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sábado, 23 de enero de 2010


Porfirio Muñoz Ledo

El péndulo de Chile

La segunda vuelta en la elección presidencial de Chile confirmó la bipolaridad que ha tensado la vida política y social de ese país. El giro pendular hacia la derecha se resolvió esta vez por la vía legal y civil de las democracias avanzadas, donde los cambios de gobierno —así sean drásticos— no abonan a la fragilidad del Estado.

Ha sido el fin de un ciclo histórico y la culminación del proceso de transición. No sólo porque se ha cumplido la segunda alternancia sino porque entraña un cambio generacional, sobre todo en el nivel ciudadano. También por la consolidación del marco institucional y del horizonte de objetivos comunes que incide en el diálogo, la tolerancia y la recomposición de las formaciones políticas.
El resultado tiene significados varios en el plano electoral. Lo más saliente: el desfase entre la popularidad de la presidenta Bachelet (estimado en más de 80%) y la derrota del candidato de la Concertación. Explicable tanto por las divisiones previas en ese campo, como porque las cualidades percibidas en aquélla no eran transferibles a Eduardo Frei.
Es asimismo consecuencia de la reforma impulsada por Lagos e Insulza en 2005, que acortó el periodo presidencial a cuatro años pero mantuvo la no reelección inmediata, con lo que eliminaba de esta contienda a quien muy probablemente la hubiese ganado: la presidenta en funciones. Habilitaba a sus promotores para presentarse, pero alentaba a los demócratas cristianos para exigir el principio de rotación, lo que finalmente ocurrió.
Falló pues la alternancia dentro de la concertación y sus bases se soliviantaron. El 20% de Enríquez Ominami en la primera vuelta manifiesta la emergencia de un movimiento interno por el desgaste en el ejercicio del poder y el reparto de cuotas entre partidos aliados, que asemejaba al sistema chileno con los rompecabezas de los regímenes semiparlamentarios.
Es tal vez el fin del sistema binominal, que articuló el esquema bipolar en detrimento de los partidos minoritarios y atemperó la confrontación política. Erigido para abolir el “Chile de los tres tercios” —al que se atribuyó la caída de Allende— favoreció electoralmente a la concertación, al tiempo que coagulaba políticamente a las derechas.
Los parabienes de los derrotados hablan de institucionalidad, pero también de la búsqueda de consensos. Las “elecciones modélicas”, como las llamó El País, son signo irrecusable de madurez política y si no hacen verosímil el “gobierno de Unidad” propuesto por Piñera, alejan cuando menos los ecos guerreros que subyacen en la conciencia de los chilenos.
Hace 52 años que la derecha no triunfaba por la vía electoral. A diferencia de la dictadura, se trata de una “derecha republicana”, que parece estar dirigida más por liberales que por conservadores. Bastenier ha escriturado “la segunda muerte del general”: el entierro del “pinochetismo antropológico”, esa sombra que había seguido “limitando, amagando, atemorizando”.
El futuro está abierto: son nuevos actores los socialistas insurgentes y los piñeristas liberados del pasado. Los primeros podrían abrirse paso mediante una plataforma de recambio y una reforma constitucional que favoreciese el pluralismo, una vez exorcizado el fantasma de la inestabilidad. Los segundos se consolidarían evitando el conflicto de intereses y la “berlusconización” de la política.
La nueva cartografía política debiera resultar de una lectura correcta de las elecciones: de las mutaciones ocurridas en la sociedad y el déficit de propuestas convincentes. Piñera ofreció gobernar mejor con el mismo programa y Frei no adelantó iniciativas serias para atacar los problemas de la desigualdad, la educación, el salario y el trabajo.
Los tiempos son también distintos. Volver a la prédica neoliberal desmentida por la crisis sería un anacronismo inconsecuente. Ubicarse en el ala militarista de Latinoamérica resultaría contradictorio y equivaldría a enfrentar el Alba con el ocaso. Esperaríamos de la nueva realidad chilena un aporte de equilibrio, creatividad y sensatez.
Diputado federal (PT)

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