Julia Evelyn Martínez (*)
SAN SALVADOR - El concepto de Revolución Pasiva puede ser útil para el análisis del laberinto ideológico en el cual parece haber caído una parte de la izquierda política salvadoreña en la presente coyuntura electoral. Es de tal complejidad (y peligrosidad) la supuesta propuesta del Movimiento Nuevo País (MNP) de apoyar una alianza táctica con el proyecto reformista de Antonio Saca y del Movimiento Unidad, que se impone la necesidad de trascender del momento de los apasionados señalamientos de “traición, incoherencia y/o estupidez” en contra del MNP y de reflexionar sobre las implicaciones de esta alianza y sobre las estrategias que deben desarrollarse desde el movimiento popular revolucionario para neutralizarla.
En palabras de Antonio Gramsci, la Revolución Pasiva es una especie de “revolución- restauración”. Con esta expresión se quiere dar a entender un proceso de transformaciones económicas, sociales y políticas que es realizado bajo el liderazgo de una o más fracciones de la clase capitalista con el objetivo de modificar las relaciones de poder existentes al interior de la clase capitalista así como modificar las relaciones de dominación- subordinación que existen entre la clase capitalista y la clase trabajadora. El contenido de estas transformaciones es diverso y puede incluir medidas como: reformas al marco jurídico e institucional, modernización del aparato productivo, cambios en el sistema político y/o a las formas de participación ciudadana, políticas redistributivas del ingreso, reformas en el sistema educativo, entre otras. Todas estas reformas tienen como objetivo la refundación del Estado y la modernización del sistema económico para permitir la continuidad del proyecto hegemónico de la clase capitalista.
Este tipo de revolución ocurre en momentos de crisis orgánicas, que tienen tres manifestaciones principales: a) el grupo de la clase capitalista que ha sido dirigente hasta ese momento pierde su capacidad de promover el desarrollo del aparato productivo nacional; b) las masas dejan de confiar en la capacidad de la actual clase dirigente de promover sus intereses y c) surge dentro de la clase capitalista un nuevo grupo empresarial que comienza a luchar por convertirse en el nuevo grupo dirigente y que desarrolla una capacidad de hegemonía (de generar consensos sociales y acuerdos nacionales) que neutraliza los intentos de resolver esta crisis orgánica por una vía no capitalista.
La Revolución Pasiva es realizada por los sectores más “burgueses” de la clase capitalista, es decir, por los sectores empresariales que tienen más capacidad de identificar en una crisis orgánica, las necesidades que el aparato productivo nacional tiene de modernizarse, (aumentar la productividad, desarrollar la innovación, crear empleos, etc.) así como las reformas que deben realizarse al Estado y a las relaciones con la clase trabajadora y demás grupos dominados, para mantener condiciones mínimas de consenso y de cohesión social para que las masas se mantengan fieles e ilusionadas frente al discurso del desarrollo capitalista. Es nuevo grupo que aspira a ser dirigente, busca congraciarse con sus adversarios y opositores políticos incorporando parte de sus reclamos, pero despojándolos de toda radicalidad y de todo peligro revolucionario. Las demandas populares se despojan del carácter de clase y terminan siendo absorbidas por el sistema de dominación, y con eso se provoca una “desactivación temporal” de la lucha de clases.
La Revolución Pasiva es peligrosa para la revolución socialista, porque confunde a la clase trabajadora. En primer lugar, porque el proceso de reformas que se pone en marcha aparentemente está solucionando sus demandas de una vida mejor, y este mejoramiento está siendo impulsado por una fracción de la clase capitalista. De pronto, una parte de su clase antagónica se transforma en su aliada y/o en su benefactora. En segundo lugar, es peligrosa porque el sector de la clase dominante que lidera el proceso busca el apoyo de sectores de la izquierda (reformista o radical) y de intelectuales orgánicos que gozan de la confianza y la credibilidad entre las organizaciones de masas; con esto, divide, neutraliza, coopta o sataniza a los sectores populares e intelectuales con mayor conciencia y/o con posturas anti-sistema.
Como resultado, la lucha contra la opresión capitalista entra en una fase destand by, y la clase capitalista tiene “la mesa limpia” para proceder a realizar las reformas institucionales, económicas, sociales, culturales y políticas que necesita para su proyecto de modernización capitalista y se pospone la agenda de la revolución socialista.
En ese sentido, y para el caso de El Salvador, sí bien es cierto que ARENA y UNIDAD son lo mismo, tampoco son iguales. Ambos partidos promueven un proyecto de largo plazo de dominación de la clase capitalista sobre la clase trabajadora que tiene como fundamentos la explotación y la expoliación. Sin embargo, mientras el proyecto de dominación de ARENA es un proyecto neoliberal reaccionario, responsable de la actual crisis orgánica; el proyecto de UNIDAD es un proyecto neoliberal modernizante, que aspira a romper con la hegemonías de los grupos corporativos que desde 1989 a la fecha controlan los principales ejes de acumulación de capital y que desde el Estado definen el rumbo de las políticas públicas que benefician su proceso de acumulación. Esto no significa que el proyecto de UNIDAD sea mejor para la clase trabajadora que el proyecto de ARENA, pero en rigor, no es apropiado ni conveniente que se pongan como parte de mismo
¿Qué pasa con el FMLN en esta coyuntura? Pues sigue manteniéndose en el limbo ideológico al cual lo ha llevado el pragmatismo de su comisión política y sus alianzas con ciertos segmentos empresariales capitalistas de carácter modernizante, que están apostándole también a la Revolución Pasiva en El Salvador como alternativa a la Revolución Socialista, como por ejemplo, el Grupo Bukele y el Grupo Salume.
Por eso en que en estos momentos el discurso del FMLN es un discurso “gelatinoso”, que puede ser vaciado sin dificultad tanto en el recipiente de la revolución socialista como en el recipiente de la revolución pasiva de UNIDAD; tanto en el discurso del Buen Vivir de los gobiernos anti-imperialistas pos del Sur como en el discurso del Vivir Bien de los Estados Unidos. Ese mismo limbo ideológico le provoca a una parte de la dirigencia, bases y simpatizantes de este partido, la sincera creencia que, pese toda la evidencia en contra, el gobierno de Mauricio Funes, representa un “avance revolucionario” y se niegan a aceptar que en realidad este gobierno ha sido el segundo gobierno de GANA.
Las opciones para este partido cada se vuelven cada más escasas. Una opción es aprovechar la acumulación de fuerzas económicas, sociales, culturales y políticas que en el presente están obteniendo a través de las actividades del Grupo ALBA, para impulsar en el futuro un proyecto histórico socialista. La otra opción es que la presente acumulación de fuerzas económicas, sociales, culturales y políticas se reoriente hacia su participación en el grupo dirigente y gobernante de la Revolución Pasiva. Por el momento, no está claro cuál de los dos opciones será la que definirá el futuro del FMLN ni tampoco los liderazgos políticos e intelectuales que podrían estar detrás de estas opciones. Solamente la historia nos permitirá juzgarles, tal como está ocurriendo con el Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil.
En todo caso, la Revolución Pasiva es por el momento un riesgo real para la lucha revolucionaria, porque desde el movimiento popular revolucionario y desde sus intelectuales orgánicos/as no se ha desarrollado una contra-hegemonía que tenga la capacidad de conducir a las masas a una salida revolucionaria y no capitalista a esta crisis orgánica. Como decía Gramsci: “El viejo mundo se muere y el nuevo mundo tarda en aparecer. En este claroscuro surgen los monstruos”. El monstruo que está apareciendo en El Salvador es el monstruo de la Revolución Pasiva.
Estamos pues ante un punto de inflexión en donde se necesitará de formación teórica y política, análisis, debates y consensos sobre propuestas contra-hegemónicas a las de la Revolución Pasiva. De lo contrario, el movimiento popular revolucionario (el verdadero) no podrá detener el debilitamiento de la conciencia de clase ni tampoco podrá establecer que le permitan crear contra hegemonía y enfrentar a sus enemigos de clase, tanto al proyecto de dominación neoliberal conservador de ARENA como al proyecto neoliberal modernizante de UNIDAD. Eso es lo que está en juego, y ojalá quienes aún nos autodenominamos de izquierda, nos mantengamos unidos/as y situados/as en el lugar que nos corresponde, para que la historia no nos pille divididos/as ni tampoco en el lado equivocado.
(*) Columnista de ContraPunto
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