Libro del excombatiente y sobreviviente Eduardo Arancibia
“En la medida en que realmente pueda llegarse a "superar" el pasado, esa superación consistiría en narrar lo que sucedió.”
Hannah Harendt
El 11 de septiembre de 1973, Eduardo Arancibia Ortiz era un adolescente
de 16 años. Vio como las balas militares asesinaron a sus vecinos/as de
la Población La Victoria. Entonces Eduardo se agregó a las Milicias de
la Resistencia político-militar y luego de ser capturado por los
servicios de Inteligencia de la dictadura, se convirtió en un
prisionero político durante 11 años (1981-91), acusado de recuperar la
bandera de la Independencia Nacional de Chile (http://www.casosvicaria.cl/ temporada-uno/donde-estuvo-la- bandera-robada/), “a mucha honra”, a fines de marzo de 1980, además de asaltos bancarios, etc.
“Soy un sobreviviente entre mis compañeros. Charles Ramírez murió (http://www.memoriaviva.com/ Ejecutados/Ejecutados_R/ ramirez_caldera_charles_ danuncio.htm ), Hugo Ratier murió (http://www. lashistoriasquepodemoscontar. cl/checompadre.htm), Víctor Zúñiga murió (http:// institutanosydictadura. blogspot.com/2008/01/victor- zuiga.html),
a Nelson Herrera lo mataron en Concepción. Ellos eran un poco mayores
que yo. Su ejemplo me emplazó a persistir en un proceso que me llena de
orgullo hasta hoy”.
El autor del libro ‘Las Milicias de la
Resistencia Popular, el MIR y la lucha social armada en la dictadura
1979-1984’, Eduardo Arancibia, me dice momentos antes del lanzamiento
de su obra el pasado 27 de marzo de 2015, que “yo siento que existe un
vacío de la gente que desarrolló todo un proceso silencioso de lucha
durante la tiranía y que ha sido sistemáticamente negado por los
propios cómplices del proyecto dominante profundizado por los gobiernos
civiles. Muchos quedamos al margen de la realidad oficial. Los actos de
constricción y los deseos de justicia son insuficientes para conocer lo
que pasó en Chile”, y añade que “Desde 1978 comienza a crearse un
tejido social que le ofrece continuidad a lo que fueron los cordones
industriales mientras que las coordinadoras de organizaciones populares
iniciaron un quehacer que arranca desde lo reivindicativo, pero que se
va politizando paulatinamente. Ya en los años 76’, 77’, conocí a Manuel
Vergara, padre de Eduardo y Rafael (http://es.wikipedia.org/wiki/ D%C3%ADa_del_joven_combatiente) en la Vicaría de la Solidaridad. Él ya estaba en el empeño de las agrupaciones populares y su radicalización.”
-Muchos historiadores afirman que las protestas contra la dictadura
comenzaron en 1983 y que el retorno de los gobiernos civiles se logró
con un papel y un lápiz (plebiscito del Sí y el No de 1988)…
“La combatividad de las protestas de 1983 fueron el resultado de la
resistencia y organización de los años anteriores. Mi libro tiene que
ver entonces con la lucha social armada del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR), sus políticas de Resistencia y el impacto que
tuvieron en nuestro pueblo para perder el miedo.”
“Cómo el
MIR sacrificó a sus mejores cuadros en un esfuerzo táctico que luego
permitió la irrupción de las jornadas de protesta nacional”
Claudio Pérez Silva, académico de la Universidad de Humanismo Cristiano
y profesor-guía de la tesis de grado de Eduardo Arancibia transformada
en libro, indica que “Esta fue la primera vez que me toca dirigir una
tesis de un ex militante que busca historiar su testimonio. Eduardo
sintetiza a un historiador de su propio pasado, rompiendo así un mito
historiográfico que intenta relegar este tipo de trabajos a la que
llaman ‘historia militante’, con el fin de quitarle valor y rigor. Así,
el libro fue terminado alrededor de 2010, cuando interesadamente se
observaba la resistencia de la izquierda revolucionaria como pura
martiriología, llanto, derrota, delación, falta de proyecto político.
Académicamente, Eduardo es capaz de situar la historia del movimiento
popular y del MIR en otro plano, ya no desde el paternalismo o la
caridad, sino que recolocando los ámbitos de la lucha de clases, la
estrategia y la táctica, el proyecto histórico, el socialismo y el
poder. Y una de sus hipótesis centrales se refiere a las tensiones de
la dirección del MIR entre los roles de la fuerza central
político-militar, por una parte, y el papel de las milicias de la
resistencia, por otra, con el fin de comprender uno de los factores
importantes de la derrota de ese partido. A su vez, el autor logra
relevar la lucha en los marcos de una fuerte represión, la Operación
Retorno ( http://www.puntofinal.cl/550/ neltume.htm
), la emergencia de las protestas y la rearticulación del movimiento
popular. Además, Eduardo instala su material en tiempos de una
desventaja enorme para las perspectivas revolucionarias que se ve
nítidamente reflejada en la academia.”
-¿A qué intelectuales te refieres?
“A los protagonistas de la cruzada posmodernista, el culebreo intelectual, los conversos teóricos.”
-¿Cómo crees que se expresó esa renuncia en lo político?
“En los 90’ y en el 2000 se manifestó una efervescencia del basismo sin
sentido, sin perspectivas, que permitió el grito absurdo de ‘El pueblo
unido avanza sin partido’, colaborando funcionalmente a sacar la
política de los proyectos históricos. En ese contexto surgen las
primeras páginas de la producción de Eduardo Arancibia.”
-¿Qué elementos del libro consideras sustantivos para las luchas actuales del pueblo?
“Cuando Eduardo logra definir el carácter de la milicias que tienen
como emergencia la reivindicación rupturista de las masas y el
complemento miliciano y militar en la estrategia política. Asimismo, el
texto alcanza a describir la legitimidad de la violencia jamás separada
de la lucha de masas y de la lucha por el poder. Desde allí, el libro
se aleja de una izquierda pasiva y melancólica que tiene que justificar
permanentemente ante la declaración de los derechos humanos el empleo
de la violencia. En ese sentido, también Eduardo inscribe la
incorporación del pueblo trabajador y los jóvenes a la lucha radical
contra la dictadura en medio de las “modernizaciones” capitalistas.
Así, el libro explica cómo las acciones milicianas colaboraron contra
el terror impuesto por la tiranía sin contrapeso hasta 1979. Ello tiene
que ver con una nueva disposición de combate del movimiento popular, y
cómo el MIR sacrificó a sus mejores cuadros en un esfuerzo táctico que
luego permitió la irrupción de las jornadas de protesta nacional y la
masificación de la lucha miliciana y militar con la incorporación
posterior de otros destacamentos populares, como el Frente Patriótico
Manuel Rodríguez y el MAPU-Lautaro.”
“Nuestro pueblo vivió fue una secuencia de luchas contra el miedo”
La ex militante de la Milicias de la Resistencia, Rita Peña, expresa
que “Me costó contestar las preguntas de Eduardo para su libro porque
cuando yo caí detenida en 1982, como un mecanismo de defensa, dejé muy
guardado en mi memoria mi papel en las milicias. Todos los contenidos
del texto de Eduardo han sido tratados de borrar por el conjunto del
sistema actual, en un intento de blanquear la lucha contra la dictadura
y de caricaturizarla como un fenómeno espontáneo e inorgánico. La
verdad es que usamos la violencia política y su desarrollo, y sí
tuvieron sus frutos en las grandes protestas de la primera parte de los
80’. Lo que nuestro pueblo vivió fue una secuencia de luchas contra el
miedo. Y se dice bien que en el punto de arranque, en 1975, el MIR
contaba con una fuerza de alrededor de medio centenar de militantes
apenas, producto de la represión feroz contra todo el pueblo
consciente” y añade que “uno de los factores esenciales nuestros fue el
rescate de algo que hoy parece no existir: el valor de la ética en el
quehacer político. Nosotros/as actuábamos sin recursos y con la
convicción de que era necesario lo que estábamos haciendo. Nuestro
objetivo era demostrar que se podía resistir. Por supuesto que
contábamos con el apoyo de personas sin las cuales, entre muchos/as, yo
misma no habría logrado sobrevivir. Nuestras primeras acciones fueron
de propaganda armada. Rayábamos paredes con apoyo armado. Comenzamos a
colocar bombas de ruido en los bancos. Luego ya pudimos interceptar
radios vecinales. A mí me tocó participar en las milicias en el período
1979-80, cuando todavía teníamos muy pocas bases. Entonces actuábamos
como grupos operativos del MIR. El libro describe muy bien las
contradicciones entre lo que nosotros/as hacíamos y las demandas del
partido para las tareas estratégicas de las guerrillas rurales de
Neltume y Nahuelbuta ( http://www. lashistoriasquepodemoscontar. cl/neltume.htm
). En 1982 yo fui una prisionera política más en la cárcel de mujeres
de San Miguel (populosa comuna de Santiago de Chile). La verdad es que
no perdimos nunca el miedo: aprendimos a dominarlo. Luego ese ejemplo
permeó al pueblo y a los partidos políticos antidictatoriales.”
-¿Existe algún reto político que extraes del libro?
“El desafío que nos plantea la obra de Eduardo, luego de una cruda y
ruda autocrítica, son las lecciones que debemos adquirir para adelante.
Tenemos frente a nosotros/as a un tremendo enemigo que no hemos vencido
y que ha tenido muchos aciertos. En el Chile actual, el enemigo incluso
puede darse el lujo de mostrar más o menos tranquilamente el vínculo
entre el poder político y el económico, y su corrupción. Cada vez que
asisto a alguna asamblea o reunión, todos se quejan de lo dividida que
están las fuerzas antisistema. Allí veo una de las grandes victorias de
nuestro enemigo. Al respecto, creo que nos sentimos muy caciques
(jefes), que nos falta humildad, que aún no estamos dispuestos a
reconocer que cada uno de los granos dispersos contra el capitalismo
son necesarios. Considero que se crece potenciando cada una de nuestras
posiciones concretas en la lucha, así como cada lucha concreta. Y por
sobre todo, debemos confiar en las fuerzas del pueblo, en sus
capacidades colectivas”.
“El pueblo haciendo política”
Robinson Silva es académico de la Universidad Austral y dice que “el
libro es parte de un debate absolutamente actual y que tiene que ver
con la violencia política, cuestión que se rehúye con frecuencia.
Hannah Harendt (http://es.wikipedia.org/wiki/ Hannah_Arendt)
habla de la ‘banalidad del mal’ para referirse al terrorismo de Estado,
al aparato burocrático que constituye la maldad, la maldad que reprime,
que mata, que exilia, que aprisiona a las personas que buscan la
liberación. Eso fue exactamente lo que ocurrió en Chile durante la
tiranía. Los agentes estatales no se cuestionaron sobre la ética de su
‘trabajo’.”
-Hay innumerables casos de la ‘banalidad del mal’ en el país…
“Por supuesto. Por ejemplo, Rosauro Martínez Labbé (http://es.wikipedia.org/wiki/ Rosauro_Mart%C3%ADnez), asesino de los fusilados del intento de guerrilla en Neltume y que fue diputado hasta el año pasado cuando fue desaforado.”
“El Estado es violento en sí mismo”, declara Robinson Silva, “tiene su
origen en la violencia. Por eso la legitimidad de la violencia de los
oprimidos se encuentra en la misma genética del Estado.”
-Tú indicas que el libro de Arancibia se entronca con una herencia de lucha…
“Desde que el MIR nace, pone temas que hasta ese instante resultaban
intocables. El electoralismo de la izquierda tradicional, el poder
popular como un proyecto histórico. Nosotros como pueblo queríamos ser
y no que nos dijeran cómo debíamos ser. La ética política para la
acción. En esta línea, la obra de Eduardo recrea los comandos
comunales, las asambleas populares de los 60’ y comienzo de los 70’ y
los liga a las milicias de la resistencia. Existe un puente entre la
experiencia política pre-golpe de Estado y el posterior combate radical
contra la dictadura.”
-¿Cuáles son los pilares del texto que riman con la actualidad?
“La disputa por la soberanía nacional ante la recuperación de la
bandera de Chile donde se jura por la Independencia. Esta y otras
muchas acciones nunca fueron reconocidas por el centrismo de aquel
entonces. La R en la bandera simboliza esa lucha. Ahora bien, a la
represión dictatorial le interesaba aniquilar y desarticular a las
milicias. Al gobierno de hoy le interesa invisibilizar las luchas de
nuestro pueblo, arrancándolas de la historia oficial. Desde el retorno
de las administraciones civiles, la propaganda gubernamental ha hecho
todo lo posible para instaurar que a la tiranía se le venció ‘con un
lápiz y un papel’, y eso no es verdad. También está el debate entre las
iniciativas guerrilleras de Neltume y Nahuelbuta y el quehacer de las
milicias sobre lo cual hay que contextualizar política, social y
territorialmente los hechos. Carecemos de muchos análisis al respecto.
Estudiantes universitarios ya están investigando cómo los procesos de
reforma agraria fueron distintos en el sur que en el resto del país.
Por otro lado, la categoría analítica de territorialidad de las
milicias permite reconocer al pueblo como el constructor de la
historia. Eso propone el libro. Y eso explica el carácter territorial
de las grandes protestas populares bajo la tiranía. Las milicias y la
protesta a escala nacional configuran al mismo pueblo haciendo
política. Nada que ver con la estrategia del centrismo político, la
Alianza Democrática y los gobiernos de la Concertación después.”
La unidad revolucionaria
El militante popular de la generación de fines de los 80’ hasta ahora,
Abner Vega, plantea “que el segmento revolucionario de la izquierda
chilena se encuentra en una lamentable situación de fragmentación, lo
que no nos permite dar cuenta de una serie de tareas pendientes”.
-¿Cuáles son las claves de la unidad?
“Reconocer el pasado, recobrar la memoria. Hacernos cargo de los
combatientes que cayeron y de los sobrevivientes; de los errores que se
cometieron en algunas decisiones y no sólo mostrar lo positivo de esa
gesta. El libro de Eduardo refleja muy bien que la lucha del pueblo es
integral. El problema ya no es discutir sobre el uso de todas las
formas de lucha, sino de los contextos que permiten tomar una u otra
decisión política al respecto. La unidad de los revolucionarios/as no
es una cuestión rápida, instantánea. Es un proceso que nos demanda
mucho tiempo y generosidad. En los últimos años ha comenzado a
transitarse parte de ese proceso complejo mediante la articulación
práctica de los distintos empeños políticos existentes. Dentro de sus
ejercicios y objetivos ha estado referenciarnos como izquierda
revolucionaria a nivel nacional. Es preciso perseverar en la práctica
de las iniciativas políticas conjuntas. El mismo Eduardo en su libro da
cuenta de que sin la vocación unitaria de la Resistencia, no habría
sido posible su existencia.
Ahora bien, no siempre todo es
válido en aras de la unidad. Para aclarar los aspectos esenciales de la
unidad es importante relevar el carácter y la disputa de las
conmemoraciones, de la historia, de las iniciativas políticas en
construcción. Tampoco los revolucionarios/as deberíamos alentar los
aventurerismos electorales que sabemos que en las relaciones de fuerza
actuales, nacen derrotados. Y no es una cuestión de principio, de que
la lucha electoral jamás sirve. Pero en los presentes contextos, la
lucha electoral lo único que nos ha reportado es un mayor desarme de lo
poco que hemos conseguido en materia de organización. Tampoco podemos
validar cualquier forma de violencia. La violencia política sin
contexto ni objetivos también es cuestionable. En el período actual,
nuestros esfuerzos están concentrados en la lucha por la sobrevivencia,
por los derechos conculcados, contra las injusticias y,
estratégicamente, con terminar definitivamente con la dominación y la
explotación. Asimismo, nos corresponde colaborar con las formas de
lucha violenta de los pescadores artesanales, de los estibadores
portuarios, de los estudiantes, de los mapuche. De lo contrario
cometemos otro error. La historia mundial de los pueblos nos señala que
las mayorías oprimidas avanzan de manera multidimensional, pero
colocando siempre en el centro sus intereses históricos independientes
de las clases dominantes.”
*Libro publicado por la Editorial Escaparate, Colección Rojo y Negro.
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