David Brooks
(para nuestra compañera)
La Jornada
Periodistas de Guadalajara expresaron ayer su indignación por el
asesinato de reporteros en el país. El más reciente es el de Miroslava
Breach, corresponsal de La Jornada en Chihuahua. Un grito imperó en el mitin:
no nos callaránFoto Arturo Campos Cedillo
Los que se atreven a
enfrentar la mentira, la corrupción, la impunidad, los abusos y la
violencia del poder y sus redes de complicidad siempre son enemigos de
los que dependen de la oscuridad para su poder y sus intereses.
El saldo mortífero mundial de los dedicados a revelar verdades a la
sociedad asciende a más de mil 234 desde 1992, según las cifras más
recientes del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ), donde
México ocupa el lugar 11 entre los países más mortíferos para
periodistas (https://cpj.org/killed/).
Según otro conteo, el de la Federación Internacional de Periodistas
(FIP), 2 mil periodistas han perdido la vida por su trabajo entre 1990 y
2016; México es el tercer país más mortífero para informadores al
contabilizar más de 120 asesinatos.
Una de las conclusiones recurrentes de nuestros informes es que se registran muchos más asesinatos en situaciones de paz que en países golpeados por la guerra, algo que tiene que ver en gran media con que los periodistas son
víctimas de los barones del crimen organizado y de funcionarios corruptos, afirmó Anthony Bellanger, secretario general de la FIP. Subrayó que
la impunidad es un agente catalizador de la violencia contra periodistas. (www.ifj.org/fileadmin/documents/ 25_Report_Final_sreads_web.pdf)
Hoy día, reporta el CPJ, existen 259 periodistas encarcelados en el
mundo, una cifra sin precedente desde 1990, cuando la organización
empezó a registrar ese dato. https://cpj.org/2016/12/a-record-number-of-journalists-are-in-jail-cpj-cen.php
No somos cifras. Tenemos nombre y apellido, por ejemplo, Miroslava Breach.
A veces rehusar ser anónimos es justo lo que nos puede costar mucho,
hasta la vida. Más que todo, los que tienen un compromiso con el
periodismo de conciencia ante el poder –esa búsqueda constante de notas
que sirven a la autodeterminación de los ciudadanos, eso de contar qué
nos pasa, de intentar revelar toda mentira– rehúsan quedarse callados o
portarse bien. Pero los buenos periodistas (aunque hay algunas excepciones notables, para bien y para mal) nunca desean ser noticia, y, opino yo, casi nunca deben de usar el
yo; son las voces de los demás las que cuentan, las que hay que contar, esa voz colectiva ante el poder exclusivo.
En tiempos recientes a los periodistas nos han vuelto noticia, y
demasiadas veces en nota roja. Declaran que somos enemigos, a veces nos
amenazan, a veces nos encarcelan, a veces nos matan. Y eso no se limita a
países como México o Turquía o Irak, sino aquí mismo.
En Estados Unidos el presidente Trump ha declarado a todo periodista que no se subordine a sus mentiras y engaños como
enemigo del pueblo. Desde el inicio de su campaña presidencial con sus llamados a sus bases a atacar a los medios no alineados, generó un clima tan peligroso que varios periodistas de algunos de los grandes medios nacionales tuvieron que contratar seguridad privada para acompañarlos a cubrir al candidato. Como presidente no ha dejado de atacar a periodistas, y a sus medios, por nombre y apellido, cada vez que se atreven a criticarlo o publicar información que lo daña. En la retórica, esto supera lo que los periodistas enfrentaron durante la peor época de Richard Nixon en los años 70, o del macartismo en los 50. Esto apenas empieza, y las consecuencias pueden ser peligrosas no sólo para los periodistas, sino para lo que se llama
democracia.
El presidente anterior hablaba más bonito y afirmaba que era
el campeón de la libertad de expresión y la transparencia, pero en los
hechos persiguió a los que se atrevieron a divulgar secretos oficiales
al público por los medios. De hecho, Obama promovió más casos –ocho
incluido Edward Snowden, el más conocido– según la Ley de Espionaje de
1917 contra filtradores y periodistas que el total (tres) de todos sus
antecesores. (Vale recordar que esa ley se aplicó a disidentes de la
Primera Guerra Mundial, tanto al líder socialista y candidato
presidencial Eugene Debe, quien fue encarcelado, como a inmigrantes
alemanes que eran sospechosos sólo por su origen nacional, entre otros).
Un reporte del CPJ en 2013 concluyó que el gobierno de Obama ha sido
el más agresivo en control de información en tiempos modernos. El ex
editor Leonard Downie, quien encabezó la investigación, escribió que “la
guerra de este gobierno contra filtraciones y otros esfuerzos para
controlar la información son los más agresivos que he visto desde el
gobierno de Nixon, cuando yo era uno de los editores involucrados en la
investigación de Watergate por el Washington Post”. Aunque Obama se comprometió a hacer el gobierno más transparente, la editora pública del Times, Margaret Sullivan, afirmó:
está resultando ser el gobierno de secretos sin precedente y de ataques sin precedente contra la prensa libre. (https://cpj.org/reports/2013/10/obama-and-the-press-us-leaks-surveillance-post-911.php).
Joel Simon, director ejecutivo del CPJ escribió el mes pasado en el New York Times que
los ataques incesantes (de Trump) contra los medios de noticias están dañando la democracia estadunidense. Advirtió que el ataque de Trump contra el uso de fuentes anónimas
mina el trabajo de periodistas que reportan notas delicadas en ambientes represivos y peligrosos, desde Irak hasta México, donde la protección de fuentes es asunto de vida o muerte.
Nos tocó ser noticia la semana pasada. Nuestra compañera ya no puede
reportar las verdades que descubría ni sumarse con todos en su periódico
dedicados a la misión básica de informar al
públicopara que ese público decida actuar o no ante la realidad que vivimos. Ahora a ese
público, o sea, a todos nosotros, nos toca responder. Tenemos que decidir si esto que nos duele tanto hoy día sólo se vuelve en una cifra más en esa espantosa lista de inmensa tristeza, o si defendemos de manera colectiva a los que se atreven a ser
enemigos. Esta casa, y en buena medida lo que dice ser, o debería ser, democracia en cualquier parte de este planeta, dependen de nuestra respuesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario