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viernes, 29 de enero de 2010

El peligro de una explosión violenta en Haití es real

La llegada de tropas de EU no era el camino; se debió reforzar la Minustah, señala el ex premier

El envío de marines a Haití fue unilateral, pero hay que admitir que antes también se les llamó, dice Rosny Smarth

En 16 años el ejército estadunidense ha desembarcado tres veces en la isla; el desarrollo no llega

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Una multitud rompió la formación y se lanzó en estampida sobre bolsas con alimentos que eran distribuidas en Puerto PríncipeFoto Reuters
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Un menor intenta retener el arroz y el frijol que recibió en Cité Soleil, uno de los barrios más pobres de la capital haitiana Foto Reuters
Blanche Petrich
Enviada
Periódico La Jornada
Viernes 29 de enero de 2010, p. 25

Puerto Príncipe, 28 de enero. Estados Unidos desembarcó sus tropas tres veces en Haití en los últimos 16 años: 1994, para reponer a Jean Bertrand Aristide en el poder después de que fue derrocado con complicidad de Washington; 2004, para apoyar nuevamente la salida del poder de Aristide, que se había aliado con los sectores gangsteriles. Y ahora, con una emergencia humanitaria sin precedente. En ninguna de las ocupaciones anteriores Washington condujo al país hacia la democracia y el desarrollo, advierte en entrevista con La Jornada Rosny Smarth, dirigente político, ex primer ministro, agroeconomista formado en México, como muchos de su generación durante el duvalierismo.

Advierte, por otra parte, que en las zonas devastadas por el sismo del 12 de enero se vive un momento muy delicado entre la población damnificada (se calculan tres millones) que está dispersa en cerca de 600 campamentos censados y muchos más sin registro. Hay algunos brotes de desesperación, pero la violencia no ha estallado todavía. Si no se maneja bien la asistencia en el periodo de post terremoto, si los tres millones que están en la calle siguen en estas condiciones extremas, sí va a haber una ebullición. El peligro de una explosión violenta es real.

Ante la avalancha de recursos y proyectos de asistencia humanitaria que vienen bajo casi todas las banderas del mundo, destaca una presencia dominante: los 16 mil marines de Estados Unidos. No lejos de la costa está fondeado el portaviones de la 12 división aerotransportada. La isla entera está rodeada de guardacostas estadunidenses interceptando un posible y desesperado éxodo de boat people hacia Florida.

–¿Cómo definir el papel de la estrategia de Barack Obama frente a Haití? ¿Es una ocupación o un operativo de ayuda humanitaria militarizada?

Responde: “No era el camino. El envío de tropas estadunidenses fue unilateral. Lo que se debía haber hecho desde el punto de vista de la jurisdicción internacional era reforzar a la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah, con sus más de 10 mil cascos azules). Aunque también fue golpeada por el sismo, descabezada incluso, ese es justamente su mandato, darle seguridad a la ayuda humanitaria.

Es difícil no asociar la presencia estadunidense con una intencionalidad imperial. Pero personalmente pienso que ahora no tiene ese significado de ocupación, que sí lo tuvo en 1994 y 2004.

Smarth forma parte de ese grupo de profesionistas y dirigentes de centro izquierda de Haití que impulsaron a finales de los 80 la presidencia de Aristide con la ilusión de fundar la nación post duvalierista. Fueron ellos los que pidieron ayuda a Bill Clinton cuando el populista Titid fue derrocado por militares remanentes del viejo régimen. Con el visto bueno de esos sectores progresistas el Pentágono repuso a Aristide en el poder en 1994 con el desembarco de 23 mil marines. Una década más tarde volvieron a pedir ayuda a Washington para expulsar a Aristide –que se había ligado al aparato represivo de los tonton macoutes que entonces se llamaron attachés para atacar a sus viejos aliados de izquierda– y volver a convocar a elecciones, apoyando a René Préval.

Hoy son críticos al presidente. Pero Smarth, una figura respetada en la coalición Alternativa Patriótica, insiste en que esta izquierda asuma su parte de responsabilidad. Lo dice en mexicano: “Hay que tener güevos para admitirlo. Nos golpea el alma, pero no hay que olvidar, cuando vemos aquí a los marines, que nosotros también los llamamos”.

Otra opción: desembarcar tropas bajo la bandera de la ONU.

–¿Había otra opción ante esta catástrofe?

–Sí, podían haber venido bajo la bandera de la ONU. Es cierto es que necesitábamos fuerzas de seguridad. Haití no sólo es un país con un Estado muy débil y ahora paralizado. Tampoco tiene una fuerza armada. Nosotros la desmantelamos cuando se revirtió el golpe contra Aristide y se le restituyó en el poder en 1995, y apenas tiene un cuerpo policiaco que no llega a los 8mil efectivos, y mal armados. No hay que olvidarlo. (Hoy el jefe de la Policía Nacional de Haití, Mario Andrésol, informó que 70 elementos del cuerpo policiaco murieron, cerca de 500 desaparecieron y 400 están heridos).

Rosny Smarth insiste en la autocrítica: Hubo cierta ingenuidad de nuestra parte, las fuerzas democráticas; en nombre de la libertad contribuimos al debilitamiento de la autoridad. Esto terminó por descomponerse con los dos últimos periodos presidenciales, el de Aristide y el de René Préval, que podemos definir como anarco populistas. Smarth fue primer ministro, precisamente, en el segundo periodo de Aristide y renunció en menos de un año, provocando una crisis institucional.

–¿Se justifica la presencia armada de fuerzas extranjeras y el cerco marítimo?

–Es una reacción al vacío institucional, de Estado inexistente. En Estados Unidos hay cierta paranoia imperial que persiste pese a la presencia de Obama en la Casa Blanca.

–¿Y al resto del Caribe cómo le afecta?

–Pienso que República Dominicana y el Caribe anglófono fueron consultados y estuvieron de acuerdo.

–¿Cuál es la verdadera dimensión del peligro de violencia e inseguridad en el que insisten los medios y los diplomáticos?

–Hay focos esporádicos y aislados pero son más de falta de control y organización. Hay que entender bien la inseguridad en Haití. No es como la entienden en México, con esas dimensiones del crimen organizado. Aquí el fenómeno son las pandillas armadas que en las villas miseria son muy fuertes, por ejemplo, en Cité Soleil. En otra etapa tuvieron incluso un carácter político de defensa a Aristide, como milicias. Participaron en los incendios de las casas de casi todos nosotros los dirigentes, en asesinatos políticos. Con la partida de Aristide se volcaron a la delincuencia y al secuestro. No me extrañaría incluso que algunos de ellos estén involucrados en los asaltos a las caravanas de ayuda alimentaria los últimos días. Aunque eso más bien hay que entenderlo como resultado de la desesperación y la desorganización de los repartos.

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