El invierno está aquí
Durante la noche del 17
de abril, posiblemente nadie podría imaginarse la convulsión social que
experimentaríamos en meses posteriores. Ubicados ya a mediados de
noviembre, es importante hacer un recuento -aunque grosso modo-, desde
el punto de vista económico, de lo que ha ocurrido durante todo este
tiempo.
En este artículo se intentará describir las principales
consecuencias macroeconómicas que han podido ser cuantificadas -o
proyectadas- en el contexto del conflicto sociopolítico que ha
atravesado Nicaragua.
El 10 de mayo de 2018 surgen los tranques.
Conocidos también como «cortes de ruta» estaban destinados a paralizar
el transporte interurbano tanto de personas como de mercancía, así como
también a dificultar la movilización de las fuerzas del orden a lo
interno de las ciudades. Un mes después existían más de 100 tranques en
todo el territorio nacional. Según los principales dirigentes de esta
forma de protesta, había conciencia de que estos implicaban “un
sacrificio” que afectaba a los nicaragüenses, pero que no existía otro
camino para “cambiar el rumbo del país” (Luna & Olivares, 2018).
Como resultado de esto, según los datos del Banco Central de Nicaragua,
en junio de 2018 se observó una disminución interanual del IMAE de un
12.1 por cierto. Este índice es un indicador del desenvolvimiento
económico del país, pues mide el comportamiento de rubros
representativos de la actividad económica nacional. En términos
acumulados, se registró una variación de -1.2 por ciento. La esperada
desaceleración económica se vio materializada. Dentro de los rubros más
afectados se encuentran -en términos acumulados-: construcción (-14.6%),
pecuario (-11.6%), hoteles y restaurantes (-10.8%), y comercio (-4.7%).
Según cifras preliminares del PIB, entre abril y junio de 2018, la
economía registró una disminución interanual de 4.4%. Como resultado, la
actividad económica durante el primer semestre disminuyó 0.9%,
comparado con el mismo periodo del año pasado.
Por el enfoque
del gasto, esta caída fue producto de las disminuciones en la demanda
interna. Mientras que, por el enfoque de la producción, estuvo asociada
por disminuciones en la producción de hoteles y restaurantes, pecuario,
comercio y construcción.
Previendo un escenario conservador, en
el que durante el segundo semestre la actividad económica cayera un 4%,
el año culminaría con una disminución del PIB de -2.45%. Sin embargo,
esta cifra puede ser menor pues las exportaciones -a pesar de los bajos
precios internacionales y de los tranques- se desarrollaron bien. Sumado
a esto, el sector primario (pesca, agricultura, etc.) mostraron
crecimiento durante este periodo.
En linea con lo anterior, la
economía nicaragüense depende mucho del contexto internacional, y en
este no se vislumbran caídas de los precios de exportación, además que
las remesas se mantienen y la demanda mundial no se ha visto deprimida.
Sin embargo, existen estimaciones presentadas por otros actores en referencia a este asunto que no son tan alentadoras.
Según FUNIDES (2018), si el conflicto culminaba en julio, habría una
pérdida total de valor agregado de US$404 millones, correspondientes a
una desaceleración del crecimiento económico de 3.2 puntos porcentuales,
culminando el año con un crecimiento de 1.7 por ciento. Sin embargo, si
el conflicto persistía hasta finales de año, habría de esperarse una
contracción de 2 por ciento del PIB.
Por su parte, el Banco
Mundial (2018) recientemente publicó un informe en el que indica que el
PIB de Nicaragua sufrirá una contracción de 3.8% al finalizar el año.
Sin embargo, dichas estimaciones pueden cambiar en función del
desenvolvimiento económico del país. Según el IMAE de julio, la
actividad económica mostró una reducción en el ritmo de deterioro, pues
registró una disminución interanual de 4.2% (12.1% en junio). Fue
durante este mes que los tranques fueron disueltos, por lo que, su
efecto nocivo se vio minimizado.
En términos de desempleo, no se
cuenta con información oficial de su magnitud al segundo semestre del
año. Empero, según COSEP (2018) a julio han sido despedidas o
suspendidas aproximadamente 347 mil personas, siendo el sector comercio
el más afectado. Además, como medidas para mantener el nivel de empleo
han adoptado modificaciones de horario, vacaciones, flexibilidad en la
asistencia, suspensión y renegociación de contrato, en ese orden de
importancia.
Cabe destacar, sin embargo, que fue la empresa
privada la que, no solamente defendió, sino que también promovió los
tranques; además de realizar la convocatoria a tres paros nacionales.
Incluso, miembros de la oposición aglutinada en la Alianza Cívica por la
Justicia y la Democracia –dentro de la cual está también el COSEP- han
realizado sendos llamados a la desobediencia fiscal, lo que ha traído,
junto a la disminución de la actividad económica y su consiguiente
recaudación indirecta, una disminución considerable en el ritmo de
crecimiento de la recaudación tributaria. Según cifras del Banco Central
de Nicaragua, en junio se manifestó una reducción interanual de 15.2
por ciento en los ingresos fiscales percibidos por el Gobierno.
Este último, ante el nuevo escenario tributario se vio forzado a
realizar un ajuste de 9.2 puntos porcentuales en el Presupuesto General
de la República. Dicho ajuste estuvo dirigido, principalmente a
reducciones en gasto de capital y transferencias a las municipalidades,
lo que más temprano que tarde tendrá efectos sobre el crecimiento
económico del país. En conclusión, el escenario en el que nos
encontramos es crítico. La inevitable contracción económica, el aumento
del desempleo unido al deterioro de la inversión extranjera directa y de
la confianza en el país, nos van a pasar la factura tarde o temprano.
Quizás, ya a noviembre, el clima de terror imperante durante el segundo
trimestre del año se ha extinguido, pero no menos perturbador en
términos de bienestar económico, pobreza y malestar social es el
escenario que se nos plantea en el horizonte.
Ernesto Paredes. Estudiante de Economía y militante del Colectivo Izquierda Nicaragua.
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