José Steinsleger
Hoy, 24 de
mayo, a 195 años de la batalla de Pichincha, es un día histórico para
Ecuador y los pueblos de América Latina. ¿Celebrará la canalla mediática
este día, o los cagatintas seguirán con la cantaleta de la
dictaduraen Venezuela, distorsionando, de paso, las causas que están hundiendo la
democraciade Brasil en un hoyo negro institucional?
Ecuador se apresta a vivir una fiesta popular, y las derechas
asesinas, junto con las izquierdas despistadas, prestarán displicente
atención al reconocimiento que en Quito se tributará a Rafael Correa,
considerado el
mejor presidentedel país andino, en toda su vida republicana.
Bien. Junto con Lula y Cristina, ya tenemos tres grandes políticos que entregan el poder con la satisfacción del
sí se puede. Así pues…
siempre no. No queremos
que se vayan todos. Y menos cuando Lenín Moreno, el presidente entrante, es un hombre probadamente íntegro y valioso, habiendo sido puntal de la
revolución ciudadanaque Correa puso en marcha en 2007.
Pero, atención. Lenín ganó por
un pelito. O, mejor dicho, 2.3 pelitos. Diferencia con la que se impuso sobre el banquero neoliberal, candidato de las derechas y de las redes antisociales que siguen inspirándose en el
buen salvajede Rousseau, a más de los propios dirigentes indígenas que afirmaban:
es preferible un banquero a una dictadura(sic). Resultado: en las provincias de la sierra, con mayoría de pueblos originarios (0.7 por ciento de la población), ganó el banquero.
Sin embargo, en la geopolítica subregional, aquel es un país
extraordinariamente diverso. Sin la región amazónica y las islas
Galápagos (48 por ciento del territorio, 700 mil habitantes), Ecuador
ocupa una extensión similar a la del estado de Coahuila, y allí viven 16
millones de personas de toda clase, color, hábitos y costumbres.
Un estudio del Centro de Investigación Económica y Política (CEPR, en
Washington), suscrito en febrero pasado por los investigadores Mark
Weisbrot, Jake Johnston y Lara Merling, calculó que el crecimiento anual
del PIB durante 10 años (2006-16), fue de 1.5 por ciento, en
comparación con el 0.6 en los 26 años previos.
Asimismo, la tasa de pobreza disminuyó 38 por ciento, y la extrema 47
por ciento. Buena parte de la reducción de la pobreza se debió al
crecimiento y el empleo, y buena parte fue el resultado de programas
gubernamentales que ayudaron a los pobres, como el de transferencia de
renta llamado
bono de desarrollo humano, que creció más del doble en términos de porcentaje del PIB.
El informe agrega que la desigualdad (medida mediante el
coeficiente Gini), bajó de 0.55 a 047 por ciento, o mediante la ratio
entre el 10 por ciento más rico y el 10 por ciento más pobre en la
distribución de la renta (de 36 a 25, hasta 2012). A más de esto, el
gobierno duplicó el gasto social en porcentaje del PIB (de 4.3 a 8.6 por
ciento en 2016), con aumentos considerables del gasto en educación,
desarrollo, salud, desarrollo urbano y vivienda.
En educación superior, Ecuador alcanzó el gasto más alto en América
Latina, y del promedio de los países de la OCDE (de 0.7 a 2.1 por ciento
del PIB). El de salud duplicó su porcentaje, la inversión pública
aumentó de 4 a 14.8 en 2013, y luego cayó a 10 por ciento a causa de la
crisis mundial (2016).
Por otro lado, y no menos importante: las mujeres. Que representaron (más allá de los debates sobre
reformismo,
revolucióny
fines de ciclo) a los sectores sociales más conscientes de lo que estaba en juego durante la campaña electoral. Tributarias de la bravura y entereza de Manuela Sáenz (1797-1856), las ecuatorianas resultaron de cuidado:
¡No le des con palo / no le des con piedra / dale con Correa/ para que les duela!
En un país donde las organizaciones femeninas hablan fuerte desde
hace muchos años, ellas fijaron posición y tomaron partido. Cosa que al
docto universo masculino puso un tanto histérico, luego de sentenciar
que en nuestra época, todo lo que es ideología y política se presenta
confuso. Y que la libertad de la mujer ameritaría ser discutida algunos milenios más, con incisos, enmiendas, atenuantes y anexos.
Por consiguiente, una lectura atenta del estribillo referido, podría
girar también en torno a sus conquistas en tan sólo 10 años de
revolución ciudadana. Claro: faltó el
derecho al aborto. Algo que para muchos ciudadanos devotos (nadie es perfecto) saca de quicio. Pero acorde con lo sugerido por el Lenin histórico, las ecuatorianas salieron a defender
los hechos concretos de la realidad concreta. O sea, lo conquistado con la
revolución ciudadana: salud, educación, capacitación, salarios justos y dignidad laboral para ellas y sus hijos.
¿Qué todo eso fue
populismo(¡puaj!) y gracias al alto precio de las commodities? Compañeros, compañeras, queridos camaradas: dejémonos de joder. Durante los 10 años de Correa, los años de bonanza sirvieron para redistribuir el ingreso, en favor de los más pobres. Y para ello, a más de números, el presidente Correa tuvo lo
mero-mero, y lo principal: patriotismo, voluntad política y sensibilidad social.
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