ICH/Philosophy Now
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
Discurso
de Noam Chomsky, galardonado con el premio por su contribución a la
lucha contra la estupidez de la revista Philosophy Now. El premio se
entregó el martes 27 de enero de 2015.
Naturalmente estoy muy
contento de que se me haya conferido este honor y de poder aceptar este
premio, también en nombre de mi colega Edward Herman, coautor de Los guardianes de la libertad
[Manufacturing Consent], quien ha realizado mucho trabajo
extraordinario sobre este tópico crucial. Por cierto, no somos los
primeros en haberlo tratado.
Predeciblemente uno de estos fue George Orwell. Escribió un ensayo no demasiado conocido, la introducción a su famoso libro La granja de los animales.
No es conocido porque no fue publicado, fue hallado decenios más tarde
entre sus papeles no publicados, pero ahora está disponible. En ese
ensayo señala que La granja de los animales es obviamente una
sátira sobre el enemigo totalitario; pero insta a la gente en
Inglaterra libre a no albergar demasiadas pretensiones de superioridad
moral, porque como dice, en Inglaterra, ideas impopulares pueden ser
suprimidas sin utilizar la fuerza. A continuación menciona ejemplos de
lo que quiere decir, y solo unas pocas líneas de explicación, pero
pienso que van al grano.
Un motivo, dice, es que la prensa es
de propiedad de hombres ricos sumamente interesados en que ciertas
ideas no sean expresadas. Su segundo punto es interesante, que no
planteamos, pero debiéramos haberlo hecho: una buena educación. Si uno
va a las mejores escuelas le inculcan que hay ciertas cosas que no se
dicen. Eso, afirma Orwell, es un enganche poderoso que va mucho más
allá de la influencia de los medios de comunicación.
La
estupidez se presenta de muchas maneras. Quisiera decir unas pocas
palabras sobre una forma en particular que pienso podría ser la más
inquietante de todas. Podríamos llamarla ‘estupidez institucional’. Es
una especie de estupidez que es enteramente racional dentro del marco
en el cual opera: pero el mismo marco varía entre lo grotesco y la
enajenación virtual.
En lugar de tratar de explicarla, podría
ser más útil mencionar un par de ejemplos para ilustrar lo que quiero
decir. Hace treinta años, a principios de los años 80 –los primeros
años de Reagan– escribí un artículo llamado ‘La racionalidad del
suicidio colectivo’. Trataba de la estrategia nuclear, y se preocupaba
de cómo gente perfectamente inteligente planeaba un camino de suicidio
colectivo de maneras que eran razonables dentro de su marco de análisis
geoestratégico. En ese momento no sabía hasta qué punto la situación
era peligrosa. Desde entonces hemos aprendido mucho. Por ejemplo, una
edición reciente de The Bulletin of Atomic Scientists presenta
un estudio de alarmas falsas de los sistemas de detección automática
que EE.UU. y otros utilizan para detectar ataques entrantes de misiles
y otras amenazas que podrían ser percibidas como un ataque nuclear. El
estudio cubría de 1977 a 1983, y estima que durante ese período hubo un
mínimo de unas 50 semejantes falsas alarmas, y un máximo de unas 255.
Fueron alarmas abortadas por intervención humana, impidiendo desastres
dentro de unos pocos minutos.
Es plausible asumir que nada
sustancial ha cambiado desde entonces. Pero en realidad la situación es
mucho peor – lo que tampoco comprendí cuando escribí el libro.
En 1983, aproximadamente cuando lo estaba escribiendo, hubo una grave
amenaza de guerra. Se debió en parte a lo que George Kennan, el
eminente diplomático, calificó en aquel entonces de “infalibles
características de la marcha hacia la guerra – eso, y nada más.” Fue
iniciada por programas emprendidos por la administración de Reagan en
cuanto éste llegó al poder. Estaban interesados en sondear las defensas
rusas, por lo tanto simularon ataques aéreos y navales contra Rusia.
Fueron días de gran tensión. Misiles Pershing estadounidenses habían
sido instalados en Europa Occidental, con un tiempo de vuelo de entre
cinco y diez minutos hasta Moscú. Reagan también anunció su programa Star Wars [Guerra de las galaxias] interpretado por ambos lados como un arma de primer ataque. En 1983, la Operación Able Archer
incluyó una práctica que “hizo que las fuerzas de la OTAN realizaran un
lanzamiento hecho y derecho simulado de armas nucleares”. El KGB, hemos
llegado a saber de reciente material de archivo, concluyó que fuerzas
armadas estadounidenses habían sido colocadas en estado de alerta, e
incluso podrían haber iniciado el conteo regresivo hacia la guerra.
El mundo todavía no ha llegado enteramente al borde del abismo nuclear;
pero durante 1983, había, sin darse cuenta, llegado inquietantemente
cerca – ciertamente más cerca que en ningún momento desde la Crisis de
los Misiles en Cuba de 1962. La dirigencia rusa creyó que EE.UU. estaba
preparando un primer golpe, y podría haber lanzado un ataque
preventivo. En realidad estoy citando de un reciente análisis de
inteligencia estadounidense de alto nivel, que concluye que la amenaza
de guerra fue real. El análisis señala que el antecedente histórico era
el recuerdo perdurable de los rusos de la Operación Barba-roja, el
nombre de código para el ataque de Hitler de 1941 contra la Unión
Soviética, que fue el peor desastre en la historia rusa, y que llegó a
muy cerca de destruir el país. El análisis estadounidense dice que fue
exactamente la comparación hecha por los rusos.
Ya es
suficientemente malo, pero empeora aún más. Hace cerca de un año nos
enteramos que justo en medio de esos eventos que amenazaban el mundo,
el sistema de aviso precio ruso –similar al de Occidente, pero mucho
más ineficiente– detectó un ataque entrante de misiles de EE.UU. y
envió una alerta de nivel máximo. El protocolo para las fuerzas armadas
soviéticas era responder con un ataque nuclear. Pero la orden tenía que
pasar por un ser humano. El oficial de guardia, un hombre llamado
Stanislav Petrov, decidió desobedecer las órdenes y no informar a sus
superiores de la advertencia. Recibió una reprimenda oficial. Pero
gracias a su incumplimiento del deber, estamos vivos actualmente.
Sabemos de una inmensa cantidad de falsas alarmas del lado
estadounidense. Los sistemas soviéticos eran mucho peores. Ahora los
sistemas nucleares están siendo modernizados.
El Boletín de
Científicos Atómicos tiene un famoso Reloj del Apocalipsis, y
recientemente lo adelantó dos minutos. Explican que el reloj “marca
tres minutos antes de medianoche porque los dirigentes internacionales
no cumplen con su deber más importante, asegurar y preservar la salud y
la vitalidad de la civilización humana”.
Individualmente,
esos dirigentes internacionales no son ciertamente estúpidos. Sin
embargo, en su capacidad institucional su estupidez es letal en sus
implicaciones. Sopesando la evidencia desde el primer –y hasta ahora
único– ataque atómico, es un milagro que hayamos escapado.
La
destrucción nuclear es una de las dos mayores amenazas para la
supervivencia, y es muy real. La segunda, por supuesto, es la
catástrofe ecológica.
Existe un conocido grupo de servicios
profesionales en PricewaterhouseCoopers que acaba de publicar su
estudio anual de las prioridades de los directores ejecutivos. Arriba
en la lista está la sobre regulación. El informe dice que el cambio
climático no llegó a los máximos diecinueve. De nuevo, indudablemente
los directores ejecutivos no son individuos estúpidos. Presumiblemente
dirigen sus negocios de modo inteligente. Pero la estupidez
institucional es colosal, literalmente pone en peligro la especie
humana.
La estupidez individual tiene remedio, pero la
estupidez institucional es mucho más resistente al cambio. En esta
etapa de la sociedad humana, pone verdaderamente en peligro nuestra
supervivencia. Por eso pienso que la estupidez institucional debiera
ser nuestra principal preocupación.
Gracias.
Preguntas del público
¿Cómo podemos triunfar sobre la propaganda en los medios y mejorar los medios de comunicación? ¿Mediante la educación?
Es un debate antiguo. En EE.UU. se ha discutido durante más de un siglo
dentro del marco de la Primera Enmienda de la Constitución de EE.UU.,
que prohíbe que la acción del gobierno impida una publicación. Nótese
que no protege la libertad de expresión, ni bloquea el castigo por la
expresión.
En realidad no hubo muchos casos que tuvieran que
ver con la Primera Enmienda hasta el Siglo XX. La prensa estadounidense
fue muy libre anteriormente, y hubo una amplia variedad de todo tipo de
medios de comunicación: periódicos, revistas, panfletos. Los Padres
Fundadores creían en la libertad de información, y hubo muchos
esfuerzos por estimular la variedad más amplia posible de medios
independientes. La libertad de expresión, sin embargo, no estaba
fuertemente protegida.
Decisiones sobre la libertad de
expresión comenzaron a tomarse cerca de la Primera Guerra Mundial, pero
no por los tribunales. Recién en los años 60 EE.UU. estableció un alto
nivel de protección de la libertad de expresión. Mientras tanto en el
período entre las guerras hubo amplia discusión dentro del marco de lo
que ha sido llamado libertad ‘negativa’ y ‘positiva’, según Isaiah
Berlin, de lo que la Primera Enmienda implica sobre la libertad de
expresión y de la prensa. Existía un punto de vista llamado
‘libertarismo corporativo’, que afirmaba que la Primera Enmienda
debiera incumbir la libertad negativa: es decir que el gobierno no
puede interferir con el derecho de los propietarios de los medios de
comunicación de hacer lo que les dé la gana. El otro punto de vista era
socialdemócrata, y apareció con el Nuevo Trato después de la Depresión
y el primer período post Segunda Guerra Mundial. Ese punto de vista
sostenía que también debiera haber libertad positiva: en otras
palabras, que la gente debiera tener derecho a la información como base
para una sociedad democrática. Esa batalla fue librada en los años 40,
y ganó el libertarismo corporativo. EE.UU. es poco usual al respecto.
No existe nada como la BBC en EE.UU. La mayoría de los países
tienen algún tipo de medios nacionales que son tan libres como la
sociedad. EE.UU. aporrea esa posibilidad hasta marginarla. Los medios
fueron básicamente entregados al poder privado para que ejerza sus
posibilidades a su gusto. Es una interpretación de la libertad de
expresión en términos de libertad negativa: el Estado no puede
intervenir para afectar lo que los propietarios privados decidan hacer.
Hay unas pocas restricciones, pero no muchas. Las consecuencias se
aproximan bastante a un control de ideas como el descrito por Orwell, y
Edward Herman y yo lo discutimos en detalle.
¿Cómo se supera
algo semejante? Una manera es la educación; pero otra es volver al
concepto de la libertad positiva, que significa reconocer que en una
sociedad democrática valoramos el derecho de los ciudadanos a tener
acceso a una amplia gama de opiniones y creencias. Es significaría, en
EE.UU., volver a lo que fue en efecto la concepción original de los
fundadores de la República, y ahí debería estar, no tanta regulación
gubernamental de lo que se dice, sino más bien apoyo gubernamental para
una amplia variedad de opiniones, busca e interpretación de noticias –
que pueden ser estimulados de muchas maneras.
Gobierno
significa público: en una sociedad democrática, el gobierno no debiera
ser algún Leviatán tomando decisiones. Existen importantes proyectos
populares que tratan de desarrollar medios de comunicación más
democráticos. Es una gran batalla por el enorme poder del capital
concentrado que por supuesto trata de impedirlo por todos los medios
posibles. Pero es una batalla que ha tenido lugar durante mucho tiempo,
y hay temas fundamentales en juego, incluyendo los temas de libertades
negativas y positivas.
¿Alberga algunos pensamientos sobre
el impacto de algoritmos de búsqueda y burbujas de búsqueda sobre los
intentos del individuo de encontrar información en sus intentos de
subvertir los Grandes Medios?
Como todos vosotros,
utilizo permanentemente motores de búsqueda. Para gente suficientemente
privilegiada internet es muy útil; pero su utilidad llega
aproximadamente a la medida en que alguien goza de privilegios.
‘Privilegiado’ significa en este contexto educación, recursos,
capacidad de entorno informático para saber lo que se busca.
Es como una biblioteca. Supongamos que se decide ‘quiero ser biólogo’,
y así se suscribe a la Biblioteca de Biología Harvard. Todo está
contenido, de modo que en principio es posible llegar a ser biólogo;
pero por supuesto es inútil si no se sabe qué buscar, y no se sabe cómo
interpretar lo que se ve, etc. Es lo mismo en el caso de Internet.
Contiene una inmensa cantidad de material –en parte valioso y en parte
no– pero requiere entendimiento, interpretación y conocimiento del
entorno informático para saber lo que se busca. Eso es bastante, aparte
del hecho de que el sistema de Google, por ejemplo, no es un sistema
neutral. Refleja intereses de anunciadores en la determinación de lo
que es prominente y lo que no lo es, y hay que saber cómo abrirse paso
a través de ese laberinto. De modo que volvemos a la educación y a la
organización que capacita para proceder.
Debiera subrayar que
como individuo, se está bastante limitado en lo que se puede llegar a
comprender, qué ideas se puede desarrollar, incluso cómo pensar. Si
alguien está aislado, eso limita considerablemente su capacidad de
tener y valorar ideas, sea para llegar a ser un científico creativo o
un ciudadano activo. Es un motivo por el cual el movimiento sindical
siempre ha estado en la vanguardia contra la supresión de información,
con programas de educación para trabajadores, por ejemplo, que otrora
fueron extremadamente influyentes en el Reino Unido y EE.UU. La
decadencia de lo que los sociólogos llaman ‘asociaciones secundarias’,
en las que la gente se junta para buscar e investigar, es uno de los
procesos de atomización que llevan a que la gente se aísle y enfrente
esa masa de información por sí sola. Por lo tanto, la red es un
instrumento útil, pero como en el caso de todos los instrumentos, hay
que estar en condiciones de utilizarlos, y eso no es tan simple.
Requiere un significativo desarrollo social.
¿Cómo sería posible hacer que las instituciones sean menos estúpidas?
Bueno, depende de cuál es la institución. Mencioné dos: una es el
gobierno que controla una capacidad nuclear; la otra es el sector
privado, que es bastante controlado mediante concentraciones de capital
bastante estrechas. Requieren diferentes enfoques. Respecto a la
situación del gobierno, requiere el desarrollo de una sociedad
democrática que funcione, en la cual una ciudadanía informada tendría
un papel central en la determinación de la política. El público no está
a favor de enfrentar la muerte y la destrucción de armas nucleares, y
en este caso sabemos en principio cómo eliminar la amenaza. Si el
público estuviera involucrado en el desarrollo de la política de
seguridad, pienso que se superaría esa estupidez institucional.
Existe una tesis en la teoría de relaciones internacionales de que la
preocupación primordial de los estados es la seguridad. Pero eso
plantea la pregunta: ¿Seguridad para quién? Si se analiza de cerca,
resulta que no se trata de la seguridad de la población, es seguridad
para sectores privilegiados dentro de la sociedad – los sectores que
controlan el poder del Estado. Existe abrumadora evidencia al respecto.
Lamentablemente me falta el tiempo para analizarla. Por lo tanto lo que
se puede hacer es llegar a un entendimiento de qué seguridad protege
realmente el Estado: no es vuestra seguridad. Puede ser superado
construyendo una sociedad democrática que funcione.
Sobre el
problema de la concentración del poder privado, también es básicamente
un problema de democratización. Una corporación es una tiranía. Es el
ejemplo más puro de tiranía que se pueda imaginar: el poder reside en
el vértice, se envían órdenes de un nivel superior al inferior, y en el
último, se tiene la opción de comprar lo que se produce. La población,
los así llamados participantes en la comunidad, no tienen casi ningún
papel en la decisión de lo que hace esa entidad. Y a esas entidades se
les otorgan extraordinarios poderes y derechos, mucho más allá de los
del individuo. Pero ninguna parte de esto está grabado en piedra. Nada
se basa en la teoría económica. Esta situación es el resultado de,
básicamente, la lucha de clases realizada durante un prolongado período
por clases empresariales con una consciencia de clase muy elevada, que
ahora han establecido su dominación efectiva sobre la sociedad en
diversas formas. Pero no tiene que existir, puede cambiar. De nuevo
tiene que ver con la democratización de las instituciones de la vida
social, política y económica. Es fácil de decir, difícil de realizar,
pero lo considero esencial.
© Philosophy Now 2015. All rights reserved.
No hay comentarios:
Publicar un comentario