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sábado, 30 de enero de 2010


Tony Blair y su inmaculada conciencia

Robert Fisk
Para retomar una de las más viles expresiones de lord Blair de Kut al Amara, hay una distinción binaria. Sangre que me empapó los zapatos en la sala de urgencias de un hospital de Bagdad en marzo de 2003, seres humanos que aullaban por sus quemaduras de fósforo, el anciano que con un pañuelo intentaba secar la sangre que brotaba de la órbita hueca de su ojo, las pilas de cadáveres en descomposición que había en la morgue de la capital iraquí. Y los gritos, sí los gritos, y los ruegos y los quejidos de animal moribundo de los heridos y agonizantes.

Este viernes, lord Blair se sentó en el Centro de Convenciones Reina Isabel II con su inmaculado traje, con su inmaculada corbata roja, su inmaculada camisa blanca y su inmaculada conciencia. Por Dios, eso sí que era una distinción binaria. La diferencia que existe entre el infierno del dolor y el infierno de la mendacidad dichosa.

Tendrían que haber estado en Medio Oriente para sentirlo con la debida intensidad. Lord Blair estaba físicamente a solamente 3 mil 200 kilómetros de distancia de mí. Sicológicamente, sin embargo, se encontraba en otra galaxia, mientras componía y recomponía la historia.

Está el papel de Al Qaeda. Todos sabíamos de esta institución particular. Lo cambió todo, como nos recordó una y otra vez lord Blair. Fue una de las razones por las que británicos y estadunidenses invadieron Irak. Supuestamente Saddam tenía nexos con Al Qaeda, o al menos eso dijo Washington, y podía darle a la organización armas de destrucción masiva, según lord Blair.

Pero cuando resultó que los nexos eran tan inexistentes como las armas, lord Blair se sorprendió mucho al ver a la red Al Qaeda reaparecer después de la invasión a Irak. La gente no pensó que Al Qaeda e Irán jugarían el papel que tienen.

Lord Blair fue a la guerra porque pensó que Al Qaeda lo dejaría ganar en Irak. Por lo tanto, todo es culpa de Al Qaeda. NOSOTROS no matamos a 100 mil iraquíes (nótese que utilicé el saldo mortal más benévolo registrado). Fueron ELLOS, los terroristas, los insurgentes de Al Qaeda, los sectarios, los malos.

Blair hizo uso del mismo truquito deshonesto al hablar de la guerra Israelí-palestina. Es un problema constante para Israel, nos informó. Ellos usan enormes fuerzas en sus réplicas y se prolongan fácilmente dos semanas, pero fueron los otros quienes lo comenzaron todo.

Pero no. No es así, lord Blair. Nadie pone en duda que los cohetes de Hamas precedieron la agresión israelí contra Gaza hace un año. De lo que se acusó a Israel fue de causar un número grotescamente desproporcionado de víctimas. Pero desde luego, eso no fue lo que Blair dijo, porque trabaja en Jerusalén, donde no puede ofender a ninguna de las partes. En su calidad de enviado para Medio Oriente, su trabajo consiste en impedir una carnicería masiva, cosa en la que fracasó abiertamente, como fracasó no poniendo fin a la carnicería en Irak.

Pasamos por un invierno frío en Medio Oriente, pero el miércoles me tuve que alojar de vez en cuando el cuello de la camisa. Pareciera que Blair fue tan exitoso en Irak como lo fue en Gaza hace un año. Todo está mejorando. La vida en Irak es mejor a lo que era en 2007, 2003, 2002, y para el caso, 2001. Si, ya entendí. Antes de la invasión, todo era culpa de Saddam. Después de la invasión todo es culpa de Al Qaeda e Irán. ¿Hay suponer que ahora vamos a invadir Irán?

En un momento dado, este hombre miserable alardeó del legado histórico británico al implantar un gobierno iraquí en alrededor de los año 20, y omitió toda mención de una insurgencia masiva contra los británicos en Bagdad, Fallujah y Najaf, en 1922, que bien pudo haber sido una advertencia para él de la anarquía que surgiría después de 2003.

De vez en cuando, tuvo un resbalón, o al menos, el interrogatorio tocaba algún punto antes obviado. Cuando trató de decirnos que no se tomaron decisiones en su tristemente célebre reunión con George W. Bush en Crawford, lord Blair de pronto expresó (de hecho parece que se le escapó) que él creía que en esa ocasión hubo conversaciones con los israelíes. ¿Qué? ¿Israelíes? ¿En la crítica reunión en Crawford? Israel fue la única nación, además de Estados Unidos y Gran Bretaña, que apoyó la guerra y, de hecho, la alentó.

Un amigo mío en Jerusalén me hizo el favor de revisar sus archivos y ahí encontró que una fuente de la cancillería israelí declaró que una invasión a Irak definitivamente distraería la atención de la gente sobre el asunto israelí-palestino. La investigación jamás se topó con esta interesante pista.

Al final de la comparecencia, al tiempo que Lawrence Freedman leía la lista de muertos cada año y yo recordaba haber visto algunas de esas tragedias con mis propios ojos, Irak se coló al recinto.

El ministro Adam Price tiene razón: nunca escucharemos una disculpa de este hombre, dijo. No podemos, claro, porque lord Blair hablaba de su propio juicio, de ser franco, absoluta y completamente honesto y absolutamente claro. Debíamos quedarnos ahí y solucionarlo. Así que de eso se trataron todos los muertos, heridos, bombardeos, cuerpos despedazados, las violaciones y las torturas en Abu Ghraib.

Era un recinto demasiado pequeño para escuchar todo esto. No sorprende que no pudieron retacar ahí dentro a todos los deudos británicos. Casi 200 soldados ingleses no tuvieron representación en el acto. Esto llevó a que me preguntara cómo retacar las almas en el Centro de Convenciones Reina Isabel II de 100 mil iraquíes muertos.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

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