Hasta
los primeros días de agosto el gobierno uruguayo negociaba su
participación en el TISA (Trade in Services Agreement) para desregular
servicios y comercio, con fuerte respaldo de su ministro de Economía,
Danilo Astori, y se disponía a aprobar el presupuesto quinquenal, pese
a las resistencias de algunos sindicatos, en particular de la
educación. El presidente Tabaré Vázquez ejercía
un tipo de liderazgo casi monárquico, en la acertada expresión del historiador Gerardo Caetano (Brecha, 4/9/15).
Un
mes después, el gobierno sufrió una derrota inapelable por parte de los
sindicatos docentes, debió afrontar la mayor movilización social en
años (y la más numerosa contra un gobierno de izquierda), el liderazgo
de Vázquez fue confrontado en la calle, en su propio partido y en el
movimiento sindical, y cerró la quincena con el anuncio del abandono de
las negociaciones del TISA. De este modo, las aspiraciones de convertir
a Uruguay en socio privilegiado de Estados Unidos en el Mercosur se
vieron frustradas por la contundente movilización popular.
Lo
sucedido tiene su historia. Los sindicatos de la educación enfrentan
desde hace medio siglo el autoritarismo. Primero el del gobierno de
Jorge Pacheco Areco (1967-1972), quien decretó la intervención de la
enseñanza secundaria y técnica en el marco del estado de excepción para
contener la protesta social. Con el retorno de la democracia en 1985,
los sindicatos de docentes siguieron resistiendo las reformas
neoliberales y protagonizaron importantes luchas en la década de 1990.
Desde
hace una década y media demandan que 6 por ciento del presupuesto
nacional se invierta en la educación. Luego de 11 años de gobierno del
Frente Amplio, la inversión en educación sigue siendo uno de las
principales deudas de la izquierda. Bajos salarios, locales en malas
condiciones, déficit de docentes que impide que se cubran los cupos en
todos los niveles educativos, y un desempeño general estancado con
tendencia al retroceso, son tendencias de largo aliento que no han sido
revertidas por los tres gobiernos de la izquierda.
El aspecto
más llamativo son las malas relaciones que mantuvieron con los gremios
docentes. El ex presidente José Mujica dijo al promediar su mandato:
Hay que juntarse y hacer mierda a esos gremios, en referencia a los sindicatos de la educación (Brecha, 28/8/15). Sin embargo, nadie había llegado tan lejos como Vázquez, quien el lunes 24 de agosto decretó la
esencialidadpara quebrar la huelga docente con sumarios y destituciones masivas.
Fue
la primera vez desde 1985 que se imponía semejante medida, a la que ni
siquiera los gobiernos neoliberales apelaron. La respuesta fue
drástica: miles de maestras se concentraron ante la sede sindical en
clara señal de desacato al autoritarismo; la central sindical decidió
un paro general y una marcha de 50 mil docentes y estudiantes gritó
contra el decreto de Vázquez, mientras 50 centros de estudio eran
ocupados. El Frente Amplio se dividió. Sólo la derecha respaldó al
presidente.
En un clima de crispación entre gobierno y
sindicatos, el Frente Amplio realizó un plenario el primer sábado de
septiembre para discutir, luego de idas y venidas, la posición frente
al TISA. La votación de los delegados de los sectores y de las bases
mostró el aislamiento del gabinete: 117 votaron por retirarse de las
negociaciones y sólo 22 respaldaron al Ejecutivo. El lunes 7 el
gobierno anunció que Uruguay dejará de participar en las negociaciones.
El
TISA también tiene su historia. Como destaca el economista Antonio
Elías, a quien le cupo el mérito de destapar el secreto, hubo tres
etapas:
La primera, en secreto absoluto; la segunda, semipública, pero no hubo discusión; la tercera fue pública, hubo discusión, pero los documentos secretos no fueron entregados a la sociedad para su análisis(Voces, 10/9/15).
Durante casi un año, entre
septiembre de 2013 y julio de 2014, cuando se publican los primeros
datos, el gobierno de Mujica llevaba adelante negociaciones sin
informar a la población, a su fuerza política ni al parlamento. El
canciller Luis Almagro, premiado por Mujica con el máximo cargo en la
OEA, debió reconocer que se estaba negociando y aseguró que es un
tratado positivo para el país.
Las negociaciones oficiales
comenzaron en febrero de 2015, sin anuncio oficial, en los últimos días
del gobierno Mujica. Fue la página del Ministerio de Relaciones
Exteriores de Canadá la que informó del ingreso de Uruguay en las
negociaciones, recuerda Elías. Sería bueno que alguien, en alguna parte
del mundo donde se lo aclama, le preguntara al ex presidente sobre las
razones de tan significativo silencio.
Lo importante es que
apenas se rompió el silencio, la sociedad uruguaya rechazó
contundentemente el TISA. Los medios de izquierda, que en este país
siempre han jugado un papel decisivo; el movimiento sindical,
organizaciones sociales y ambientalistas, grupos como la Red de
Economistas de Izquierda (Rediu), académicos e intelectuales,
modificaron la relación de fuerzas. La votación en el seno del Frente
Amplio, donde quedaron aislados los partidarios de Astori y Vázquez,
refleja el modo de pensar de la mayoría de los uruguayos.
En el
desencadenamiento de los hechos se vivió la feliz coincidencia entre la
lucha de los gremios docentes, que aún no ha finalizado, y la
resistencia al TISA que es la continuación de la que en 2007 libró la
izquierda social contra el TLC con Estados Unidos que pretendía firmar
Vázquez en su primer gobierno. En ambos casos se quedó sólo con el
apoyo de la derecha y el rechazo del movimiento popular.
La derrota de la
esencialidadcontra los docentes y la derrota del TISA tienen algo en común: esta sociedad no se deja llevar por delante con políticas autoritarias, ni en nombre del desarrollo, ni siquiera bajo un gobierno que dice ser de izquierda. La calle le puso límites al giro a la derecha.
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