Salen los Murdoch y Cameron regresa de su viaje a Sudáfrica, que sabiamente no canceló. Los reflectores que apuntaban a ejecutivos de medios alguna vez poderosos y para nada electos, se vuelven para señalar a un primer ministro que no es tan poderoso como parecía.
Existen cinco temas que se relacionan con Cameron en todo este largo drama: el nombramiento de Andy Coulson, sus amplios contactos con News International, las actividades de su jefe de gabinete, Ed Llewellyn, su papel en la venta de BSkyB, que de concretarse habría sido espectacular; y su respuesta a esta tormenta de tres semanas que parece ser la primera crisis que lo tiene a él, y no al primer ministro adjunto, el liberal demócrata, Nick Clegg, en el centro de la atención. ¿Cuánto daño pueden hacerle cada uno de esos temas y cuántas amenazas más habrá que esperar?
En lo referente a Coulson, Cameron ha optado por la sinceridad. No podía hacer mucho más. El primer ministro no hubiera podido evitar que la cuestión trascendiera cuando su ex asesor fue arrestado. Es respetable la postura de Cameron de insistir en que Coulson es inocente hasta que se compruebe su culpabilidad y es comprensible por qué le ha sido difícil distanciarse de alguien que fue para él un colaborador muy cercano. Ha sido muy minucioso y extenso al hablar de responsabilidad personal en el nombramiento y en la disculpa todo poderosa que ofrecerá de una manera que no se ha explicado aún, si Coulson resulta culpable.
Esa relación dañará a Cameron de forma permanente pues lo coloca, como participante entusiasta, dentro de una vieja y agonizante era en que las autoridades eran sumisas ante el imperio de los medios y hace cuestionable su juicio. Los pasos de este vals particular entre Cameron y Coulson nos son familiares y no cambiarán hasta que haya un veredicto legal definitivo sobre su ex secretario de prensa.
Los muchos encuentros que sostuvo Cameron con ejecutivos de News International no son algo nunca visto. Los primeros ministros laboristas, Tony Blair y Gordon Brown eran igualmente asiduos. No es la primera vez que una acusación contra el actual liderazgo se neutraliza gracias a los antecedentes dejados por el Nuevo Laborismo. Dichos antecedentes implican que existe un limitado margen para que los laboristas critiquen las excesivas reuniones de Cameron con Rebekah Brooks y los demás.
Ahora es seguro que ese tipo de encuentros disminuirá. En una de las muchas reveladoras declaraciones de este miércoles, un ministro recordó a Cameron que el día anterior Murdoch declaró medio en broma: quisiera que los primeros ministros me dejen en paz
. Cameron, casi en susurro, respondió que de ahora en adelante Murdoch y otros serán dejados en paz. Sonó aliviado. El dar por terminados esos nexos es un enorme cambio en sí mismo.
Cameron respondió convincentemente preguntas sobre la intervención de su jefe de gabinete, Ed Llewellyn, quien, en un correo electrónico pidió al entonces comisionado adjunto de la policía, John Yates, no discutir la investigación en torno al espionaje telefónico durante una reunión con el primer ministro. En otro comentario en que intentó restar importancia al asunto, Cameron argumentó que Llewellyn quiso exhortar a la policía para que ésta no actuara de manera inapropiada. En términos del futuro del primer ministro, esta es una situación anticlimática que no va a ninguna parte.
En comparación con las amplias explicaciones que dio sobre Coulson, sobre la cantidad de veces que se reunió con ejecutivos de medios y sus relaciones con la policía, el primer ministro fue muy evasivo en cuanto a la transacción de BSkyB. Esta actitud es más significativa, precisamente, porque fue muy transparente en los demás temas.
Esto fue deliberado. Tenía una respuesta preparada en la que afirmó no haber tenido conversaciones inapropiadas
sobre la compra del canal, pero se negó a explicar de qué trataron las conversaciones apropiadas
que sí sostuvo. En vez de eso, aludió a la respuesta que dio Brooks el martes anterior en su comparecencia ante el Parlamento, cuando afirmó que no hubo discusiones que no hubieran tenido lugar ante el comité.
De estas crípticas respuestas podemos descifrar una realidad muy ilustrativa. Queda claro que el negocio de BSkyB fue discutido cuando Cameron se reunió con ejecutivos de News International. Cameron reconoce que dichos encuentros algo tienen de embarazoso pues de lo contrario hubiera sido más específico. La similitud en las respuestas compuestas con antelación usando una fórmula que emitieron Brooks el martes y Cameron este miércoles sugieren la posibilidad de que hubo discusiones entre ambas partes en cuanto a cómo responderían a las preguntas sobre la televisión por cable, si bien está claro que en este clima explosivo, la parte gubernamental y la de Murdoch no han tenido contacto.
La respuesta limpiamente imprecisa de Brooks dio pie a que Cameron la utilizara para tener de qué agarrarse cuando se hablara de la transacción. Cameron tuvo discusiones apropiadas
sin definir el término, por lo que se pudo haber dicho mucho. Esta parte de la historia no ha terminado. Cameron suele ser un agudo intérprete del ritmo de la política. Sabe que esto lo puede meter en problemas o de lo contrario se hubiera apegado a la estrategia de transparencia y sinceridad que empleó en otros frentes.
Cameron ha sido el más criticado, sobre todo por su propio partido Conservador, por su respuesta a la crisis en las últimas semanas, lo cual es injusto. No podía escaparse de nombrar a Coulson y una vez hecho, no podía retractarse. Cuando se dio cuenta de la magnitud de lo que ocurría reaccionó rápido, tanto que se reunió la semana pasada con el líder laborista Ed Miliband para discutir los términos de la investigación judicial y él aceptó todo lo que el opositor le sugirió.
Algunas de sus reacciones han caído en la torpeza debido a su desesperación, como fue el infundado ataque contra el asesor de Miliband, Tom Baldwin, al describirlo vergonzosamente como un equivalente de Coulson, pero el gobernante se ha mantenido a flote, hasta ahora, en la tormenta.
La crisis no derribará al gobierno de Cameron y no debería hacerlo. Sin embargo, siempre hay una razón por la que hay eventos que hacen erupción en torno a un primer ministro. La razón más profunda en este caso es que ni Cameron ni el ministro de Finanzas, George Osborne, están del todo formados como líderes políticos. Llegaron al poder relativamente jóvenes y sin tener experiencia ministerial previa. Sus estrategias políticas son más conforme a modelos en vez de ser frescas y auténticas. En este caso querían a un Alastair Campbell (ex jefe de prensa de Tony Blair) para acercarse a los tabloides porque, al final, su anhelo era volver a las políticas económicas que llevaban a Margaret Thatcher a victorias electorales aplastantes.
Incluso esta semana parecía que la comitiva de Cameron estaba más bien enfrentando una de las crisis de Blair. Cuando parecía que (el alcalde de Londres) Boris Johnson era un inútil para explicar una situación, Downing Street se limitó a disculparlo diciendo Boris es Boris
, de la misma forma en que Blair solía admitir con una sonrisa de resignación Peter is Peter
, en alusión a un miembro de su gabinete a quien trataba de disculpar tibiamente. El nuevo gobierno no es muy original.
Cameron y Osborne son equivalentes a un par de jóvenes futbolistas elegidos para formar la selección que jugará en el mundial. Se hicieron de un poder, tomaron en cuenta la influencia del Nuevo Laborismo. ¿Habrán consultado ampliamente dentro de su partido el nombramiento de Coulson? ¿Habrá consultado Cameron sobre qué tan sabio era reunirse con ejecutivos de News International mientras se negociaba el trato de BSkyB?
Para entender el liderazgo de Blair era importante que no tuviera experiencia ministerial previa. Cameron es un joven primer ministro en un contexto mucho más épico, con un Parlamento en suspenso (en que ningún partido tiene mayoría) y una profunda crisis económica.
Sus errores en este asunto son parte de un patrón en su ejercicio de la política. No son errores fatales, pero lo dañan. Ha llegado a la cima demasiado rápido. Ojalá Cameron tenga la esperanza de resurgir fortalecido en en la nueva arquitectura que resultará de esta crisis y crezca para convertirse en un auténtico líder o sepa que existe el riesgo de la derrota, si estos sucesos acaban por arrastrarlo.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca
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