Immanuel Wallerstein
Tras la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos se
ha incrementado la venta de textos que abordan temas sobre sociedades
disfuncionales. En la imagen, una librería de HarvardFoto Ap
Desde tiempo inmemorial,
las personas que se sienten oprimidas y/o ignoradas por los poderosos
han resistido a quienes detentan la autoridad. Tal resistencia con
frecuencia cambió las cosas, pero sólo a veces. Que uno considere la
causa de quienes resisten algo virtuoso depende de nuestros valores y
prioridades.
En Estados Unidos, a lo largo del pasado medio siglo, emergió una
resistencia latente a aquello que se consideró una opresión por parte de
élitesque promulgaron cambios en prácticas sociales que ofendían a ciertos grupos religiosos y que ignoraban a poblaciones rurales y a personas cuyos estándares de vida estaban en decadencia. Al principio, la resistencia tomó el sendero de una retirada del involucramiento social. Luego tomó una forma más política, para finalmente asumir el nombre de Tea Party (Partido del Té).
El Tea Party comenzó a tener algunos logros electorales. Pero estaba
disperso y carecía de una estrategia clara. Donald Trump vio el problema
y la oportunidad. Se ofreció como un líder unificador de su
populismode derecha y catapultó el movimiento hacia el poder político.
Lo que Trump entendió es que no había conflicto entre encabezar un
movimiento contra el llamado establishment y buscar el poder por la vía
del Partido Republicano. Al contrario, la única forma en que podía
conseguir sus maleficentes objetivos era combinar ambas cuestiones.
El hecho de haberlo logrado en la potencia militar más fuerte del
mundo le dio ánimo a grupos con mentalidad semejante por todo el mundo,
que siguieron senderos semejantes con un creciente número de adherentes.
El éxito de Trump sigue sin ser entendido por la mayoría de líderes
de ambos partidos estadunidenses dominantes que buscan señales de que
asuma lo que ellos llaman ser
presidencial. Es decir, quieren que abandone su papel de líder de un movimiento y se confine a sí mismo a ser el presidente y el líder de un partido político.
Están entonces al pendiente de cualquier pequeña señal de que hará
esto. Cuando suaviza su retórica por un momento (como lo hizo el 28 de
febrero en su discurso ante el Congreso), ellos no entienden que esto es
precisamente la táctica engañosa del líder de un movimiento. Por el
contrario, se animan y se esperanzan. Pero él nunca renunciará a su
papel de líder de un movimiento porque en el momento en que haga esto
perdería poder real.
El año pasado, enfrentados con la realidad del triunfo de Trump, un
contra-movimiento emergió en Estados Unidos (y en otras partes) que ha
asumido el nombre de Resist. Los participantes entendieron que lo único
que posiblemente contenga y eventualmente derrote al trumpismo es un
movimiento social que reivindique valores diferentes y prioridades
diferentes. Esto es el
por quéde Resist. Lo que es más difícil es el
cómode Resist.
El movimiento Resist ha crecido con notable rapidez hacia algo a
veces tan impresionante que la prensa de corriente dominante ha
comenzado a informar de su existencia. Esta es la razón por la que Trump
constantemente verbaliza ataques contra la prensa. La publicidad nutre
un movimiento, y él hace lo que puede por aplastar al contra-movimiento.
El problema con Resist es que todavía está en la etapa en que
sus muchas actividades están dispersas y sin una clara estrategia o por
lo menos no una estrategia que hayan adoptado todavía. Ni hay una figura
unificadora que sea capaz en este punto de hacer lo que Trump hizo con
el Tea Party.
Resist se ha involucrado en varias diferentes acciones. Han sostenido
marchas, han desafiado a los congresistas locales en sus reuniones
públicas, han creado santuarios para personas amenazadas con expulsiones
ordenadas por el Estado, han interferido con las instalaciones de
transporte, han publicado denuncias, firmado peticiones y creado
colectividades locales que se juntan para estudiar y decidir sobre
acciones locales ulteriores. Resist ha sido capaz de volver a personas
ordinarias, militantes por primera vez en su vida.
No obstante, Resist tiene algunos cuantos peligros enfrente. Más y
más participantes serán arrestados y encarcelados. Ser un militante es
extenuante y después de un rato mucha gente se cansa. Y necesita logros,
pequeños o grandes, para mantener el espíritu. Nadie puede garantizar
que Resist no se desvanecerá. Al Partido del Té le llevó décadas para
llegar hasta donde está ahora. A Resist puede llevarle igual de tiempo.
Como movimiento lo que necesita Resist es tener en mente el hecho de
que estamos en medio de una transición histórica estructural del
mundo-sistema capitalista en que hemos vivido por unos 500 años a uno de
dos sistemas sucesores –un sistema no capitalista que conserve los
peores rasgos del capitalismo (jerarquía, explotación y polarización), y
su opuesto, un sistema que sea relativamente democrático e igualitario.
Yo digo que esta lucha es una entre el espíritu de Davos y el espíritu
de Porto Alegre.
Estamos viviendo en la situación caótica y confusa de la transición.
Esto tiene dos implicaciones para nuestra estrategia colectiva. En el
corto plazo (digamos hasta tres años) debemos recordar que todos vivimos
en el corto plazo. Todos deseamos sobrevivir. Todos necesitamos
alimentos y refugio. Cualquier movimiento que confía en florecer debe
ayudar a la gente respaldando cualquier cosa que minimice las penurias
de quienes están sufriendo.
Pero en el mediano plazo (digamos 20-40 años) minimizar las penurias
no cambia nada. Necesitamos concentrarnos en nuestra lucha contra
aquellos que representan el espíritu de Davos. No hay acuerdo de
compromiso. No hay una versión
reformadadel capitalismo que puede construirse.
Así que el
cómode Resist queda claro. Necesitamos colectivamente mayor claridad acerca de lo que está ocurriendo, más opciones morales decisivas y más estrategias políticas sagaces. Esto no llega automáticamente. Tenemos que construir la combinación. Sabemos que otro mundo es posible, sí, pero también tenemos que estar conscientes de que no es inevitable.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein
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