Es
hora de darnos una discusión profunda sobre nuestra identidad nacional,
y de poner en el centro de la discusión política la cuestión racial,
históricamente irresuelta y negada.
Mauricio Macri, en el Foro Económico Mundial de Davos dijo: “Yo
creo que la asociación entre el Mercosur y la Unión Europea es natural
porque en Sudamérica todos somos descendientes de europeos”. Semejante
falsedad expresada por el presidente no me sorprende y desde el campo
popular, lejos de indignarnos porque no reconoce la diversidad
argentina, debemos intentar hacer una lectura política de los dichos
presidenciales y de la falta de sanción por parte de la oposición.
Macri
está en Europa pero no le estaba hablando a la Unión Europea (como si
fuese posible hacerles creer a los europeos que somos como ellos). Le
estaba hablando a su electorado, al que le hace arrasar en la Ciudad de
Buenos Aires, y en el lenguaje que ellos quieren. En medio de medidas de
ajuste, desempleo, pobreza, represión, presos políticos, inflación,
devaluación, endeudamiento récord, desapariciones forzosas y muertos a
manos de las fuerzas de seguridad, nuestro presidente busca mantener
viva la “revolución de la alegría” apelando al “destino manifiesto” de
los europeos y sus descendientes para seguir surcando las aguas del
progreso y la civilización. Macri está diciéndoles “Yo gobierno para
ustedes. Voy a cerrar un acuerdo con Europa para que ustedes sean más
europeos.” Apelar a su base electoral con un discurso racista es un
recurso clásico de los políticos conservadores.
Después de
todo, el racismo está en el ADN de la administración actual y esta idea
en nuestro país es tan vieja como la constitución nacional (ver su
artículo 25, “El Gobierno federal fomentará la inmigración europea…”).
O dicho en castellano antiguo, la coalición CAMBIEMOS gobierna para los
blancos, para los que se sienten blancos o aspiran a “serlo”. El PRO y
sus aliados son los que mejor han entendido esa relación histórica y
corren con la ventaja del desparpajo y la iniciativa política. Por eso
desde las redes sociales de la Televisión Pública, bajo la conducción de
Hernán Lombardi, destacan la nefasta frase de Macri y la acompañan con
el hashtag “#BuenJueves”. Pero sobre todo actúan en el marco de una
oposición política para los que la cuestión racial no representa un
conflicto porque son todos tan blancos como el presidente y sus laderos
(basta echarle un vistazo a la composición étnica de los miembros del
Congreso para ver que la enorme mayoría son descendientes de europeos,
como dice Macri).
Macri y su gabinete están hablando para
su tribuna. Al mejor estilo Trump, están provocando, están agitando el
fantasma del odio. No ignora que en Brasil la mayoría de la población es
afrodescendiente, como tampoco ignora que en Argentina como en todos
los países del Mercosur, lejos de ser todos descendientes de europeos,
la mayoría desciende de pueblos originarios. Dijo semejante falsedad no
solo porque le está hablando a los propios, sino porque puede hacerlo ya
que no entra en conflicto con el resto de la dirigencia argentina. Para
marcar la diferencia no basta con adoptar una retórica o un eslogan
inclusivo (por ejemplo, “La patria es el otro”), tampoco basta con
trabajar por el acceso a derechos. De lo que se trata es de acceso al
poder, de que los negros tengamos acceso al poder.
El
activista sudafricano Steve Biko entendía que ser negro es una actitud
mental, la actitud de, más allá de la pigmentación, saberse
discriminado, políticamente oprimido, económicamente explotado y
socialmente degradado. Los pueblos de América del Sur somos todos
negros. Mientras la derecha en el continente entero agita la bandera del
odio y el desprecio, denostan la corrección política y nos quieren
borrar de la historia y del presente, les tenemos que gritar fuerte que
somos negros, choripaneros, negros de mierda, y organizarnos.
Del
cambio de siglo a esta parte, asistimos a lo que Enrique Dussel llamó
la Segunda Emancipación de América Latina. Sin embargo, esto se entendió
en algunas latitudes más que en otras y en lo que atañe a Argentina,
ese proceso quedó trunco. Hay que “volver”, sí, pero hay que volver
mejores. Esta vez, los pueblos originarios, los afrodescendientes, los
negros en sentido amplio, tenemos que tener voz, voto y poder. Tenemos
que ocupar espacios de poder, tenemos que estar en las listas, tenemos
que encabezarlas. Si no, al campo popular se le escapa la tortuga y
lamentablemente, el fenómeno CAMBIEMOS no se trata sólo de que la
derecha gana elecciones, lo más grave es que las opciones progresistas,
populares y/o de izquierda, las pierden y las consecuencias las seguimos
pagando los negros. La forma de contrarrestar el avance de la derecha
es analizando y comprendiendo el conflicto racial, reconociendo y
entendiendo que la grieta tiene colores, incorporando verdaderamente los
movimientos sociales y étnicos a los espacios de poder.
En
Argentina, la discusión de género logró ingresar a la agenda política,
la de clase se discute de forma marginal y la de raza brilla por su
ausencia. A raíz de esta frase del presidente, es hora de darnos una
discusión profunda sobre nuestra identidad nacional, y de poner en el
centro de la discusión política la cuestión racial, históricamente
irresuelta y negada. Mientras la oposición pretenda responder al
discurso racista del gobierno con argumentos macroeconómicos, por más
ciertos que sean los datos, no les alcanzará. Necesitamos entender que
el racismo ordena nuestra sociedad, que la grieta tiene colores. Que de
un lado están los blancos y del otro estamos los negros; de un lado
están los qom, del otro los Insfrán; de un lado los mapuches, Rafael
Nahuel, Facundo Jones Huala, del otro las Michetti, los Bullrich y su
Gendarmeria; de un lado Milagro Sala y Luis D’Elía, del otro los Gerardo
Morales y los Pichetto.
Macri
y los suyos exaltan, sin vergüenza alguna, su orgullo blanco. Yo quiero
ver a los negros, los que fuimos invadidos, los que fuimos carne de
cañón en las guerras por la independencia, los que vamos presos, a los
que las balas de goma nos pegan, a los que las balas de plomo nos matan,
los que le ponemos el cuerpo a la democracia, con la frente en alto,
encabezando listas, ocupando espacios de poder. Si desde el campo
popular queremos dar vuelta esta página de la historia, sólo lo
lograremos cuando el racismo estructural y sus implicancias dejen de ser
temas importantes y se tornen urgentes.
Federico Pita
Politólogo – Presidente de la Diáspora Africana de la Argentina
https://www.alainet.org/es/articulo/190795
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