,
pero creo que sabes que ya no estamos en esa era. Y si existe un cierto
deseo entre la gente de que su rabia se vea reflejada en ellos mismos,
de que sea elevada y canalizada para hacer cosas constructivas, ¿vas a
dejar sin atender ese hambre de rabia, para que venga un papanatas
malvado y demagogo y satisfaga ese deseo?
CL: Me interesa
saber lo que piensas, ya que lo que se describe en el libro es una
sigilosa adquisición por parte de los ricos no solo del sector
filantrópico, sino del sector universitario, del ecosistema
mediático…Sin embargo, creo que una poderosa institución que podría
responder a todo esto es el movimiento sindical. A pesar de la baja
representación sindical que existe hoy en día, si se habla de temas
centrales de poder político, los sindicatos son una buena manera de que
la gente viva la experiencia tanto de tomar el control de sus propias
vidas como de observar los resultados inmediatos que eso produce.
AG:
Y sobre ese tema yo pienso que tenemos que ser conscientes de dos
cosas: una es que ha habido una guerra sin precedentes contra los
sindicatos, organizada por el gran capital y consumada por la política; y
también que es cierto que se ha fracasado a la hora de innovar y
adaptar los sindicatos a la realidad de la vida actual.
CL:
Sí, hay motivos para que en la mente popular, cuando se piense en los
sindicatos, lo primero que se venga a la mente es un líder sindical
blanco, viejo, gordo y corrupto.
AG: Cierto y, en cierto
sentido, si eres una fuerza organizadora, tu trabajo es hacer que la
gente te considere importante. Y no creo que hablen con los conductores
de Uber, es decir, sí, hacen el esfuerzo, pero no creo que hablen a sus
corazones. Y no creo que hayan hecho un gran trabajo a la hora de
recrear entre la gente la sensación de comunidad que solían infundir.
Creo que eran muy buenos hablando con gente en Flint, en mítines y en
barbacoas, pero ese ya no es el mundo en el que vivimos. ¿Todavía no
saben, sin ánimo de ser superficial, a qué juegan en las redes sociales?
Tienen que adueñarse de memes, tienen que ser una fuerza cultural.
Igual que hace cincuenta años cuando terminabas el instituto y estabas
orgulloso de tener un trabajo sindicado, necesita ser algo atractivo.
Tienen que entrar en el juego, conseguir el apoyo de famosos, etc.;
entrar en el juego, pero utilizarlo con fines subversivos. Y hay gente
que ya lo está haciendo, como elworkers Lab; tengo un amigo que
trabaja ahí. En el SEIU están intentando averiguar qué aspecto tiene un
sindicato en el siglo XXI. Creo que ese es otro lugar donde se puede
encontrar un traidor de clase en búsqueda de una causa que apoyar, poner
dinero para ayudar a que los sindicatos se reinventen es precisamente
el tipo de causa en la que sabes que va a hacer falta dinero para
conseguirlo. Pero resolver ese problema podría generar un cambio de
sistema que otros programas no conseguirían.
CL: Eso sería una propuesta complicada para Jeff Bezos, que ha precarizado una gran cantidad de mano de obra con Task Rabbit.
AG:
Quizá, o quizá sea lo mejor que le puede pasar. Imagínate a Jeff Bezos
dedicando el resto de su vida a intentar averiguar cuál es el futuro de
la protección laboral.
CL: En la vida real, lo que quiere
es colonizar la Luna. Creo que tienes más oportunidades con Bill Gates,
que básicamente amasó su fortuna a partir de un monopolio patentado, a
diferencia de Bezos que se levanta cada mañana pensando: “¿cómo puedo
obtener una mayor plusvalía de mis trabajadores?” Pero lo más importante
sugiere que ya se está produciendo un movimiento orgánico hacia una
mayor solidaridad entre trabajadores, por eso creo que la militancia del
DSA –Socialistas Democráticos de América– se ha multiplicado más o
menos por treinta en los últimos dos años.
AG: Cuando
pienso en lo que está pasando con el DSA, o lo que está sucediendo con
gente fuera del DSA, como Gillum, y francamente, incluso cuando miro a
Trump y a la heterodoxia en el comercio, me doy cuenta de que hay una
coalición emergente que aún no se ha fusionado. Representa un 60-65 % de
la población de Estados Unidos, y mi enfoque personal a este respecto
es que se trata de gente que siente que el futuro se burla de ellos.
Existe un subgrupo de personas que siente que el futuro se burla de
ellos en todos los aspectos: identidad, raza; claro, ser blanco ya no es
lo que era. Hay gente que lo entiende porque no han tenido un trabajo
desde hace años. Hay gente que llega hasta ese punto porque tienen
deudas asfixiantes con 23 años; hay gente para los cuales todas estas
cosas están pasando, hay gente para los cuales solo algunas de estas
cosas están pasando. Están los que pertenecen a una minoría o son
mujeres que sienten que el cambio no se está produciendo lo
suficientemente rápido. Existe una gran coalición de personas que piensa
“que le den por el culo al futuro” y “no siento que tenga uno”. Creo
que hay espacio ahora mismo para que los políticos creativos aprendan
una cosa de Trump: las coaliciones extrañas son posibles. Puedes
alejarte bastante de la ortodoxia del partido y, en este sistema, el
partido te seguirá la corriente. Vivimos en una época en la que la gente
tiene sus propios seguidores y eso te da mucho poder. No estoy seguro a
ciencia cierta, pero imagino que Trump tiene más seguidores en Twitter
que el partido republicano, imagino que Barack Obama tiene más
seguidores en Twitter que el partido demócrata. E imagino que eso será
también verdad en el caso de los próximos candidatos. Por eso vivimos en
una época en la que los individuos pueden permitirse alentar estas
nuevas coaliciones.
CL: Sí, me dio la impresión de que la
candidatura de Sanders también lo demostraba. Allá por la década de
1990, cuando yo trabajaba para la revista In These Times, Bernie
Sanders escribía para nosotros, porque era por aquel entonces el único
miembro socialista del Congreso, y elaboraba tristes reportajes sobre
sus vanos esfuerzos por inclinar el gobierno de Clinton hacia la
izquierda. Si me hubieran dicho por aquel entonces que un día sería un
candidato creíble para la nominación presidencial del partido demócrata,
no me lo hubiera creído ni en un millón de años.
AG: Y
mira, si Bernie hubiera sido veinte años más joven, una persona de
color, o (según me cuentan) un hombre más amable en el ámbito
interpersonal, si hubiera tratado a sus trabajadores del mismo modo que
sugerían sus políticas, creo que el resultado podría haber sido muy
diferente. Eso demuestra que actualmente hay un terreno fértil para
iniciar una época de reformas. Y no puedes mirar solo a la gente que
está ahí ahora mismo. Creo que hay un montón de pruebas de que las
semillas necesarias están esperando a ser recolectadas. Pero eso
requiere esfuerzo.
CL: Claro, requiere tiempo y paciencia.
Creo que acertaste en tu charla de anoche cuando sugeriste un periodo de
cincuenta años hasta que surtan efecto las reformas significativas.
AG: Y eso son cincuenta años de trabajo.
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Chris Lehmann es redactor jefe de The Baffler y autor de Cosas de ricos. Su último libro El culto al dinero, está disponible en Melville House.
Traducción de Álvaro San José.
Este artículo se publicó en inglés en The Baffler.
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