Gilberto López y Rivas
Después de más de dos años
de pláticas exploratorias confidenciales entre el gobierno colombiano y
el Ejército de Liberación Nacional (ELN), sostenidas en Ecuador, Brasil
y Venezuela, finalmente, el 30 de marzo de 2016, ambas partes firmaron
el Acuerdo de Diálogos y la instalación de una mesa pública para abordar
los puntos establecidos en la agenda, con el fin de suscribir un
convenio final
para terminar el conflicto armado y acordar transformaciones en búsqueda de una Colombia en paz y equidad. En estas conversaciones actuaron como garantes los gobiernos de esos tres países, junto con el de Noruega, mientras los de Cuba y Chile oficiaron como acompañantes. Las delegaciones reconocieron que la paz es un bien supremo de toda democracia, y con el objetivo de poner fin al conflicto armado y erradicar la violencia de la política, ubicaron en el centro la situación de las víctimas para avanzar hacia la reconciliación nacional mediante la activa participación de la sociedad en la construcción de una paz estable y duradera. Las partes acordaron instalar en Ecuador la mesa de diálogos pública, adelantar pláticas directas e ininterrumpidas y desarrollar una agenda con la mayor celeridad y rigurosidad, fungiendo todos los gobiernos mencionados como garantes.
Cuatro años atrás, el ELN había manifestado su disposición para
participar en un proceso de paz, planteando por medio del comandante
Nicolás Rodríguez Bautista que “la salida real para el futuro de
Colombia al conflicto es de un consenso social y político alrededor de
la paz (…) El ELN siempre ha dicho que si en Colombia se abren los
cauces para la actividad política de la sociedad, llega un momento en
que las armas comienzan a sobrar, es decir, nadie va a preferir alzarse
en armas si hay condiciones de desarrollar la lucha y la actividad
política por las vías democráticas, legales, institucionales y amplias,
porque precisamente la negación de esa realidad fue la que posibilitó el
levantamiento de armas (…) y llega un momento en que el motivo que
llevó a éste dejará de ser razón para tenerlas, porque habrá garantías, y
eso es lo que quieren la mayoría de los colombianos y la insurgencia
misma”.
El problema ha sido, como pudimos observar cuando asistimos a
Colombia como testigos de la firma de otros acuerdos de paz en El
Caguán, en 1999, que no se crearon las condiciones para garantizar la
participación y la acción política de los insurgentes, siendo el
paramilitarismo y las redobladas estrategias de terrorismo de Estado,
apoyadas por Estados Unidos, el principal impedimento para un efectivo
cumplimiento de acuerdos. Una reunión en esa fecha con el presidente
Andrés Pastrana terminó abruptamente cuando se le inquirió,
precisamente, sobre la recurrencia del paramilitarismo. Años después,
como miembro de la Comisión Ética contra los Crímenes de Estado en
Colombia, corroboré también en el terreno la impunidad con que actúan
los paramilitares, y el terrible impacto en el mundo rural de la
conocida práctica castrense de los
falsos positivos. Con toda razón, el comandante Rodríguez afirmaba en enero de 2013: “Se requiere que haya cambios, que haya procesos que visibilicen ese cambio, donde las garantías políticas no se ofrezcan teóricamente, sino que se palpen en la vida misma del país, de la realidad social, de la realidad política. Eso es lo que hay que crear, y el ELN cree que eso se crea con la participación de la sociedad colombiana, particularmente de los sectores excluidos de la política por esa acción terrorista del Estado, porque, por ejemplo, es difícil pensar que pueda creerse en un acuerdo si el paramilitarismo sigue existiendo como existe hoy (...) El ELN habla de un gobierno de ‘Nación, Paz y Equidad’, porque Colombia es un país que está en guerra y la paz es la mayor aspiración de los hombres y mujeres colombianos, incluida por supuesto la insurgencia. El ELN entiende la paz como justicia, equidad, democracia y soberanía”.
De la agenda que las partes acordaron, el fin del conflicto
armado adquiere, a la luz de las experiencias pasadas, un relieve
singular, ya que en este tema se trata de erradicar la violencia y
propiciar el tránsito del ELN a la política legal. Para ello, se
discutirá la definición de la futura situación jurídica del ELN y sus
integrantes, las garantías de seguridad para sus miembros, las
condiciones y garantías para el ejercicio de la política, los miembros
procesados o condenados, el esclarecimiento del fenómeno del
paramilitarismo para que no se repita, las dinámicas y acciones
humanitarias, el cese del fuego y hostilidades bilateral, y el acuerdo
sobre las armas del ELN.
En todo caso, esta organización político-militar ha expresado su
disposición para avanzar de manera digna en la edificación de una nueva
patria. Su determinación por luchar por una paz, siempre ligada a las
aspiraciones populares, con su protagonismo y conducción. El ELN reitera
que la paz sólo se expresará en cambios reales en el modelo económico,
en las trasformaciones estructurales de las fuerzas armadas del régimen,
en el fin del narcoestado, el paramilitarismo, la actual
política petrolera y en la defensa de la tierra y el territorio. Sus
integrantes consideran que a lo largo de más de 50 años de lucha han
ganado una legitimidad en el corazón de las mayorías populares de las
cuales nacen y a quienes se deben. Sostienen, asimismo, que la ética de
su lucha parte también, y sustancialmente, de su posición con respecto
al narcotráfico, considerado como una corporación capitalista más a la
que hay que combatir.
El ELN es hoy una fuerza insurgente madura, que forma parte y nace de
un pueblo heroico, rebelde y trabajador que ha buscado incansablemente
la paz. Es patrimonio de las luchas de resistencia de los pueblos contra
la tiranía de las oligarquías criollas y frente a la explotación
imperialista. Lucha por la integración soberana de los pueblos, que
proporcione poder real a América Latina frente a las grandes potencias,
frente a Estados Unidos, como han sido los sueños de Martí, Bolívar,
Zapata y Camilo Torres. Con otras capacidades y protagonistas, pretende
profundizar las grietas del imperialismo, afianzar la lucha
anticapitalista con procesos que debe librar toda América Latina, no una
sola nación, pues la transformación revolucionaria del continente
representa un eje estratégico en los caminos de rebeldía para los
movimientos populares, revolucionarios y democráticos de Nuestra
América.
No hay comentarios:
Publicar un comentario