Con el infierno a la vista
Página 12
Caimanera, el pueblo de pescadores con poco más de 10.000 habitantes, de casas bajas y clima tórrido, es elegido todos los años para las protestas que exigen el retiro de los militares y la devolución de Guantánamo a Cuba.
-Desde Caimanera, Cuba
Desde Caimanera hay una visión simple, casi apacible del infierno en la Tierra.
A
poca distancia de la base militar norteamericana, desde una atalaya
pueden verse los tinglados de la cárcel de Guantánamo. De lejos parecen
apenas unas barracas vacías en medio del campo. Adentro, decenas de
presos sin derecho ninguno sobreviven a pesar de las torturas.
Por
esa razón Caimanera, el pueblo de pescadores con poco más de 10.000
habitantes, de casas bajas y clima tórrido, es elegido todos los años
para las protestas y reclamos que exigen el retiro de los militares y
la devolución de Guantánamo a Cuba.
La convivencia en la región
ha sido siempre difícil. Una vez instalados –en 1902, luego de la
guerra contra España (1898)–, los norteamericanos nunca disimularon su
desprecio por los cubanos. “Cuba es una adquisición sumamente deseable
para Estados Unidos. Ellos gradualmente se irán americanizando y
tendremos, a su tiempo, una de las mejores posesiones del mundo”,
escribía en octubre de 1901 el general Leonard Wood a sus superiores.
Desde
el comienzo, en Caimanera, debieron acostumbrarse a la violencia. Los
marines, sobre todo cuando había Ley Seca en EE.UU. y cuando estaban de
franco, llegaban al pueblo a emborracharse. “Luego venía la furia,
peleaban entre ellos, abofeteaban impunemente a los cubanos, rompían
mesas o vidrios, se paseaban en calzoncillos...”, asegura el
historiador cubano René González Barrios, que dedicó muchos años a
reconstruir el pasado de la bahía de Guantánamo y la base militar.
“Cuando
se les daba por practicar puntería, era frecuente encontrar reses o
animales domésticos muertos. A veces mataban por pura diversión. Hubo
casos trágicos: el 10 de junio de 1919 un marine borracho mató a un
nene con un disparo de rifle y el 12 de diciembre de 1936, otro, que
dijo estar cazando, asesinó a una mujer”, agrega González Barrios.
Hasta
antes de la Revolución Socialista, las mujeres cubanas de Caimanera
eran o prostitutas o mucamas por sueldos ínfimos. Los hombres
trabajaban en la base. Viajaban a diario totalmente hacinados, en una
balsa, sin ninguna seguridad. Tenían un salario que era la cuarta o la
quinta parte de lo que ganaba un norteamericano o un puertorriqueño.
Según el testimonio de trabajadores como Héctor Hernán Borges, en 1946,
vivían con la amenaza constante de ser despedidos o enviados a prisión
“por violación de las normas”, es decir, por cualquier motivo.
Para
Borges, uno de los momentos más humillantes –según le contó al
historiador cubano– era la entrada y la salida de la base: “Te
cacheaban, te hacían levantar las manos, te revisaban el bolso y se
quedaban muchas veces con la comida que llevabas. A veces te tocaban
con el machete. Sólo por una gran necesidad uno iba a trabajar a la
base”.
Con la Revolución de 1959 se acabaron el juego de
apuestas, el contrabando de ron y de droga, los burdeles y la
prostitución. Pero entonces el asedio del Pentágono se multiplicó. “Los
marines se subían a la cerca perimetral de la base e insultaban a Cuba
y a Fidel Castro. Les tiraban comida y cigarrillos a los cubanos
mientras les hacían gestos soeces. Les tiraban bombas molotov o
piedras. Violaban permanentemente el espacio aéreo, marítimo e incluso
había jeeps que salían de la base y penetraban territorio cubano hasta
llegar a 3 o 4 metros donde se encontraban las garitas del ejército
revolucionario. Llegaban a toda velocidad, disparando armas de fuego y
se iban”, explica González Barrios.
Washington buscaba
permanentemente crear condiciones psicológicas para desatar una
agresión. El gobierno revolucionario detectó rápidamente que Caimanera
y toda la zona de Guantánamo eran las más vulnerables. En noviembre de
1961 decidieron crear el Batallón de la Frontera, cuerpo militar que
enfrenta la base norteamericana.
La orden fue “no responder a
ofensas ni provocaciones”. El 5 de febrero de 1962, Cuba denunció ante
la ONU como “totalmente falsa” la información de medios estadounidenses
de que Fidel Castro estaba planeando moverse contra la base de
Guantánamo. Esa supuesta intención cubana sirvió para que el Pentágono
enviara tres portaaviones a la base.
Ese mismo año –el de la
Crisis de los Misiles en octubre– EE.UU. minó el perímetro de la zona
ocupada. En 1963 quiso dividir la isla creando en la zona de la base
“un gobierno libre de Cuba”. En 1966, el Pentágono invitó a varios
periodistas a la base y un día después hicieron correr la información
falsa de que seis cubanos se habían infiltrado en el campo militar. La
tensión llegó a tal punto que en 1974 Cuba también colocó explosivos en
la franja de seguridad.
Guantánamo siempre fue para el Pentágono
un laboratorio militar inmejorable tanto para la marina como para la
aviación (a partir de 1912). Esta base fue fundamental en la estrategia
norteamericana en todas las guerras desde la de Vietnam hasta las
mundiales. En momentos clave, se convertía casi en una provincia
estadounidense. En 1942, por ejemplo, los aviones norteamericanos
podían volar, aterrizar, o amerizar “en cualquier lugar de la isla sin
previo aviso”; el Pentágono podía establecer aeropuertos, destacamentos
militares, patrullar y vigilar sin previa consulta; “usar todas las
bahías, ensenadas y aguas sin previa notificación”. Toda la isla era un
polígono de tiro o un campo de ensayo para bombarderos y barcos de
guerra.
Desde 1993 hasta hoy viene produciéndose una distensión
con periódicos encuentros entre militares de ambos países. No obstante
los ensayos militares, la explosión de minas y los bombardeos, aunque
menos frecuentes, siguen agrietando los edificios de Caimanera. El
porcentaje de asmáticos, esquizofrénicos e hipertensos (el más alto
índice de Cuba) no baja. El daño ambiental en esa región, que según el
gobierno cubano posee el 30 por ciento de la diversidad de flora y de
fauna, no retrocede. El rellenado de pantanos para usarlos como
polígono de tiro ha provocado inundaciones por desborde del río
Guantánamo y salinización del valle agrícola.
Y, para mayor
gravedad, a pesar de las promesas del presidente Barack Obama, sigue en
pie una cárcel que avergüenza al género humano.
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