Entrevista a Antonio García, responsable militar y Segundo Comandante del Ejército de Liberación Nacional
Colombia Informa
“El ELN tiene
premuras por la Paz que le de felicidad y bien a todos los colombianos, a
sus mayorías. No tenemos premura por un mal acuerdo”, afirma Antonio
García, Responsable Militar y Segundo Comandante del Ejército de
Liberación Nacional -ELN-. Ante la actual crisis que vive el Proceso de
Paz entre esa guerrilla y el Gobierno de Juan Manuel Santos, también
afirma que su organización “no ha violado ningún acuerdo y la crisis se
genera porque el Gobierno no asiste al inicio del Ciclo quinto y porque
pretende hacer exigencias unilaterales desde los medios informativos”.
Para explicar la situación desde abajo y a la izquierda, este político
en armas habla desde Desinformémonos (México), Resumen Latinoamericano
(Argentina) y Colombia Informa acerca del contexto colombiano actual.
¿Por qué está en crisis la Mesa de Negociación de Quito?
Lo
pactado con el Gobierno fue un Cese al Fuego Bilateral, Temporal y
Nacional, esencialmente referido a un cese de operaciones ofensivas
entre las Fuerzas Armadas del Estado y el ELN; y, de manera particular,
unos compromisos referidos a acciones y dinámicas humanitarias que
mejoraran el ambiente en el país.
Se creó un Mecanismo de
Veeduría y Verificación de dicho Cese que permitiera evaluar, calificar y
superar los incidentes de quienes incumplieran los Acuerdos. Dicho
mecanismo no funcionó, el Gobierno se limitó a que sólo se consideraran
los hechos donde el ELN estuviese en cuestión, y se negó a contemplar
los hechos donde él estaba comprometido. Se erigió como juez del
proceso. Esta situación condujo a que el ELN retirara a los compañeros
que participaban en dicho mecanismo.
Nunca se habló o se acordó
de prórrogas a dicho cese, sólo se estableció la fecha de su terminación
y la de inicio de un nuevo ciclo de conversaciones. Por tanto, al
cumplirse el plazo de dicho Cese, cada parte quedaba en libertad de
realizar operaciones militares, fueran estas defensivas u ofensivas. El
Gobierno había realizado operaciones claramente ofensivas en medio del
Cese y se negó a evaluar.
El ELN no respondió militarmente a
dichas acciones violatorias del Cese, mostrando compromiso por cumplir
el Acuerdo. Insistió en la necesidad de evaluar dichas acciones pero el
Gobierno se negó a evaluar, invalidando el mecanismo. Nos quedó claro el
mensaje: al Gobierno poco le importaba evaluar los incidentes y quería
imponernos su forma de aplicar el Cese a su favor, de manera ventajosa.
¿Qué tipo de operaciones ofensivas hizo el Gobierno contra el ELN?
Ocupó
áreas internas de operaciones y movilidad propias del ELN que el
Gobierno estaba obligado a respetar. Sacó provecho en la medida que puso
en marcha operaciones de inteligencia y control territorial. En medio
de esos operativos, atacó dos campamentos pero afortunadamente logramos
evitar la confrontación dando cumplimiento a los Acuerdos.
En
resumen, el ELN no ha violado ningún Acuerdo y la crisis se genera
porque el Gobierno no asiste al inicio del Ciclo quinto y porque
pretende hacer exigencias unilaterales desde los medios informativos.
Lo
acertado era asistir al nuevo Ciclo y evaluar el Cese. Si quería un
nuevo acuerdo de cese mejorado, debía proponerlo en la Mesa que es el
espacio donde debe hacerse. Pero ha querido presionar por fuera de la
Mesa e imponer sus lógicas y dinámicas.
Varios sectores
consideran que fue un error político del ELN haber iniciado la ofensiva
militar el 10 de enero. ¿Cómo explican su accionar, teniendo pendiente
el inicio del Ciclo quinto?
El ELN no está en ofensiva
militar. Recordemos que fue el Gobierno quien realizó operaciones
ofensivas en medio del Cese. El ELN llevó sus reclamos al Mecanismo de
Veeduría y Verificación y lo denunció. No vimos en esos momentos a los
llamados “creadores de opinión” decir algo. En cambio, ahora que el ELN
está en su derecho de hacer operaciones ofensivas, saltan a la palestra a
realizar un manejo sesgado.
El ELN normalmente realiza varias
decenas de acciones al mes, por eso no podemos decir que sea una
ofensiva. Es un accionar rutinario dentro de la realidad del país y de
la guerra. Nadie ha firmado ningún acuerdo de fin de ningún conflicto
armado. Fuimos claros que era temporal, que su nombre lo establece. Una
ofensiva serían esfuerzos concentrados de carácter nacional, con alcance
y objetivos estratégicos.
Tras los meses de negociación que
llevan con el Gobierno de Santos en Quito, ¿cuál es el balance que
ustedes hacen de este nuevo intento y exploración por llegar a una
solución política del conflicto y un acuerdo final de Paz?
El
balance da cuenta de la complejidad de dichas conversaciones. El
Gobierno se acostumbró a las negociaciones que adelantó con las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia -FARC-, a los contenidos o temáticas
de la Agenda, al diseño del proceso, a los objetivos de la negociación y
a las técnicas de negociación y no entiende que este proceso es
distinto.
Se creó una matriz de opinión que manipuló la
información para hacer creer que al ELN no le quedaba otra alternativa
distinta que aceptar la misma Agenda e, incluso, los mismos Acuerdos a
los que habían llegado con las FARC.
El resultado no ha sido como
se lo imaginaban pues ese enfoque no nos interpreta. Había que crear
algo distinto. En efecto, se logró una agenda propia para construir una
salida política. Queda en el imaginario de la sociedad un diseño
distinto que coloca al centro la Participación de las gentes y que no se
trata de un proceso de rendición o claudicación. En Quito el Gobierno
está discutiendo con una organización rebelde alzada en armas para la
cual el conflicto armado tiene esencialmente un carácter político. En
tal sentido, se acude al derecho de rebelión.
Hasta el momento,
el Gobierno ha venido dilatando el desarrollo de la Agenda acordada y ha
tratado de imponernos exigencias unilaterales dentro y fuera de la
Mesa. Cuando lo que se espera en una negociación es que ambas partes
asuman compromisos equivalentes.
El país político entra en un
período electoral cuyos efectos inmediatos sobre la Mesa de Quito
pueden ser contradictorios. Para el ELN, ¿lo más factible es que la
coyuntura electoral enfríe o potencie la negociación?
El
proceso electoral que se avizora no muestra cambios en la realidad del
país ni de su dinámica política, por el contrario, reafirma que las
cosas siguen igual. Quizá se agudizan más los problemas del país. La
inercia de ellos hace que la política electoral se siga reproduciendo de
una manera morbosa. En los países con una democracia real, las
elecciones se utilizan para discutir sobre los principales problemas y
sus posibles soluciones.
Si ese fuere el espejo para Colombia,
lo ideal sería que los diferentes candidatos se atrevieran a
interlocutar con la Mesa de Negociaciones que se desarrolla en Quito.
Sin embargo, en esta coyuntura electoral no hay nada nuevo, es la
repetición de lo mismo: clientelismo, compra de votos, maquinarias,
discursos llenos de promesas e insultos, ausencia de verdaderos
liderazgos y la imposición de la ley metálica de la plata y el plomo.
Si
este Gobierno quisiera proyectar políticas para el futuro, debería
entregar al próximo Gobierno acuerdos en construcción así como nuevas
realidades de Paz caminando. Pero eso depende de la real solidez que
tenga el actual Gobierno. Nosotros estamos en disposición de trabajar en
esa dirección. Vamos a seguir buscando un camino hacia la Paz.
Es decir, su valoración es el enfriamiento. ¿Qué hacer para que tal eventualidad no ocurra?
No
es tanto que las elecciones enfríen el proceso de diálogos del Gobierno
con el ELN sino algo que va más allá, pues enfría la vida política del
país. No hay nada nuevo que marque cambios. Lo que vemos es una disputa
de los sectores políticos representantes del gran poder recomponiendo
sus alianzas que mantienen la realidad del país tal y como está.
No
hay propuestas que vayan al fondo de los problemas del país, que
reivindiquen la política para la construcción del bien de las mayorías
excluidas y pobres, que favorezcan el bien de la nación, que coloquen en
el centro de la política la democratización entendida como la
participación de la gente en la construcción de salidas a los problemas y
no como el simple ejercicio de votar. Lo que debería ocurrir es hacer
en un verdadero Proceso de Paz donde la gente participe en la
construcción de soluciones.
¿La desmovilización y acción política electoral de las FARC contribuyen a esa democratización?
La
desmovilización de las FARC ha marcado procesos que poco ayudan a la
unidad y convergencia de las fuerzas democráticas y sociales al
priorizar las posibles alianzas con los sectores del establecimiento que
les garantice el cumplimiento de los Acuerdos de La Habana. Lo que hoy
se requiere en el país es la unidad por el cambio y las transformaciones
que el país necesita.
El proceso electoral no puede dar lo que
nunca ha dado. Es más un mecanismo de reproducción de la exclusión, del
clientelismo y de la compra-venta de votos. Por eso la abstención es el
mejor índice del poco interés de la gente por este tipo de ejercicio
político viciado.
En la misma dirección sobre el efecto de la
coyuntura electoral en estas negociaciones, ¿el retiro de los voceros
gubernamentales en Quito fue una medida de Santos para neutralizar el
discurso de Uribe-Pastrana?
Se habla que el Gobierno recibe
presiones de Uribe y Pastrana pero el fondo sucede que a Santos le gusta
condicionar los acuerdos. Considera que a la Mesa se le debe imponer,
no que la Mesa es el espacio donde se construyen acuerdos. En tal
sentido, desconoce la Mesa y coloca la lógica del proceso por fuera de
la Mesa. Eso ha pasado desde el primer día del inicio del proceso en su
etapa confidencial. Y no ha cambiado. El ELN no se mueve por
imposiciones.
Todo parece indicar que con el Gobierno de
Santos no se acordará la firma de la Paz, ¿no temen que la llegada de un
nuevo Gobierno sin abierta decisión para negociar una Paz justa aborte
la Mesa ya acordada?
No sirve para nada un acuerdo de Paz que
se firme con un Gobierno que tiene que someterlo a una negociación
interna en los diversos poderes del Estado o de las expresiones
políticas de los sectores de poder. Pues eso evidencia carencias del
Estado para firmar acuerdos y cumplirlos. Eso se demostró en la firma
del Acuerdo con las FARC.
El ELN tiene premuras por la Paz que le
de felicidad y bien a todos los colombianos, a sus mayorías, que
favorezca a la gente. No tenemos premura por un mal acuerdo. Se
construirá un acuerdo con el Gobierno que tenga esa voluntad real de
cambios para bien de Colombia. De eso depende la velocidad.
El
Gobierno de Santos pone como Norte de la Mesa la culminación de las
expresiones militares de la confrontación en el conflicto, buscando que
los avances en este aspecto dejen en segundo lugar la Participación
Social, ¿cómo manejarán ustedes esta contradicción?
Ese fue
uno de los elementos que nuestra Delegación dejó claro en el Acuerdo del
Cese al Fuego: que el tiempo de dicho Cese debía aprovecharse para
avanzar en los acuerdos de la Agenda y dinamizar la Participación de la
Sociedad.
La idea era que mientras el ELN hacía un alto en sus
acciones militares, el Gobierno contribuyera de manera efectiva para que
se pararan los asesinatos de los líderes sociales, que hubiera un
alivio humanitario para las gentes. Pero para nada se interesó en
clarificar la Masacre de Tumaco
http://www.colombiainforma.info/ejercito-y-policia-emprenden-fuego-contra-poblacion-civil-en-narino/,
así como otros casos presentados.
Los procesos de participación
previos y preparatorios que se hicieron fueron muy tibios y limitados,
casi ni se dieron a conocer. Hasta se prohibió que la gente llevara
teléfonos, algo insólito. Como se puede ver, la contradicción existe
como tal. No como respuesta nuestra sino como el Gobierno lo ve y lo
aplica. Para el Gobierno es menos Participación y más presión militar
para que se acepten acuerdos que le favorezca.
¿Qué condiciones requeriría un nuevo acuerdo de cese al fuego?
Lo
esencial en todo acuerdo sobre cese al fuego es el objetivo que se
persigue. Debe estar en correspondencia con él. No se trata de sacar
ventajas de manera unilateral, por tanto debe estar referido y ligado a
la superación integral del conflicto y que vaya acompañando los acuerdos
sobre transformaciones concretas que necesita Colombia.
Por eso
es unilateral el enfoque que le da el Gobierno pues para él es
inhabilitar a la guerrilla anulando su accionar militar y que luego esto
la conduzca a una inevitable rendición.
Si una guerrilla no
cuenta con qué hacer respetar lo acordado, estaríamos ante una
caricatura de negociación. Hay unas normas para pactar un cese al fuego
desde cuando Bolívar pactó en Santa Ana con Morillo. Así como también
hay experiencias fallidas de las que tendremos de aprender. En Colombia
hay bastantes.
Nadie que quiera pactar la Paz asiste a una mesa
de diálogos pensando en aceptar sólo lo que le conviene a su enemigo.
Eso es ilusorio. O quien lo acepta está jodido. Se trata de que los
acuerdos interpreten a las dos partes.
Se escuchan críticas en
el país a propósito de sus acciones con explosivos para romper
oleoductos, por el daño ambiental que suscitan. ¿Qué responden ustedes
ante tales críticas?
El daño ambiental no es solo por las
acciones de sabotaje que hacemos, sino también por la misma forma de
explotación de los recursos minero energéticos que realizan el Gobierno
junto con las empresas transnacionales. Eso es totalmente calculable.
Así
que si se trata de hablar sobre el tema siempre lo hemos expresado y
estamos abiertos a que lo discutamos. Tampoco estamos negando que
algunas de nuestras acciones pueden producir daño ambiental y hemos
tomado medidas para evitarlos o minimizarlos. Cuando se quiera lo
podemos evaluar así como considerar otra forma de actuar en el marco de
construir propuestas soberanas que tengan en cuenta el interés de la
gente y la nación, no solo que favorezcan al Gobierno y a las
transnacionales.
Algunos dicen que la participación de la
sociedad civil se puede hacer en el curso de tres o cuatro meses, ¿cómo
piensan ustedes que podría desarrollarse el Punto 1 de la Agenda sobre
la Participación de la sociedad? ¿Cuál sería su alcance? ¿No consideran
que esto sería intentar una negociación entre el Gobierno y el
movimiento popular?
La Participación de la sociedad es asunto
de la sociedad, y debe tomarse muy en serio. Ni Gobierno ni ELN está en
la capacidad o tiene la potestad de suplantarla. La sociedad tiene sus
expresiones propias y deben ser ellas quienes digan de qué manera
quieren participar, qué temáticas deben discutirse, con qué metodología,
en qué tipo de escenarios y, desde luego, quiénes.
No podemos
repetir lo que hacen los partidos en el Parlamento. No podemos decir que
no se puede de esta manera o de esta otra por que se nos antoja. O
inventarnos que es mucho tiempo o que coloquemos una u otra traba. Por
eso llevamos más de medio siglo en conflicto.
El fondo de todo es
la exclusión de la gente en la búsqueda de soluciones a los problemas
de la gente, que son los problemas del país. La gente es lo esencial de
una nación. No podemos seguir subestimándola o suplantándola.
En
caso de que la negociación avance y se acuerde el fin de la guerra,
¿qué significado le dan ustedes a la posibilidad de convertirse en
partido político legal?
Nosotros somos una organización
política, hacemos política, nunca lo hemos negado. Y, por supuesto, la
hacemos con armas también. Como lo hacen todos los Gobiernos. La
diferencia es que lo decimos.
De otra manera lo explica el
Gobierno colombiano cuando dice que es legal lo que hace y lo que
hacemos nosotros es ilegal. Pero nosotros señalamos que hay muchas cosas
que hace el Gobierno, sin armas o con armas, que son ilegales.
El
futuro del ELN está muy relacionado con la realidad futura que le toque
vivir. Si la realidad de exclusión, explotación y represión es la
misma; el ELN no va ha cambiar. Pero si la realidad cambia es otra cosa.
Un Proceso de Paz no puede ser un papel lleno de promesas, por eso
tendremos que caminar al mismo ritmo de los cambios.
¿Qué
responden a quienes dicen que la Paz territorial completa consiste en
arreglar en los territorios donde ustedes están presenten pues en
aquellos donde estaban las FARC ya hubo arreglo?
En los
territorios donde estaban las FARC no ha cambiado nada, solo que en
algunos no están como organización armada, en otros están. Habría que
mirar qué es lo que se ha arreglado en dichos territorios, eso está por
verse.
Lo que uno escucha de manera recurrente -por voz de sus
representantes- son los reclamos al Gobierno por los incumplimientos. El
problema territorial no es con la guerrilla sino con las comunidades,
con su vida, con su futuro, con cómo son actores de la construcción de
él. Ya no se trata de promesas o de meros programas, es la vida en el
aquí y en el ahora.
¿Cómo valoran ustedes el Acuerdo de Paz logrado por las FARC, así como su implementación en los 12 meses que lleva de firmado?
Al
hablar de FARC hoy, hay que hacer claridades. Por ejemplo: hay grupos
que siguen en armas que dicen fueron traicionados por sus dirigentes,
que desconocieron acuerdos internos; también hay grupos que estando con
la gente que sigue los acuerdos señalan que fueron traicionados; los
voceros del nuevo partido político legal de FARC -Fuerza Alternativa
Revolucionaria del Común- también dicen que les han incumplido y se
sienten traicionados.
En general, todos coinciden que fue un
proceso que fracasó y cada uno da sus versiones. Hay desencanto, no es
un proceso que atraiga a nadie que esté pensando en cambios
revolucionarios o democráticos para Colombia.
Dicen los medios
de comunicación tradicionales que ustedes no tienen un mando único al
que todos los frentes respeten. Como característica distinta a lo visto
con las FARC. ¿Qué dicen ante tal aseveración?
En el ELN hay
una cultura política de vieja tradición, de mucha reflexión y discusión
política. Es eso lo que nos ha permitido hacer los ajustes estratégicos
cuando se han requerido. Hay una vigilancia desde la base a lo que
hacemos o queremos hacer los dirigentes, y eso es bueno.
Cuando
nos equivocamos las bases nos llaman al orden. Es todo lo contrario a lo
que están acostumbrados los partidos políticos tradicionales, que les
gusta que las bases les sigan sin ningún criterio, arriados como
borregos o con disciplina para perros.
Acá cabe el error, pero
las bases lo rectifican a uno. Ya estamos grandecitos para creernos esos
cuentos pues hemos visto más de un Proceso de Paz que no termina en
nada bueno. Y la unidad de mando en FARC no es tal. Ya lo señalaba: hay
fracturas y divisiones. Hay muchas expresiones de las que estamos
informados.
¿Cuáles son entonces las bases de la democracia interna en el ELN?
En
el ELN las grandes decisiones las tomamos colectivamente y los
organismos de dirección somos elegidos democráticamente y recibimos
mandatos que debemos cumplir. Somos una organización unida con base en
acuerdos políticos. Con la diferencia de que últimanente han sido con un
gran consenso interno. El ELN es una organización muy democrática. Por
ejemplo, la Delegación para ir al actual ciclo en Ecuador debe cumplir
un mandato que está por encima del Comando Central y la Dirección
Nacional. Lo dio la Dirección Nacional y los Jefes de todos los Frentes
de Guerra que operan en las regiones.
Para terminar, no puede
faltar la mirada internacional. Venezuela pasa por una fuerte crisis,
¿qué impacto puede traer para Colombia y el continente?
El
continente en general está pasando por un momento de incertidumbre donde
Venezuela, con propuestas de sociedad alternativa, es uno de los países
donde son más visibles las tensiones de una crisis, esencialmente
creada y sostenida desde el poder internacional.
¿A quiénes les
convienen estas crisis que tienen causas complejas? ¿Quien paga las
consecuencias y las dificultades en estos países hermanos?
La
crisis de Venezuela bolivariana, a 18 años de avance en un proceso
social transformador, es el resultado -descontando debilidades y errores
propios- de una guerra de agresión multidimensional orquestada por los
ricos del mundo quienes están liderados por Estados Unidos. Todo contra
un pueblo y un Gobierno que buscan formas de organización que permitan
el camino a la justicia social y a la profundización de los procesos
democratizadores.
Estos modelos de cambio, de mayor democracia y
equidad social, están en contravía al modelo político, económico y
social de las oligarquías, que al unisono imponen por diversas vías las
formas más agresivas de maximizar sus ganancias sin importarle la suerte
de cientos de millones de seres humanos en el continente. Esa es la
principal razón del ataque despiadado contra la Revolución Bolivariana y
su pueblo.
Los caminos de resolución de estas crisis tienen que
ser escogidos por sus propios pueblos sin interferencia de nadie. Una
salida violenta en Venezuela, una intervención de la Organización del
Tratado del Atlántico Norte -OTAN- y sus aliados, tendría consecuencias
inimaginables en todo el continente. Lo que si es segura es la respuesta
solidaria de las fuerzas del continente ante una intervención militar
directa contra Venezuela y su pueblo.
¿Qué implican para Colombia y Nuestra América las medidas del Gobierno de Trump?
El
primer año de la Presidencia de Donald Trump ha mostrado al mundo la
cara más hostil del imperialismo: amenazas a los pueblos, imposiciones,
agresiones directas al multilateralismo, presiones y medidas contra los
pueblos de América Latina -en especial contra Venezuela- nos llama a
estar alertas. Trump es un Uribe global: pendenciero y truhán pero muy
desbocado, díscolo e impredecible.
Irrumpe contra los BRICS
-países considerados como “economías emergentes” y nombrados por la
unión de las siglas de sus nombres: Brasil, Rusia, India,China y
Sudáfrica-, apoya a Macri, Temer, a Kuczynski.
Trump es la
expresión de la crisis del neoliberalismo y hace más evidente la crisis
mundial imperialista y cómo la hegemonía norteamericana, en su vana
intención por recuperarla, hace su defensa a ultranza de los intereses
estadounidense. Pone al mundo en peligro, en el abismo de una guerra
global casi que evidente. Los pueblos que luchamos por la
autodeterminación y soberanía nos convertimos en una línea de defensa
principal contra esta avalancha del gran capital y el neofascismo.
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