John Saxe-Fernández/II
Tanto su nombramiento
en la Secretaría de Estado como la visita que realiza Rex Tillerson por
estos días a México y otros países latinoamericanos huelen a gas,
petróleo e inmigración (por Trump). Este ex CEO de ExxonMobil, principal
monopolio entre los grandes del big oil, fue empresa mecenas
de la ciencia climática hasta que a sabiendas de las devastadoras que
son las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) decidió no actuar
según el interés humano y las advertencias de sus científicos sobre los
efectos catastróficos del calentamiento atmosférico. Prefirió impulsar
sus intereses vía el negacionismo climático para posponer toda
regulación de los GEI. Ahora Tillerson articula junto al Pentágono un
operativo diplomilitar con los combustibles fósiles (CF) de polo a polo
en mente. Esa gestión trae cola nacional, hemisférica e
inter-continental. También planetaria por la aceleración destructiva del
business as usual, y peor aún, de la ampliación del principio de extracción máxima (PEM) del big oil.
Tillerson estará acá recién entregadas las joyas de la corona:
grandes yacimientos de gas y petróleo en aguas profundas gracias a la
(contra) reforma energética lanzada por Estados Unidos paso a paso por
medio de empréstitos de ajuste estructural del FMI-BM-BID, con la
obediencia macro y por rama por tres décadas de Los Pinos y sus
hacendistas. Como se anunció a mediados de 2017, el 31 de enero de 2018
se realizaría la cuarta convocatoria de la ronda 2 para cerrar contratos
de licencia para exploración y extracción de Hidrocarburos en 29 campos
petroleros localizados en las áreas Perdido, Cuenca Salina y
Cordilleras Mexicanas. Es un negociazo a ser desarrollado desde la
óptica ya no del interés público mexicano, sino el del big oil
encabezado por ExxonMobil, la petrolera con mayor capitalización de
mercado del mundo, seguida por 25 empresas de 16 países BP, Chevron,
China Offshore… (Dinero, La Jornada 29/1/18) más Shell y Total.
Agréguese a esto el trazo golpista y catastrófico del PEM, una línea
de superexplotación llevada hasta el virtual agotamiento de la reserva
mexicana por los neoliberales que pasarán a la historia como
quintacolumnistas de nuevo giro, a sueldo en cuenta suiza. Una política
de alta codicia antipopular y antinacional que fue rechazada por Hugo
Chávez, lo que le valió un intento golpista en 2002 y el inexplicable
desplome de la atlética condición física que gozaba ese héroe
bolivariano, según me narró un amigo suyo. La agenda de Tillerson además
de coincidir con un grave deterioro de la relación entre la Unión
Europea y Venezuela, va más allá de gestionar
una política exterior que le permita a Estados Unidos, según planteó Melvin Conant en 1977, entonces vicepresidente de operaciones internacionales de Exxon,
controlar la producción petrolera de México y Venezuela. Ya tienen una. Van por la otra.
En los tiempos del Colapso Climático Antropogénico (CCA), el
PEM resulta letal en lo atmosférico y también en lo político, militar y
policial al estar asociado a la alta ganancia, no a la mano invisible,
sino a la nazificación de la política exterior de Estados Unidos por su
hiper militarismo y las guerras de agresión contra cualquier
nacionalismo económico/petrolero, que no sea el suyo. La guerra de
agresión, por cierto, es el crimen supremo bajo las normas de los
Juicios de Nuremberg y de la Corte Penal Internacional (CPI, ICC en
inglés) establecida en la Haya, Países Bajos, en 2002.
En 2006, Benjamin Ferencz, fiscal jefe sobre crímenes de guerra en el
Tribunal Nuremberg, un juez que condenó a 22 oficiales nazis por
orquestar escuadrones causantes de más de un millón de bajas civiles,
luego de revisar amplia evidencia dijo que George W. Bush debía
responder ante las cortes por la guerra que lanzó en marzo 2003 contra
Irak. Aaron Glantz (One World, 25/8/ 2006) recuerda que menos
de un año antes de la invasión de Irak, Bush retiró el endoso de Estados
Unidos al tratado que sustenta la CPI y presionó a otros gobiernos para
aprobar acuerdos bilaterales a fin de evitar la extradición de
funcionarios estadunidenses por crímenes bajo la CPI. Bush también firmó
una ley que prohibe a cualquier funcionario de su país cooperar con la
CPI. Esa ley autorizó al presidente a
usar todos los medios necesarios y apropiados, incluyendo la invasión militar de los Países Bajos, para liberar a personal de Estados Unidos detenido o bajo custodia de la CPI” (Ibidem).
Recuerdo lo anterior y a Panamá en 1989 (con otro Bush), porque el
entreguismo energético coloca a la región en relación con Estados Unidos
ante escenarios bélicos y climáticos de alto riesgo. La misión de
Tillerson es parte de la operación Venezuela Freedom 2, del Comando Sur
con fase inicial contra Chávez a cargo del general John Kelly, hoy jefe
del staff de Trump. Tillerson aboga por más apoyos a esa
operación, en países colindantes con Venezuela, a través de AmazonLogo
2017 también del Comando Sur, que describí en La Jornada 21/12/17.
Facebook: JohnSaxeF
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