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jueves, 28 de enero de 2010


La espesa nube colonial

John Saxe-Fernández

La regresión hacia lo que Pedro Henríquez Ureña llamó la espesa nube colonial es el meollo del esquema oligárquico-imperial para América Latina y el Caribe, encabezado por Washington, sus cipayos locales y los instrumentos económicos, militares e interamericanos, al inicio de la segunda década del Siglo XXI: algo inadmisible para las grandes mayorías de Latinoamérica que desde las gestas emancipadoras de los Siglos XIX y XX siguen peleando por cimentar su señorío sobre el futuro: 1910 y 1938 en México; desde 1959 en Cuba, Centroamérica, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil.

Hoy la embestida, desde Honduras hasta Haití, también ocurre en medio de magnos cambios en la ecuación mundial de poder y en gran medida es la respuesta imperial a la grave crisis político-económica y hegemónica que abate a la pax americana: la Casa Blanca aprovecha cualquier oportunidad, sea algo tan solemne como la gran tragedia y dolor ocasionados por el terremoto que devastó Haití, para poner en marcha lo que Ángel Guerra considera “la primera ocupación militar del poder ‘inteligente’”(La Jornada, 17-I-10 p17).

El Departamento de Estado dice que es una operación humanitaria por tiempo indefinido pero las tropas y el equipo desplegado indican que se realiza en función de sus intereses geopolíticos y geoeconómicos en el estratégico Caribe, con Cuba y Venezuela en la mira. Según comunicado oficial se incluyen efectivos de una unidad de intervención anfibia estacionada en Nassau, islas Bahamas, y del 24 cuerpo expedicionario de los marines.

Son días de preocupación imperial ante la creciente relación comercial entre Asia, Europa y Brasil. De ahí el interés de Estados Unidos por un mayor dominio sobre las líneas de comunicación marítima hacia el Atlántico norte y sur. Aunque Estados Unidos aprovecha la tragedia haitiana para remozar al sistema interamericano y a las instituciones financieras internacionales (Ifis) –Banco Mundial, FMI, BID– conocidos instrumentos de la Casa Blanca, muy vinculados con sus operaciones con el aparato policial-militar y de inteligencia, el énfasis mayor, como lo indican las iniciativas del presupuesto del gobierno de Obama, en estricta continuidad con su antecesor, se centra en fortalecer la fuerza naval, aérea y terrestre del Comando Sur.

La militar es la carta fuerte que también se usa en puntos clave (Irak, Afganistán, Pakistán, Yemen, etcétera); presente en las 4 mil bases en Estados Unidos y 800 más en ultramar. Es una militarización y sobre extensión que caracteriza a las hegemonías en declive. Así lo ilustran los 33 mil millones de dólares (mmdd) solicitados por Obama, además de los 708 mmdd para el gasto militar de 2011: un récord según informa la Ap, en medio de notas sobre la presencia humanitaria de Estados Unidos en Haití. Los 33 mmdd extra se usarán en 2010 para ampliar la guerra en Afganistán donde la Casa Blanca, bajo el Nóbel de la Paz 2009, decidió un aumento de 30 mil tropas.

En el programa militar hasta 2015, conocido como Quadrennial Defense Review, se plantean como misiones clave el antiterrorismo, la contrainsurgencia y el fortalecimiento presupuestal de las Fuerzas Especiales, así como de vuelos de aviones no-tripulados (Predator y Reaper) para más ejecuciones extrajudiciales contra terroristas o insurgentes en Irak, Afganistán, Pakistán y Yemen.

Éstas son abiertas violaciones al derecho humanitario e internacional ordenadas por la Casa Blanca y realizadas por la CIA, de las que a diario da cuenta la prensa. Desde 2009 van más de 600 bajas civiles por lo que el 13 de enero pasado la Unión por las Libertades Civiles (ACLU) presentó petición formal al Pentágono, los Departamentos de Estado y Justicia y la CIA, bajo la Ley de Libertad de Información, sobre la legalidad de estas matanzas: el público tiene derecho a saber si esas operaciones son consistentes con el derecho internacional. El gobierno de Obama amplió ese programa, pero no ha explicado al público su base legal.

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