Manuel Humberto Restrepo Domínguez
Dejar de ser punto de mira y pasar a estar en la mira puede depender una palabra divina o mundana. Es la situación en la que está el grupo político MIRA, equivalente al partido de dios criollo y poseedor de un extenso electorado que escucha a sus pastores invocar la palabra de dios en templos decorados o salas de sillas rimax y favorece con sus votos a los predestinados por dios -según ellos- para cumplir esa misión terrenal. Bastó que la pastora del grupo MIRA con status papal dijera espontáneamente lo que la sociedad ya sabia: que los limitados físicos no podrían igualarse con los pastores en su iglesia y eso es discriminación a secas. Pero la factura electoral se la están pasando otros grupos de poder, antiguos aliados, que también hacen de la discriminación, la exclusión y la desigualdad su fuente de poder. El hecho ha permitido ver los odios guardados, la sevicia para cobrar cuentas mal hechas en la desviación de la política, hay grabaciones de viajes y conversaciones intimas que gracias al espionaje de la policía política instalado por el Uribismo son asunto cotidiano. Lo que ocurre reitera el modo de eliminación política de los adversarios que fue impuesto con la lógica del todo vale, y del que todos pueden ser victimas cuando se trate de imponer la muerte política discriminada y selectiva al modo de las ejecuciones judiciales usadas por el procurador que armado con espada, cruz y ley sentencia a sus adversarios.
En Colombia religión y estado van juntos, aunque normativamente aparezcan separados. El ordenamiento es laico, pero las decisiones se cruzan con la moral y los despachos públicos se adornan con símbolos religiosos. La iglesia católica agrupa a 3 de cada cuatro creyentes y el movimiento cristiano crece al ritmo de 3 solicitudes de aprobación de nuevas iglesias por día a pesar de las 5000 existentes. La institución religiosa es intocable por cualquier mortal salvo en sus desvaríos sexuales o abusos contra menores, permanece libre de impuestos y en la practica expropio al estado de amplios espacios de la televisión publica antes dedicada a la programación cultural. La jerarquía católica mantiene intacto su poder en el estado con irrefutable capacidad de acción y decisión a nivel nacional y en ámbitos locales.
Políticamente las jerarquías de todas las iglesias han contribuido a detener o impedir la realización de los sistemas de derechos humanos, como base de la sociedad moderna y la democracia real. Han atravesado concepciones y prejuicios morales que contienen elementos medievales y son perseguidos los asuntos de diferencia, diversidad, igualdades que fortalecen la autonomía de sujetos libres y las criticas al orden del capital y su modelo de acumulación. Las religiones como instituciones sociales mantienen inmodificable su doctrina sobre los derechos procedentes del orden natural y se distancian a la hora de entenderlos como resultado de las luchas de los pueblos contra la opresión o la explotación. La dignidad para ellas sigue siendo un atributo ofrecido por dios y no la herramienta de lucha que construyen los seres humanos para avanzar hacia sus libertades y consolidar su propio destino al levantarse contra la obediencia y dominación. Tanto en la religión católica como en las otras iglesias cristianas hay evidentes discriminaciones y exclusiones no solo por carencias físicas, si no también por elección sexual, conciencia política o grado de autonomía. El pulpito es aun el escenario privilegiado de sacerdotes y pastores, herederos de losoratores que en la edad media trazaban el camino al cielo, conducían la vida de la gente en la tierra, condenaban a sus enemigos y abominaban la usura pero eran los prestamistas. Del pulpito salen verdades que son seguidas acríticamente por los fieles y que el gobierno trata de copiar para mantener el control. Las verdades del pulpito y las del gobierno tienen en común buscar adhesiones, votos, diezmos, limosnas y donaciones sin preguntar por su origen.
No es nuevo que el estado ponga en duda el proceder de algunas formas de iglesias observadas por posibles transacciones oscuras o situaciones confusas, lo nuevo es que con MIRA ha estallado la primera mina en el camino de una relación non sancta entre estado y religión que ya no es solamente católica, si no diversamente cristiana. La influencia de la iglesia de cristo es muy alta en la vida y sentimientos de la sociedad colombiana, pero sus contribuciones hacia la transformación de la realidad son mínimas, mas bien nulas. En lugar de política han jugado cartas electorales y propiciado no la configuración de una ética de respeto, solidaridades y defensa del bien común, si no una moral con presencia de la caridad y de un discurso antiautonomía. Sus enseñanzas convocan a mirar de lejos la realidad del país y llaman a la resignación, en contravía de los mandatos de la iglesia de los pobres y oprimidos que trata de volver a abrirse paso en sus luchas de liberación.
MIRA conquistó espacios electorales desde el pulpito y se mantuvo con independencia al margen de la unanimidad nacional del gobierno del presidente Santos y de su propósito reeleccionista, pero una palabra suya bastó para estar en la mira expuesto a investigaciones judiciales por lavado de activos, vínculos con redes internacionales del narcotráfico y relaciones con el neo paramilitarismo. Seguramente no serán invitados al banquete del poder. Ni tampoco a la mesa de unidad nacional II, serán excluidos, llamados a ir por el mundo como discriminados.
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