Panamá
La Estrella
Hasta
hace algún tiempo al hacer referencia a costos y presupuestos de
gobiernos, se hablaba en términos de cientos de miles de balboas. Pero
hoy esas cifras, de épocas que se antojan imaginadas y remotas,
palidecen cuando nos hablan de los cientos y miles de millones que
cuestan las obras que ejecuta y planea el gobierno. De tanto
escucharlas, parece que ya las tomamos como algo natural para el país
rico y afortunado que somos.
Hace unos años escuchábamos que el costo de una planta de tratamiento de aguas servidas para el saneamiento de la bahía se calculaba en B/.500 millones. Parecía fuera de nuestras posibilidades. Hoy el costo anunciado, cerca de B/.700, nos parece natural, a pesar de que la planta recién inaugurada todavía no puede servir a toda la ciudad, como al principio se anunció.
Muchos temblamos cuando hace apenas unos años se dijo que la ampliación del Canal de Panamá costaría la friolera de B/.5 mil millones. Hoy el gobierno ejecuta un plan de inversiones de B/.13 mil millones para gastar en el estrecho período de sus cinco años; solo el metro, las ampliaciones de la Domingo Díaz a Tocumen, de Arraiján a La Chorrera, de Divisa a Las Tablas, la Cinta Costera 2 y 3, y un par de obras más, casi igualan aquel costo que nos parecía astronómico.
A cualquier persona sensata le debe preocupar esta vorágine de inversiones públicas. Evidentemente muchas no han sido planificadas con prudencia como lo admite el jefe del Ejecutivo, cuando acepta que la contratación de la planta de saneamiento dejó por fuera líneas colectoras de muchos barrios de la ciudad, cuyas aguas servidas crudas todavía se continuarán vertiendo a la bahía. Igualmente se han modificado contratos de construcción de hospitales, aún durante su ejecución, para aumentar el metraje de las obras consignado en las licitaciones.
Otro ejemplo, que debería asombrar a cualquier inversionista juicioso, fue la adjudicación apresurada del empalme de la Cinta Costera con el Puente de Las Américas por un monto cercano a los B/.800 millones, pero sin definir si sería mediante un túnel atravesando el extremo sur de la ciudad o un relleno bordeando el Casco Antiguo, decisión que se postergó hasta mucho tiempo después de adjudicado el contrato.
El resultado de esta práctica, a ojos vista, es que lamentablemente por falta de planificación y estudios previos, muchas obras se encuentran atrasadas sin cumplir sus cronogramas de ejecución, lo que se traducirá en un aumento todavía mayor de costos dada la urgencia del gobierno en terminar los trabajos antes de las elecciones de mayo del próximo año. Algo muy parecido a la situación asfixiante del gobierno brasileño con los atrasos en todas las obras que deben estar listas para el Mundial de Fútbol del 2014.
Ahora, con tanto por hacer para dejar todos los trabajos completados y, sobre todo, recibidos a satisfacción, se anuncian todavía más obras. Peor aún: todas bajo el cómodo sistema de llave en mano, que no es más que ‘hazlo y págalo tú, que después te lo reembolsará el próximo gobierno’. Monorriel a La Chorrera, Línea 3 del Metro, nuevo puente sobre el Canal, ampliación Santiago-David, nueva planta potabilizadora para la capital y acueductos para el interior, tercera línea de transmisión eléctrica, sin contar, seguramente, las que pensarán y añadirán antes de la despedida del próximo año.
Todo, basado en que seguiremos creciendo al ritmo que le tocó a este afortunado gobierno y que continuaremos disfrutando la danza de los millones. Como nadie nos puede garantizar esa opulencia futura, si no fuera así, ¿entonces qué?
Fuente original: http://www.laestrella.com.pa/online/impreso/2013/08/14/la-danza-de-los-millones.asp
Hace unos años escuchábamos que el costo de una planta de tratamiento de aguas servidas para el saneamiento de la bahía se calculaba en B/.500 millones. Parecía fuera de nuestras posibilidades. Hoy el costo anunciado, cerca de B/.700, nos parece natural, a pesar de que la planta recién inaugurada todavía no puede servir a toda la ciudad, como al principio se anunció.
Muchos temblamos cuando hace apenas unos años se dijo que la ampliación del Canal de Panamá costaría la friolera de B/.5 mil millones. Hoy el gobierno ejecuta un plan de inversiones de B/.13 mil millones para gastar en el estrecho período de sus cinco años; solo el metro, las ampliaciones de la Domingo Díaz a Tocumen, de Arraiján a La Chorrera, de Divisa a Las Tablas, la Cinta Costera 2 y 3, y un par de obras más, casi igualan aquel costo que nos parecía astronómico.
A cualquier persona sensata le debe preocupar esta vorágine de inversiones públicas. Evidentemente muchas no han sido planificadas con prudencia como lo admite el jefe del Ejecutivo, cuando acepta que la contratación de la planta de saneamiento dejó por fuera líneas colectoras de muchos barrios de la ciudad, cuyas aguas servidas crudas todavía se continuarán vertiendo a la bahía. Igualmente se han modificado contratos de construcción de hospitales, aún durante su ejecución, para aumentar el metraje de las obras consignado en las licitaciones.
Otro ejemplo, que debería asombrar a cualquier inversionista juicioso, fue la adjudicación apresurada del empalme de la Cinta Costera con el Puente de Las Américas por un monto cercano a los B/.800 millones, pero sin definir si sería mediante un túnel atravesando el extremo sur de la ciudad o un relleno bordeando el Casco Antiguo, decisión que se postergó hasta mucho tiempo después de adjudicado el contrato.
El resultado de esta práctica, a ojos vista, es que lamentablemente por falta de planificación y estudios previos, muchas obras se encuentran atrasadas sin cumplir sus cronogramas de ejecución, lo que se traducirá en un aumento todavía mayor de costos dada la urgencia del gobierno en terminar los trabajos antes de las elecciones de mayo del próximo año. Algo muy parecido a la situación asfixiante del gobierno brasileño con los atrasos en todas las obras que deben estar listas para el Mundial de Fútbol del 2014.
Ahora, con tanto por hacer para dejar todos los trabajos completados y, sobre todo, recibidos a satisfacción, se anuncian todavía más obras. Peor aún: todas bajo el cómodo sistema de llave en mano, que no es más que ‘hazlo y págalo tú, que después te lo reembolsará el próximo gobierno’. Monorriel a La Chorrera, Línea 3 del Metro, nuevo puente sobre el Canal, ampliación Santiago-David, nueva planta potabilizadora para la capital y acueductos para el interior, tercera línea de transmisión eléctrica, sin contar, seguramente, las que pensarán y añadirán antes de la despedida del próximo año.
Todo, basado en que seguiremos creciendo al ritmo que le tocó a este afortunado gobierno y que continuaremos disfrutando la danza de los millones. Como nadie nos puede garantizar esa opulencia futura, si no fuera así, ¿entonces qué?
Fuente original: http://www.laestrella.com.pa/online/impreso/2013/08/14/la-danza-de-los-millones.asp
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