Steven M. Druker *
Aunque los partidarios de
los alimentos genéticamente modificados (GM) afirman que no hay
evidencia de que éstos hayan causado efectos dañinos, varios estudios
que lo prueban han sido publicados en revistas científicas (como explico
en mi artículo de La Jornada del 7 de junio anterior). Uno de
los análisis más rigurosos demuestra que un tipo de maíz transgénico que
ha permeado en el suministro alimentario en México es
significativamente tóxico; sin embargo, aunque hace 6 años se probó su
toxicidad, ese grano se ha mantenido en el mercado global mediante
engaños de respetados científicos e instituciones científicas –incluida
la Academia Mexicana de Ciencias.
Ese producto venenoso, el maíz NK603, fue creado por Monsanto y
diseñado para tolerar el herbicida de esa compañía basado en glifosato
(Roundup). Aunque ya había logrado la aprobación regulatoria con base en
un estudio toxicológico de alimentación de 90 días, cuando un grupo de
científicos de la Universidad de Caen lo sometió a prueba durante dos
años descubrió que causó daños importantes en hígado y riñones de ratas
experimentales y publicaron sus hallazgos en 2012 en Food and Chemical Toxicology.
Esos resultados ponen en duda a la industria total de alimentos GM,
porque no hay regulación alguna que requiera pruebas por plazos mayores a
90 días y varios cultivos de ese tipo entraron al mercado sin prueba
toxicológica alguna. El estudio demostró que el maíz era dañino cuando
se le asperjó con Roundup y también que era tóxico incluso sin ser
asperjado.
Además, que el Roundup era perjudicial también cuando se administró
por separado en niveles equivalentes a una porción de maíz asperjado.
Teniendo en cuenta que 80 por ciento de cultivos genéticamente
modificados se utiliza junto con Roundup, ese análisis asestó un doble
golpe a la empresa de alimentos transgénicos, revelando que han sido muy
deficientes las pruebas de todos los alimentos genéticamente
modificados y que el herbicida con el cual se trata a la mayoría de
ellos es tóxico a nivel de uso rutinario.
En consecuencia, muchos proponentes de la empresa estaban
desesperados por desacreditarlo, pero como era un estudio sólido de
toxicología sus resultados principales no pudieron ser criticados
legítimamente. Por ello recurrieron al engaño. Se enfocaron en una
sección auxiliar que reportó una tasa en aumento de desarrollo de
tumores en las ratas alimentadas con NK603. Aunque esos datos no fueron
parte del estudio principal, los críticos proyectaron la ilusión de que
eran los hallazgos primarios y únicos –y que el estudio había sido
diseñado como análisis de carcinogenicidad. Entonces argumentaron que no
cumplió con las normas para un estudio de carcinogenicidad, desviando
la atención en el hecho de que sí cumplió con los estándares de un
estudio de toxicidad y que los resultados toxicológicos eran válidos.
Monsanto orquestó el ataque y los científicos que indujo a unirse
bombardearon a la revista con exigencias de que el estudio fuera
desmentido. Después de más de un año de presión y de la inclusión de un
ex empleado de Monsanto en el comité editorial, la revista aceptó las
demandas.
Sin embargo, aunque el redactor jefe reconoció la validez de los
resultados toxicológicos, indicó como razón única para rechazar los
hallazgos del estudio relativos a tumores que
no eran concluyentes, lo que no es razón válida para retractarse.
Aunque el estudio fue publicado nuevamente en otra revista científica
debido a su solidez, numerosos expertos han continuado tergiversándolo y
engañado a la mayoría refiriéndose a éste como un estudio de
carcinogenicidad no válido e instituciones científicas eminentes han
participado en ese engaño, incluyendo la Academia Mexicana de Ciencias.
Cuando su publicación de 2017 sobre transgénicos discute el estudio,
menciona sólo los hallazgos relacionados con tumores y nunca ofrece
alguna indicación de que se demostró que tanto el NK603 como el
herbicida Roundup fueron tóxicos. Ocultar datos fundamentales de esta
manera es fraudulento y debería ser profundamente inquietante para los
consumidores –sobre todo porque un grupo de científicos mexicanos
descubrió recientemente que el NK603 y el Roundup han contaminado una
porción sustantiva de los alimentos en la zona de Ciudad de México. Por
ejemplo, el grupo científico detectó NK603 en más de 68 por ciento de
tortillas que examinaron y en más de 66 por ciento de la harina de maíz.
¿Por qué está más comprometida la Academia Mexicana de Ciencias en
proteger la salud de la industria de alimentos GM que la del público
consumidor, en tanto que deliberadamente lo ha engañado sobre el hecho
de que el alimento transgénico que come habitualmente es tóxico? Las
reformas a una necesaria reglamentación están claramente atrasadas.
* Steven M. Druker es director ejecutivo de la Alianza para la Biointegridad,ONG de Estados Unidos.A
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