Conversación con el activista mexicano Gustavo Castro
Gustavo Castro es un
activista mexicano defensor de derechos humanos. En marzo de 2016 fue
invitado por el COPIHN en Honduras para dar unos talleres de formación a
sus miembros. Durante su estancia se hospedó en casa de Berta Cáceres.
La noche en que la asesinaron también le dispararon a él, lo dieron por
muerto pero sólo estaba herido. A la espera de que se resuelva el crimen
por el asesinato de su compañera, aprovechamos su paso por Valencia
para tener un coloquio con él y con varias compañeras en lucha por la
defensa de la tierra y los derechos humanos. Lo que aquí recogemos son
las historias, reflexiones e ideas que nos dejó su conversación.
La
humanidad entera viaja toda en el mismo tren. Un tren enorme, rápido,
que sigue su camino con determinación. En este tren hay vagones de
primera, segunda, tercera y hasta de cuarta clase. Incluso hay, y no son
pocos, quienes viajan agarrados como pueden por fuera o trepados al
techo de los vagones.
Son estos quienes primero advierten
que apenas a unos 500 metros, hay en la vía un socavón enorme hacia el
que el tren se dirige a toda velocidad. De continuar así, se
precipitarán inevitablemente hacia el abismo. Son pues, los más pobres,
los viajeros marginados, quienes dan la voz de alarma.
“La progresiva implantación de los tratados de libre comercio en
América Latina está suponiendo la criminalización de los defensores de
derechos humanos, el aumento de los despojos y el saqueo en los
territorios de nuestros pueblos y países. Hablo de mi país México. Un
ejemplo: De 2000 a 2011 se ha extraído más oro, que en 300 años de
colonia. Les daré otro: Antes del tratado de libre comercio aprobado en
1994, 100 millones de personas comían maíz cuya producción era en un 90%
autóctona. Hoy el abastecimiento de maíz proviene mayoritariamente de
empresas extranjeras.
Con los acuerdos comenzaron las facilidades
otorgadas por los gobiernos para las inversiones de las grandes
multinacionales. Aparece la precariedad laboral, se destruye el empleo,
aumenta el paro y la consiguiente migración hacia EEUU. Se privatizan
los recursos, los servicios, las empresas nacionales, todo está en
venta. Como resultado el Estado se queda sin ingresos y comienza a subir
los impuestos y a recortar en sanidad y educación, los derechos también
se van privatizando.”
Ante el desastre inminente la gente se
apresura a movilizarse e intenta dar soluciones. Hay que avisar al
maquinista, decirle que se pare, que detenga el tren. Pero eso es
imposible, para llegar hasta el maquinista hay que atravesar todos los
vagones, ir pidiendo permisos para pasar de uno a otro. Además, el
maquinista es un mandado, hay que rellenar solicitudes, hacer
requerimientos para hablar con quienes dan las ordenes y lograr que
manden al maquinista detener el tren. Demasiado complejo, ya no
llegamos.
Hay quien arguye que no puede ser decisión de
unos pocos el tomar una resolución tan importante y que repercute en
todos, en la humanidad entera. Es necesario comenzar a convocar
asambleas en cada vagón para que la gente debata, opine y tome
resoluciones que puedan después ser puestas en común en una asamblea
general por los representantes de cada vagón. ¡Uy, no! Pues ya quedan
400 metros, tampoco nos da para organizar todo eso.
“Además
de los EEUU y Canadá, la Unión Europea comienza a participar de los
tratados de libre comercio, no quiere quedarse fuera, tampoco China. Las
empresas europeas se especializan en proyectos de mineras, represas e
hidroeléctricas. Estos se suman a otros grandes negocios de saqueo y de
muerte: Monocultivos de aceite de palma, de maíz y soja transgénica,
minas a cielo abierto, extractivismo, fracking, petróleo, maquilas…
Todas las multinacionales tienen la misma consigna: poder extraer la
mayor cantidad de riqueza con los mínimos impedimentos legales. Son los
principios del neoliberalismo.
Esto sucede en toda
Latinoamérica: las mismas multinacionales y las mismas políticas
neoliberales. También van llegando a Europa. En pocos años y al amparo
de la crisis económica, las multinacionales han aprovechado las deudas
de los países para invertir sin cortapisas. Su presión consigue
modificar legislaciones, constituciones, eliminar derechos laborales,
liberar servicios, privatizar territorios y derechos. La amenaza no se
sufre en todos lados con la misma intensidad pero es global.”
Siguen
las propuestas y las discusiones a penas a 300 metros para llegar al
gran socavón que pondrá fin a la historia del tren de la humanidad. El
problema es que hay que informar a la gente de lo que está pasando para
poder revertir la situación. Hay quienes nunca han salido de su vagón,
ni se han levantado de su asiento, ni si quiera han mirado por la
ventanilla. Podemos montar antenas encada vagón y emitir por radio
contando lo que sucede, la gente reaccionará. Aunque reaccionaran, no
queda tiempo para todo eso.
Pues cambiemos el combustible
del tren para que no contamine tanto, para que vaya más lento, reduzca
la velocidad y nos dé tiempo a pensar mejor las cosas. Pero es igual,
aunque vaya más lento, la dirección es la misma y vamos derechitos al
precipicio.
“Así es el tren del progreso, la ola neoliberal
que se viene, la lógica de la explotación en la que los recursos se
agotan, el clima se pervierte, la tierra se destruye y los humanos que
no producen o no consumen, sobran y mueren o se les deja morir o se les
mata. Los llamados gobiernos del cambio que surgieron en América Latina
en la década del 2000 paliaron algunas desigualdades pero fueron cambios
de chofer en el mismo tren, el mismo modelo. Políticas desarrollistas,
izquierda capitalista…
Mientras, en nuestros territorios a la
tierra se la asfixia, al agua se la envenena, el ganado se muere, los
niños salen con ronchas tras bañarse en ríos contaminados. En las
comunidades se da la división entre quienes resisten y quienes colaboran
con las multinacionales. Mariano fue de los que resistió y acabó en la
cárcel con falsas imputaciones. Los abogados y defensores lograron
sacarlo. Lo mataron a la puerta de su casa en Chiapas. En Oaxaca mataron
a Bernardo…
A los gobiernos les resulta más barato criminalizar
la protesta que pagar las indemnizaciones que supone quitarles los
proyectos a las empresas. Protestar es oponerse al progreso inevitable, a
quienes se oponen se les considera poco menos que terroristas. La
recién aprobada ley de seguridad interior mexicana, permitirá la
intervención del ejército cuando se considere que existe una amenaza al
orden social…”
A penas queda ya tiempo, unos 100 metros para
el fatal desenlace… ¿Y si probamos parar el tren tratando de frenarlo
con nuestros propios pies? Pues la mitad vamos a perder la pierna sin
lograr nada. Lo que hay que hacer es tomar el control por la fuerza,
llegar hasta el maquinista, sacarlo y ponernos a los mandos nosotros.
Pero es que somos gente pacífica, no queremos causar violencia contra
nadie, defendemos los derechos humanos para todas las personas. No, eso
tampoco puede ser.
“Hay mucha violencia porque hay una gran
resistencia. Los pueblos están en resistencia ante la agresión a los
territorios. Las mujeres están encabezando estas protestas. Nacen
alternativas al modelo hegemónico; asambleas, monedas locales, huertos
urbanos, intercambios locales, colectivizaciones, otros tipos de
educación, de cuidados... Tratamos de crear autonomía, de estar juntos
luchando, resistiendo, aprendiendo, conviviendo. La violencia es grande
porque somos muchos y nos tienen miedo. Por eso es importante que, a
pesar de las agresiones, seamos capaces de vivir, de compartir, de estar
alegres, de divertirnos, de mantener la esperanza. Y la gente así lo
hace.
Y no queda de otra, no se engañen. Hay que salirse del
sistema, saltar del tren en marcha, aunque no todos sobrevivan a la
caída… como le pasó a Bertita…
La mejor forma de solidaridad
entre los pueblos es defender lo que cada uno tiene en su entorno, así
es como mejor podemos resistir juntos a un mismo enemigo, así es como
mejor podemos ayudarnos. Luchar, resistir con mucha alegría, con mucha
esperanza. Así es como crearemos un mejor futuro. Porque no se trata de
pensar qué mundo le vamos a dejar a nuestros hijos. La pregunta
acertada, la lanzó una anciana chiapaneca en su asamblea: ¿Qué hijos le
vamos a dejar a este mundo?”.
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