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miércoles, 24 de mayo de 2017

Lenín en el Chimborazo



José Steinsleger
La Jornada 
Hoy, 24 de mayo, a 195 años de la batalla de Pichincha, es un día histórico para Ecuador y los pueblos de América Latina. ¿Celebrará la canalla mediática este día, o los cagatintas seguirán con la cantaleta de la dictadura en Venezuela, distorsionando, de paso, las causas que están hundiendo la democracia de Brasil en un hoyo negro institucional?
Ecuador se apresta a vivir una fiesta popular, y las derechas asesinas, junto con las izquierdas despistadas, prestarán displicente atención al reconocimiento que en Quito se tributará a Rafael Correa, considerado el mejor presidente del país andino, en toda su vida republicana.
Bien. Junto con Lula y Cristina, ya tenemos tres grandes políticos que entregan el poder con la satisfacción del sí se puede. Así pues…siempre no. No queremos que se vayan todos. Y menos cuando Lenín Moreno, el presidente entrante, es un hombre probadamente íntegro y valioso, habiendo sido puntal de la revolución ciudadana que Correa puso en marcha en 2007.
Pero, atención. Lenín ganó por un pelito. O, mejor dicho, 2.3 pelitos. Diferencia con la que se impuso sobre el banquero neoliberal, candidato de las derechas y de las redes antisociales que siguen inspirándose en el buen salvaje de Rousseau, a más de los propios dirigentes indígenas que afirmaban: es preferible un banquero a una dictadura (sic). Resultado: en las provincias de la sierra, con mayoría de pueblos originarios (0.7 por ciento de la población), ganó el banquero.
Sin embargo, en la geopolítica subregional, aquel es un país extraordinariamente diverso. Sin la región amazónica y las islas Galápagos (48 por ciento del territorio, 700 mil habitantes), Ecuador ocupa una extensión similar a la del estado de Coahuila, y allí viven 16 millones de personas de toda clase, color, hábitos y costumbres.
Un estudio del Centro de Investigación Económica y Política (CEPR, en Washington), suscrito en febrero pasado por los investigadores Mark Weisbrot, Jake Johnston y Lara Merling, calculó que el crecimiento anual del PIB durante 10 años (2006-16), fue de 1.5 por ciento, en comparación con el 0.6 en los 26 años previos.
Asimismo, la tasa de pobreza disminuyó 38 por ciento, y la extrema 47 por ciento. Buena parte de la reducción de la pobreza se debió al crecimiento y el empleo, y buena parte fue el resultado de programas gubernamentales que ayudaron a los pobres, como el de transferencia de renta llamado bono de desarrollo humano, que creció más del doble en términos de porcentaje del PIB.
El informe agrega que la desigualdad (medida mediante el coeficiente Gini), bajó de 0.55 a 047 por ciento, o mediante la ratio entre el 10 por ciento más rico y el 10 por ciento más pobre en la distribución de la renta (de 36 a 25, hasta 2012). A más de esto, el gobierno duplicó el gasto social en porcentaje del PIB (de 4.3 a 8.6 por ciento en 2016), con aumentos considerables del gasto en educación, desarrollo, salud, desarrollo urbano y vivienda.
En educación superior, Ecuador alcanzó el gasto más alto en América Latina, y del promedio de los países de la OCDE (de 0.7 a 2.1 por ciento del PIB). El de salud duplicó su porcentaje, la inversión pública aumentó de 4 a 14.8 en 2013, y luego cayó a 10 por ciento a causa de la crisis mundial (2016).
Por otro lado, y no menos importante: las mujeres. Que representaron (más allá de los debates sobre reformismo, revolución y fines de ciclo) a los sectores sociales más conscientes de lo que estaba en juego durante la campaña electoral. Tributarias de la bravura y entereza de Manuela Sáenz (1797-1856), las ecuatorianas resultaron de cuidado: ¡No le des con palo / no le des con piedra / dale con Correa/ para que les duela!
En un país donde las organizaciones femeninas hablan fuerte desde hace muchos años, ellas fijaron posición y tomaron partido. Cosa que al docto universo masculino puso un tanto histérico, luego de sentenciar que en nuestra época, todo lo que es ideología y política se presenta confuso. Y que la libertad de la mujer ameritaría ser discutida algunos milenios más, con incisos, enmiendas, atenuantes y anexos.
Por consiguiente, una lectura atenta del estribillo referido, podría girar también en torno a sus conquistas en tan sólo 10 años de revolución ciudadana. Claro: faltó el derecho al aborto. Algo que para muchos ciudadanos devotos (nadie es perfecto) saca de quicio. Pero acorde con lo sugerido por el Lenin histórico, las ecuatorianas salieron a defender los hechos concretos de la realidad concreta. O sea, lo conquistado con la revolución ciudadana: salud, educación, capacitación, salarios justos y dignidad laboral para ellas y sus hijos.
¿Qué todo eso fue populismo (¡puaj!) y gracias al alto precio de las commodities? Compañeros, compañeras, queridos camaradas: dejémonos de joder. Durante los 10 años de Correa, los años de bonanza sirvieron para redistribuir el ingreso, en favor de los más pobres. Y para ello, a más de números, el presidente Correa tuvo lo mero-mero, y lo principal: patriotismo, voluntad política y sensibilidad social.

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