Uruguay en la encrucijada
Luego de 15 años de
gobierno del centroizquierdista Frente Amplio en Uruguay, su continuidad
en el poder está en discusión ante la falta de recambio dirigencial y
programático y un ambiente de desilusión generalizado en la población,
lo que amenaza a que la derecha vuelva al poder en 2020, sumándose al
oleaje conservador con tintes fasciostoides que se verifica en la
región.
Tras la segunda guerra mundial el tablero mundial quedó
distribuido y las potencias europeas vencedoras se quedarían con el
continente africano y Estados Unidos tendría en América Latina su patio
trasero.
Luego de la crisis del neoliberalismo, a principios de
los 2000, en la región se sucedieron gobiernos que podemos denominar
progresistas y, al hacer la crítica (necesaria y fundamental) de estos
gobiernos, muchas veces nos olvidamos de la correlación de fuerzas y el
sentido común reaccionario y neoliberal que impera en nuestro día a día.
La
tarea de las elites transnacionales es legitimar la democracia para así
poder legitimar su transferencia de recursos de abajo hacia arriba. Por
eso, la necesidad de tener de aliados a las oligarquías nacionales. En
caso de no tener éxito a través de las formalidades de la democracia,
los militares podrán borrar los marcos de la institucionalidad para que
las elites trabajen con el campo allanado y así poder obrar a rostro
descubierto.
Es un ganar-ganar para ambas partes. De parte de las
elites económicas se genera una abrupta transferencia, sin control
alguno, sin tapujos y saltándose cualquier normativa, por mas poco
restrictivas que sean las de las democracias.
Por el lado de los
militares se sublima ese deseo de imponer su modus de vida en el plano
moral, ideológico y cultural. Mientras unos cooptan nuestros bolsillos,
los otros captan nuestras mentes, cuerpos y sentires. Es la colonialidad
en nuestros fueros más íntimos, donde luego nos vincularemos en la
esfera pública según esas relaciones que nos fueron dadas y que no
revisten nada de libertad.
Como dice Manuel Carvalho da Silva,
sociólogo portugués, profesor y exsecretario general de la Confederación
General de Trabajadores Portugueses, la democracia (burguesa) en la
dictadura del capital, nos da la libertad de luchar por ella. Pero no de
ejercerla. Es una aspiración no algo concreto. Es una proyección
virtual más que un derecho inalienable.
De los errores propios y
las virtudes ajenas, hoy asistimos a una contraofensiva de la derecha
que está siendo efectiva. Cada proceso es distinto y peculiar pero no se
debe perder de vista que la estrategia es continental.
¿Son todos iguales?
Dentro
de la interna frenteamplista se dirimen dos proyectos de país. Uno es
el que entiende que se puede administrar el capitalismo a través de una
cierta redistribución de la riqueza con políticas sociales. Desarrollo
de las capacidades productivas del país con cierto agenda de derechos
sociales; un capitalismo de rostro humano. La incógnita sería develar
qué rostro y de qué humano.
El segundo es un proyecto que
entiende que el capitalismo es una etapa a ser superada por la
humanidad, y de profundo raigambre antiimperialista, que exige
profundizar más y radicalizar en los gravámenes a los grandes capitales y
en la consolidación de una industria nacional al servicio del pueblo.
Por
ahora el primer proyecto es el que conduce el Frente Amplio (FA) en
este momento. ¿Hacia dónde? Se podrían aventurar varios finales. Lo que
está claro es que luego de 15 años de gobierno si no se trazan
esperanzas y recambio, la derecha volverá a gobernar en el 2019
sumándose a este oleaje conservador en el continente con visos
fascistas. El proceso que se viene gestando en materia de derechos
sociales es de franco retroceso. Un fantasma recorre Latinoamérica y es
el del fascismo.
Uno de los mayores errores del Frente Amplio
uruguayo es no haber sabido (o querido) transformar la matriz productiva
del país, de forma que dejara de ser una economía agroexportadora
sumamente dependiente.
Otra cuestión que está atada a lo anterior
y es denominador y factor condicionante de la situación de Uruguay (y
de los países de la región) es la deuda pública. Ante ésto el gobierno
frenteamplista no se ha desmarcado mucho de los partidos tradicionales.
El
Frente Amplio ha colocado un ítem más en una lista que avergüenza a
cualquiera que se diga de izquierda. En la cámara de Senadores la
bancada frenteamplista votó por unanimidad el ingreso de tropas
estadounidenses a suelo uruguayo. Dar estas señales ante el avance de la
derecha y el imperio es más que alarmante. Ser la base logística de una
cuasi posible represión al pueblo argentino en la cumbre del G20 es
inaudito e inadmisible.
No, no son todos iguales. Es innegable el
avance para los más postergados que ha significado el Frente Amplio en
estos 15 años de gobierno. Pero nos debemos una seria autocritica. Cada
vez que la derecha se corre hacia el centro sigue siendo derecha pero
cada vez que la izquierda se corre hacia el centro, deja de ser
izquierda.
Dios los cría…
A la interna uruguaya, la
bancada evangelista sigue acumulando fuerzas en consonancia con las
coordenadas actuales del continente. Recientemente el diputado Álvaro
Dastugue y el suplente Carlos Lafigliola (ambos del Partido Nacional)
iniciaron una campaña de firmas para derogar la recientemente proclamada
Ley Trans, sumándose al coro de voces conservadoras que se posicionan
en contra de dicha ley.
El espíritu de su campaña es que esta
ley es un privilegio y no una conquista de derechos. Curioso privilegio
para una población que tiene una expectativa de vida de 40 años.
En
el litoral norte del país, un candidato a diputado por el Partido
Colorado propone: "cero lumpen, mano dura y plomo para los
delincuentes". La bolsonarización de la política ya está presente
frontera adentro del Uruguay. En política no existen los espacios
vacios. Espacios que no ocupa la izquierda, espacio que es tomado por el
conservadurismo.
Saltar este muro...
Las salidas
parecen pocas y no muy cercanas. Pero se puede atinar a plantear algo
que se puede empezar a hacer hoy mismo. Lo primero es resistir al
fascismo envalentonado. Lo segundo es organizar, organizar, organizar y
formar cuadros. Lo tercero (y de manera más local) es empoderar a los
movimientos sociales, además de girar el Frente Amplio hacia la
izquierda.
Esto no es en orden lineal ni una etapa sucesiva luego
de la otra. Es conjugar las distintas necesidades urgentes y los
importantes horizontes emancipatorios de manera dialéctica. Tamaña tarea
le espera al FA ante este monstruo que es grande y pisa fuerte, diría
León Gieco.
Nicolás Centurión. Estudiante de Licenciatura en
Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Analista asociado al
Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
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