▲ Algunos centroamericanos, entre ellos Wilmer Mendoza y Elmer Madrid, han conseguido trabajo en México mientras esperan ser recibidos por algún juez de migración estadunidense para solicitar asilo.
Ciudad Juárez, Chih., Wilber Mendoza Herrera, quien se presenta como copiloto de buses, fue deportado en 2007 cuando la policía de Tulsa, Oklahoma, lo detuvo por ir manejando carro sin licencia. Como todos merecemos otra oportunidad, se formó en la fila, cruzó el puente y lleva un mes a la espera de su entrevista, fijada para el 8 de mayo. Es la segunda vez que es expulsado de Estados Unidos.
En esta ocasión es un retornado, pues no ha sido deportado ni lo mandaron directo a Guatemala, su país (como sí ocurrió la primera vez), sino que le dieron una cita para comparecer ante un juez de inmigración. Ah, también lo regresaron a esperar en México.
Germán Pedraza, agente de la Patrulla Fronteriza, firmó el documento con la fecha de la cita y también anotó la dirección del migrante para los efectos conducentes: Casa del Migrante de Ciudad Juárez.
Sea México sala de espera, tercer país seguro o refugio, Wilber es uno de los afortunados, como otros varios cientos de migrantes que ha conseguido un empleo mientras esperan. Todos los días una camioneta viene por él y otros centroamericanos con experiencia en la construcción para llevarlo al lugar donde la Diócesis de Ciudad Juárez edifica una casa de retiro para sacerdotes.
La presencia de unos cuantos miles de personas en una ciudad que ronda un millón 300 mil habitantes no debería representar mayor problema, excepto porque ha sido la coartada de Donald Trump para reasignar a 750 agentes. Esos elementos se dedicaban a la revisión de camiones de carga de las maquiladoras, ahora deben interrogar y meter en centros de detención a los migrantes. Ese movimiento administrativo ha originado que crezcan las filas en los puentes fronterizos, tanto para la entrada mercancías como de personas, ya sea que decidan ingresar en sus vehículos o hacerlo a pie.
Las expresiones contra los migrantes, pese a todo, se han reducido a mentadas en las redes sociales y tres manifestaciones con unos cuantos participantes.
Los empresarios de las maquiladoras se han reunido en varias ocasiones con funcionarios de todos los niveles de gobierno para exigir una solución que agilice el cruce de las mercancías. Algunos de sus voceros han mostrado su disposición a emplear a los migrantes.
Pero el martes 30 de abril los empresarios subieron el tono en declaraciones a medios locales. No queremos más migrantes: Coparmex, cabeceó el Diario de Juárez, que recogió declaraciones de Eduardo Ramos, presidente local de ese organismo empresarial. Los argumentos: no los podemos atender, no sabemos qué enfermedades pueden traer (Joel Ayala, el charro de los burócratas, habló de ébola) ni cuántos delincuentes hay entre ellos. El líder patronal reconoció que hay migrantes que trabajan, aunque puso en duda que tengan permiso para hacerlo.
Para atender la oleada migratoria se ha creado una mesa en la que participan los tres niveles de gobierno, empresarios, organizaciones civiles y administradores de los albergues. En ese espacio, el delegado del gobierno federal, Juan Carlos Loera, él mismo migrante y ex responsable de Morena en el exterior, ha planteado que gestionará para esta frontera un programa de inclusión laboral similar al que funciona en Chiapas.
Emérita Alejandrina López iba bien con una pequeña papelería que montó en Comayagua, muy cerca de Palmerola, donde Estados Unidos tiene una base militar en pleno centro de Honduras. Un día le robaron toda la mercancía. Se fue a Omoa y puso una fonda. La tuvo que cerrar por la gente que me pedía impuesto (derecho de piso). Vendió todo, pidió prestado a una hermana que vive en Nueva Orleans y vino al norte. El coyote la echó en la frontera después de haber cobrado 8 mil 500 dólares.
En el cuarto de la parroquia hay tres hondureñas y una guatemalteca. Las cuatro mujeres pasaron entre 7 y 14 días detenidas del otro lado. Las devolvieron con un papel que tiene anotada una fecha, dentro de 60 días, para una entrevista en un juzgado. Al lugar donde estuvieron detenidas le llaman las hieleras, que describen como cuartos cerrados con el aire acondicionado a todo lo que da.
Durante todos los días que estuvieron encerradas no les permitieron bañarse ni lavarse los dientes, y se mantuvieron con sándwiches y agua.
Un día, Emérita se atrevió a pedir una toalla sanitaria. La agente le espetó: Es su problema, nadie le dijo que viniera.
Aunque en la puerta había un letrero que decía que la capacidad del lugar era de 15 personas, en la celda número cinco, donde estuvo Emérita, éramos 90 mujeres ahí y nos teníamos que turnar para dormir.
Al ser deportado en 2007, Wilmer Mendoza recibió un castigo de 10 años. Los ahorros que hizo al trabajar en Oklahoma le permitieron construir una casa en Guatemala, así que cuando fue devuelto se casó y tuvo tres hijos. Ahora, como ya había pasado el plazo de castigo, decidió volver. Me entregué en el puente. Wilmer ha hecho migas con los migrantes que forman parte de su cuadrilla. Uno de ellos es Elmer Madrid, hondureño de 28 años. Antes de ser retornado, pasó varios días encerrado en un cuarto que describe como demasiado pequeño para 300 personas y pico. Durmió sentado cuatro días, hasta que encontró un amigo: Nos íbamos prestando el puesto para acostarnos, para poder dormir un rato.
La madrugada del martes, la Patrulla Fronteriza detuvo a 600 migrantes, la mayoría centroamericanos, en la frontera Juárez-Nuevo México. Hoy jueves mostrará a los medios el trato que les brindan.
Foto Arturo Cano
Arturo Cano
Enviado
Periódico La Jornada
Jueves 2 de mayo de 2019, p. 12
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