José Antonio Rojas Nieto
El Departamento
del Trabajo de Estados Unidos realiza un par de encuestas mensuales
para dar seguimiento a la evolución del empleo, la ocupación, el salario
y, en general, la situación laboral de los estadunidenses, incluidos
los migrantes. Una primera en las unidades económicas (establishment survey). La segunda en los hogares (current population survey).
Este viernes se publicaron los datos más recientes, normalmente los
consulto en la base de datos de la Reserva Federal. Ahí se encuentran
también otra información del mismo banco central, de la Oficina de
Análisis Económico –la famosa BEA, por sus siglas en inglés– (evolución
macroeconómica), de Censos de Población y Vivienda, y de otras entidades
públicas (www.federalreserve.gov).
Así, es posible descubrir las tendencias principales del empleo y del
desempleo, confirmar que nuestros vecinos no las tienen todas consigo y
que hacen bien en preocuparse por sus empleos. Aunque a veces busquen
culpables y falsas salidas.
Los datos actuales confirman la enorme precariedad a la que han
arribado el empleo y la ocupación en el vecino país. Ya no sólo para los
migrantes, sino para todos. El estruendo característico del actual
gobierno no hace sino ocultar esa terrible realidad de nuestros vecinos.
Algunos datos: una población de poco más de 327 millones habita en
aproximadamente 120 millones de hogares. De una fuerza laboral civil
(mayores de 16 años) de más de 160 millones de estadunidenses, tienen
empleo 154 millones. Casi 7 millones de personas no lo tienen (tasa
oficial de 4.1 por ciento), pero 20 por ciento de los ocupados tiene un
trabajo de tiempo parcial.
Oficialmente se reconoce como tales a los 27 millones que trabajan
menos de 35 horas a la semana. Acaso por eso, el número de quienes
buscan empleo supera a los 7 millones que no lo tienen. También lo
buscan –por razones económicas principalmente– muchos ocupados. La suma
de quienes buscan empleo es de 13 millones. Así, el porcentaje de la
fuerza laboral civil que
presionapor un empleo –lo tenga o no– es de poco más de 8 por ciento (8.2) de esa fuerza laboral de 160 millones de personas.
Si reconocemos que sólo 127 millones de estadunidenses tienen empleo
de tiempo completo, identificamos –con Perogrullo, sin duda– que algunos
de los 27 millones que trabajan de tiempo parcial, buscan uno de tiempo
completo. Otros no.
Tengo familiares muy cercanos que trabajan tiempo parcial, incluso en
un excelente y gratificante empleo. Sin embargo, no buscan empleo de
tiempo completo. Aunque les gustaría –desde luego que sí– un trabajo de
tiempo parcial con mayor remuneración. Es decir, tenemos que ingresar al
mundo de las remuneraciones para entender un poco más la dinámica
laboral, sobre todo su creciente precariedad.
Permítame antes mencionar otros datos generales sobre la
ocupación y el desempleo. Uno de esos datos es dramático: el promedio de
tiempo que tarda un trabajador en encontrar empleo, que actualmente es
de poco más de 24 semanas. Ya no las 40 semanas que promediaban en el
verano del año 2012. Es cierto, este promedio ha bajado 16 semanas, pero
no ha logrado –difícilmente lo hará– alcanzar el tiempo medio que se
tardaba una persona en encontrar empleo antes de la crisis.
No me refiero a los plazos registrados en 1953 o 1969, de entre siete
y ocho semanas. Sí, en cambio, a las 20 semanas que tardaba una persona
en encontrar empleo, justamente en el invierno de 1983-1984, en el
verano de 1994 o en el otoño de 2004. ¿Se imagina usted seis meses para
encontrar un nuevo empleo, luego de que perdió el anterior o,
alternativamente, que decidió buscar nuevo empleo por la insatisfacción
económica que le produce el actual?
Por eso –justamente por eso– el ciclo de la dinámica ocupación y
desocupación en el vecino país registra momentos en los que la baja
acelerada de los empleos de tiempo completo se ve parcialmente
compensada con una elevación acelerada de empleos de tiempo parcial, con
gran costo para los trabajadores. Y digo parcialmente compensada por la
drásticamente menor remuneración y menor calidad del empleo que
representa la ocupación de tiempo parcial en relación con la ocupación
de tiempo completo.
Es lo que demuestra la estructura laboral en varios momentos. En los
inviernos de 1982-1983 y de 1990-1991. Asimismo, en el otoño de 1994. Y,
muy especialmente, en el largo periodo que va del invierno del
2007-2008 al invierno del 2009-2010. Sí, los trabajadores de tiempo
parcial han llegado a representar 20 por ciento de la ocupación
estadunidense. Dicen los clásicos que una buena economía debe
proporcionar empleo de tiempo completo a la mayoría de la fuerza laboral
y, evidentemente, de mayor calidad salarial, además de ser más
gratificante física e intelectualmente.
Concluyo esta breve reflexión orientada a mostrar unos primeros datos
sobre la precariedad de la ocupación actual en el vecino país,
indicando que más de la mitad de los desocupados son, en orden de
importancia, trabajadores de color, afroamericanos, hispanos, latinos y
jóvenes de entre 16 y 19 años. Sí, se trata de los grupos ordinariamente
más afectados por la desocupación. A pesar de representar la tercera
parte de la ocupación, concentran prácticamente 60 por ciento del
desempleo. Se trata, evidentemente, de una de las características más
regresivas y perversas de la estructura laboral estadunidense. Sin duda.
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