Minutos antes de ser asesinado, Manuel Colom Argueta, líder del Frente Unido Revolucionario Democrático -luego FUR-, respondió a las preguntas que le hiciera Félix Loarca. El periodista lo entrevistó con motivo de la inscripción de aquel partido que llevaba 18 años de existencia pero que hasta entonces no había tenido derecho legítimo de participar en los procesos electorales. Eso fue hace 35 años, un 22 de marzo de 1979. Ahora que en Guatemala el abanico político partidario es más monolítico que nunca, con pocas variables reales de fondo,
me pareció interesante leer una de las respuestas de aquel líder que tenía buenas posibilidades de entrar a la vida política del país. Cuando Loarca le preguntó qué significado tenía para el pueblo de Guatemala la inscripción del FUR como partido, Colom respondió, entre otras cosas, que “en Guatemala se ha vivido de forma antidemocrática; después del golpe de Estado del 30 de marzo de 1963, las fuerzas de extrema derecha no permitieron la inscripción de nuevos partidos políticos y tendieron a controlar y condicionar los cuatro partidos políticos ya inscritos.
Por eso es que en este largo período, de 1963 a la fecha, cada vez la participación ciudadana ha sido menor, es decir, cada vez el pueblo de Guatemala ha tenido menos la posibilidad directa o indirecta de regir sus destinos. La inscripción del FUR representa que de aquí en adelante el pueblo tendrá y la ciudadanía tendrá un partido de verdadera oposición, con historia, con ideología y con programas definidos”.
Nunca sabremos cómo habría sido un gobierno del FUR, y queda la certeza de que no podemos leer la realidad del 2014 con los ojos de 1979. Sin embargo, hay cosas que muy poco han cambiado desde que Colom Argueta dijera que, “las grandes mayorías disfrutan de menos ingresos con relación a lo que disfrutaban en 1950…”. Colom tenía claro que “los cambios solo pueden venir del análisis de la realidad, porque del análisis de la realidad viene la posibilidad, y de la posibilidad la alternativa, y, esa posibilidad y alternativa hay que forjarlas con una lucha política social hacia objetivos posibles”.
Ante la falta de alternativas que ofrecen los partidos políticos a la población guatemalteca actual, seguimos votando pero no eligiendo. Aún hay mamuts que practican en la política la Guerra Fría, tanto en un sentido como en otro, cuando la realidad pide cada vez más ética, más relación y un pensamiento político independiente. Necesitamos partidos políticos levantados sobre objetivos históricos de nación, no de gobierno o de sector. La democratización, el desarrollo económico social, un Estado de hecho y de Derecho para toda la población, como objetivos centrales.
En Guatemala no hay debates políticos entre partidos de diferente cuño, y aunque los colores van del blanco en adelante, pasando por el amarillo, el verde, el naranja, el morado, el azul y el rojo, lo único que cambia es el color de la corbata y, en algunos casos, los dueños reales de los partidos: sus patrocinadores. Si el uniforme es la consigna, por lo menos esperaríamos que los objetivos de ese robotismo político fueran en torno a una nueva visión de nación.
cescobarsarti@gmail.com
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