Estamos
en las fiestas de Independencia, cuando los símbolos patrios cobran
relevancia, en pleno fervor patrio. Nunca como ahora dichos símbolos
habían socorrido a tantos movimientos sociales. Las banderas ondearon al
viento, en cielos igualmente azules y otros nublados, las que por
cierto también contribuyeron a incrementar los ingresos de algunos
trabajadores de la economía informal. Acompañaron la indignación
ciudadana ante la corrupción.
El quetzal apareció
remontando el vuelo, no sabemos si más alto que el cóndor o el águila
real, como muestra del reconocimiento que se tiene al valor de la
libertad. Y hasta quien triunfó en la primera vuelta electoral, vestido
con la blanquiazul camisola de la selección nacional, con ocasión de su
primera conferencia de prensa donde se asumió como finalista
indiscutible, tomó prestadas estrofas del himno nacional, mezclándolas
con canciones populares.
Dentro de pocos días, pasada esta
euforia patriótica, iniciaremos la segunda etapa electoral, centrada
ahora en los candidatos finalistas, quienes se presentarán vestidos de
mesías. Paralelamente, volveremos a lo que dejamos a medias, para
retomar las nuevas órdenes de detención, las audiencias, las
intervenciones del juez Gálvez, las alocuciones de los defensores de los
imputados, los embargos de las cuentas y los procesos de extinción de
dominio.
Veremos a Baldetti y a Pérez encarcelados, aunque
no en las condiciones en las que quisiera la población: en bartolina,
durmiendo en el suelo y comiendo la miserable alimentación que consumen
los privados de libertad.
Y tendremos ocasión de dar
seguimiento a esta cobertura por lo menos tres meses más, mientras se
realiza la investigación y se lleva a cabo la audiencia intermedia. Son
29 detenidos hasta el momento en el caso de La Línea.
Mientras
tanto, la atención mediática dejó abandonado el caso del IGSS. Las
enfermeras, el expresidente del Banco de Guatemala y el exdecano de
Medicina, entre otros, que generaron algo de solidaridad, seguramente
sus familiares y amigos siguen preocupados por su situación, pero la
opinión pública tiene puestos los ojos en otros escándalos.
Sin
embargo, ese abstracto fervor patrio, así como esa repugnancia hacia
los corruptos, no se ha extendido a otros problemas estructurales que
nos tienen abatidos como país; no se ha dirigido a reivindicar el cambio
del sistema de injusticia social que golpea groseramente a la mayoría,
al grado que la mitad de los niños están en condiciones infra humanas.
Lo
que sí ha sucedido, de manera desapercibida, es el reacomodo de las
fuerzas tradicionales hegemónicas, así como el mantenimiento del statu
quo; los corruptores siguen invisibilizados en este proceso de reajuste
socio político.
Solo con manifestaciones no se logran los cambios, dijo el estadista Mujica, con suficiente moral y experiencia para asegurarlo.
Este
aniversario de independencia es bastante ajeno a esas mayorías, a los
que desde siempre tienen como bandera el azul del cielo, como quetzal
las palomas y pájaros que los despiertan en las mañanas o a los
tecolotes que los arrullan por la noche; algunos ni conocen la monja
blanca, pero se alimentan de yerbas y de flor de izote y tal vez nunca
han entonado el himno nacional.
Y es irónico que jamás
reconozcamos a otros héroes que resistieron los embates de invasores,
como Kaibil Balam, quien luchó durante cinco años contra el imperio
español, o las sublevaciones indígenas, en contra del cobro de tributos
como Atanasio Tzul.
¡Feliz Independencia!
Guatemala, 14 de septiembre de 2015
- Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, es directora de la Agencia CERIGUA
http://www.alainet.org/es/articulo/172414
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