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domingo, 4 de diciembre de 2011

Del desembarco del Granma al triunfo de la Revolución cubana

Por Yeanny González Peña *

La Habana (PL) El 2 de diciembre de 1956, un grupo de hombres liderados por Fidel Castro desembarcó en la costa sur-oriental de Cuba, en una acción que inauguró la etapa final de la lucha por la independencia del país.

Otro exlusivo:
El Cuate y el yate Granma

Habían salido del puerto de Tuxpan, México, a bordo de una pequeña embarcación bautizada como Granma que, con capacidad para 25 personas, trajo a 82 revolucionarios, dos cañones, 35 fusiles con mirilla telescópica, 55 fusiles de asalto "Mendoza", 3 ametralladoras "Thompson", 50 pistolas y municiones.

Para el general cubano William Gálvez, la llegada del barco a la nación antillana fue el paso inicial para la formación, primero, de un destacamento guerrillero, luego del Ejército Rebelde y finalmente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).

Los expedicionarios desembarcaron a unos dos kilómetros de playa Las Coloradas, al noroeste de Cabo Cruz, justo en un lugar fangoso y de tupidos manglares que cubren ese litoral y forman una enmarañada red.

La acción, llena de obstáculos, fue calificada por el joven médico argentino Ernesto Che Guevara como algo más semejante a un naufragio que a un desembarco.

A bordo, "todo el barco presentaba un aspecto ridículamente trágico: los hombres tenían la angustia reflejada en el rostro y se apretaban el estómago con las dos manos (...) toda la tropa sentía el mal de la mar", relató el Che.

La expedición, que había sido delatada horas antes, fue bombardeada por la aviación, de cuyo ataque solo sobrevivió una veintena de combatientes dispersos, entre ellos todo el estado mayor y el Che, herido de bala en el hombro.

Paralelamente, en La Habana se anunciaba oficialmente la muerte de Fidel Castro junto con la liquidación de los tripulantes, quienes, en realidad, avanzaban durante la noche rumbo a la Sierra Maestra, sitio donde inaugurarían una nueva forma de acción: la guerrilla.

Esa veintena de revolucionarios, agrupada en torno al líder y estratega militar, impulsó una guerra que en 25 meses derrotó a las fuerzas del dictador Fulgencio Batista (1952-1958), y logró el triunfo definitivo el 1 de enero de 1959.

PREPARATIVOS DE LA EXPEDICIÓN

Antonio del Conde, El Cuate, un mexicano indisolublemente ligado a la historia de la Revolución cubana, relató a Prensa Latina anécdotas de los últimos momentos que vivieron los expedicionarios en México.

Según afirma, a fines de 1955 llegó a una armería, que él había heredado de su padre en el Distrito Federal, un señor perfectamente vestido buscando acciones de mecanismos belgas y, tras una breve conversación, surgió una profunda amistad entre los dos hombres.

Se trataba del entonces joven líder Fidel Castro, quien estaba exiliado en México con otro grupo de cubanos que iniciaba los preparativos para una expedición, la cual sería la acción definitiva contra la dictadura del presidente inconstitucional Fulgencio Batista en la isla.

Un día de 1956, en un viaje que realizaran ambos a Tuxpan, El Cuate le comentó que debía ir a un embarcadero vecino donde un hombre le ayudaba con un viejo yate, adquirido por poco más de 20 mil dólares para sus ratos de ocio.

Estaba reparando la quilla rota en el escaso tiempo libre que le dejaba su tarea de abastecedor de los revolucionarios, hasta que ese día Fidel lo siguió e interesado por el barco le preguntó de quién era.

"Es mío señor, fue mi respuesta, a lo que siguió una fuerte determinación que desde el principio me impidió una negativa: Si usted me arregla ese barco, en ese nos vamos a Cuba", expresó.

El Granma salió al mar rumbo a la Isla en la noche del 25 de noviembre con 82 expedicionarios a bordo. Del Conde se había encargado de la reparación, del abastecimiento y de toda la organización del armamento.

Fidel Castro había declarado días antes: "Si El Cuate no me falla salgo, si salgo llego y si llego triunfo".

Comentó, asimismo, que el peor momento de su vida fue cuando supo que no viajaría a bordo de la expedición.

"El Comandante consideraba que yo sería más útil aquí que como un soldado en la Sierra, donde se desarrollaría la mayor parte de la lucha armada contra la tiranía en Cuba".

"Toda mi vida gravitaba alrededor del barco, imagínese, yo había abandonado a mi familia, el negocio, y a partir de ese momento fue todo más difícil para mí", expresó.

Sin embargo, se mantuvo ocupado en el envío de armas a Cuba, por lo que fue encarcelado en 1958 en una prisión de Texas, Estados Unidos, y allí permaneció hasta después del triunfo revolucionario de enero de 1959.

Meses después viajó a Cuba y en 1962 comenzó a trabajar como asesor del Che, un joven argentino que también conoció a los revolucionarios en México y alcanzó el grado de comandante en la Sierra Maestra.

El yate Granma, uno de los emblemas de la Revolución cubana, sigue siendo suyo aunque ya no pueda navegar en él, dice, con la inevitable sonrisa que le provocan los recuerdos.

*Periodista de la Redacción Nacional de Prensa Latina.

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