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El terrible atentado
de Manchester que ha dejado 22 muertos y decenas de heridos se produjo
tan solo tres días antes de la cumbre de la OTAN que este jueves se
celebra en Bruselas, con la presencia del presidente estadounidense
Donald Trump. Veinticuatro horas más tarde en círculos oficiales ya se
comentaba que el ataque terrorista condicionaría la agenda de la reunión
de la Alianza Atlántica.
Sin duda Manchester se está usando para
condicionar este encuentro. Pero lo cierto es que el guión para esta
cumbre lleva tiempo moldeándose. Donald Trump tiene dos exigencias
claras para sus socios: que especifiquen como tarde en diciembre de qué
modo lograrán aumentar su gasto en Defensa hasta el 2% de su PIB y que
la OTAN en sí misma entre a formar parte de la llamada "coalición contra
el terrorismo" que opera en Siria e Irak. Hasta ahora socios de la OTAN
participan en esas operaciones a título individual. El presidente
estadounidense quiere el compromiso de la propia Alianza como ente
conjunto. La apuesta bélica sigue in crescendo.
Para
entenderlo bien, conviene recordar qué ocurrió en la cumbre de la OTAN
del pasado año celebrada en Varsovia. Aquella reunión, con Obama como
presidente de EEUU, pasó bastante desapercibida en los medios y el
debate público, pero ningún historiador del futuro la menospreciará como
hecho clave. En ella se subrayó la obligación de los países socios de
la Alianza Atlántica de destinar el 2% de su Producto Interior Bruto a
Defensa en un plazo máximo de ocho años y en ella se acordó el
despliegue de miles de tropas en la Europa del Este, casualmente en
cuatro naciones limítrofes con Rusia, cada vez más cercada.
A
nadie le pareció descabellado. No hubo reacciones alarmistas en prensa,
ni gestos de preocupación en las tertulias, ni críticas en las páginas
de Opinión de los diarios mainstream. Nada como la apuesta
unidisciplinar de la vía militar, las armas y el lenguaje bélico para
tener contentos a los medios y al discurso hegemónico, sin importar los
riesgos que tales vías implican para la ciudadanía.
Ahora Trump va
a insistir en la necesidad de más gasto y va a exigir pruebas que le
garanticen que ese gasto se producirá. También quiere mayores
compromisos de la OTAN como tal en Irak y Siria. Todo ello en un momento
en el que acaba de firmar un contrato por el que EEUU vende 100.000
millones en armas a Arabia Saudí, la monarquía absolutista que desde
2011 ha intervenido militarmente o a través de servicios secretos en
Siria, Bahrein, Yemen y Egipto para entregar armas y apoyo a grupos
fundamentalistas, disparar a manifestantes, bombardear a civiles y
apoyar a un golpista.
El acuerdo entre Washington y Riad, con la
presencia de Trump en Arabia Saudí, ha sido publicitado a bombo y
platillo en los medios de comunicación estadounidenses. Los más afines a
Trump, como la Fox, hacen malabarismos y aseguran, faltando a la
verdad, que Arabia Saudí es ahora un país mucho más abierto que otros en
la región y que la situación de las mujeres ha experimentado grandes
mejoras. Para ello muestran una y otra vez la imagen de Melania Trump
sin velo bajando del avión en Riad. La propaganda está siendo burda y
persistente.
Durante todo el tiempo que Trump estuvo en Riad esta
semana el hashtag número 1 en las tendencias de Twitter en Estados
Unidos fue #RiyadhSummit (Cumbre de Riad), pagado y promovido por la cuenta RiyadhSummit, que se define como la "cumbre islámica árabe-estadounidense. Una cumbre histórica. Una visión para un brillante futuro".
El
"brillante futuro" pasa por una clara declaración de guerra a Irán,
potencia regional con la que Arabia Saudí se disputa poder e influencia
en Oriente Medio y con la que combate militarmente a través de terceros
en Siria, Irak y Yemen.
Esta semana Trump ha dejado clara su posición al acusar
a a Irán, estando en suelo saudí (lo que lo hace más significante), de
"dar fuelle al fuego del conflicto sectario y el terror" y de
"financiar, armar y entrenar a terroristas". También ha dicho que "esta
es una batalla del bien contra el mal". Que lo haya afirmado en Riad
manifiesta que el bien para él es Arabia Saudí y el mal, Irán.
Su
hombre para la política exterior, el secretario de Estado Rex Tillerson,
exdirector ejecutivo de la petrolera Exxon Mobil, se ha expresado en
los mismos términos y ha exigido a Teherán un compromiso con los
derechos humanos que en ningún momento ha solicitado a Arabia Saudí, al
menos en público. La secuencia de Tillerson criticando a Irán con el
ministro de Exteriores saudí al lado sonriendo satisfecho es muy
representativa.
Además, la administración Trump ha informado de
que baraja la posibilidad de impulsar una unión militar de los países
árabes suníes, una "OTAN árabe",
la llama. La venta de armas a los saudíes supondría el primer paso para
su construcción. Su principal objetivo sería luchar contra el
terrorismo y combatir a Irán, potencia chií. La iniciativa, lanzada en
forma de globo sonda, ha recibido fuertes críticas
de expertos y analistas, por tratarse de una clara toma de partido de
Washington que sin duda azuzaría el sectarismo en la región.
Hay
una imagen del viaje de Trump a Arabia Saudí que tiene cierto simbolismo
en este momento de la política internacional: Trump baila al son de la música con hombres vestidos con thobes
(túnicas saudíes), que empuñan espadas en sus manos. Termina la danza,
el presidente de EEUU se acerca a su esposa Melania y dice, refiriéndose
al baile: "It is beautiful".
"Beautiful", contesta ella.
Detrás, un representante saudí explica: "Es la danza de la guerra". "¡Ya lo veo!", contesta Trump.
El
presidente estadounidense lleva su propia danza de guerra a la cumbre
de la OTAN en Bruselas, donde varios socios están dispuestos a bailarla,
con más gasto, más armas, incluso más despliegues eventuales, a pesar
de que su compás es contrario a intereses europeos.
Washington
pretende evitar la expansión de las potencias que pueden hacerle sombra,
sobre todo China y Rusia. Estas se resisten y reclaman para sí los
trozos del pastel que creen les corresponde. La batalla se disputa
principalmente en la frontera oeste de Rusia, en Oriente Medio y en el
Pacífico. Los dos primeros escenarios afectan de lleno a Europa, por su
cercanía geográfica. Y por si fuera poco, Trump quiere de los socios
europeos más implicación económica y militar.
La carrera
armamentística avanza, sin prestar atención al abismo. Solo un brote de
sensatez, una reacción en las urnas y la presión ciudadana global
podrían detenerla.
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