Hasta
los más escépticos adversarios del proceso de terminación concertada
del conflicto armado con las FARC se enfrentan a una realidad
incontrovertible: la llegada al Acuerdo Final es un horizonte realista y
visualizable en el primer semestre de este año. Pero también el inicio
de la Mesa pública de Conversaciones con el ELN aparece en el corto
plazo. Es decir estamos frente a realidades políticas que difícilmente
se pueden negar, a pesar de los cuestionamientos que podrán tener los
opositores y que son válidos en una democracia y a veces propios de
aquellos que consideran que ningún acuerdo que no fuera la capitulación
de la guerrilla sería aceptable.
Las últimas decisiones y acuerdos de la Mesa de Conversaciones son indicadores de lo anterior. El acuerdo de monitoreo y verificación del “acuerdo sobre el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y la dejación de las armas” logró combinar dos elementos importantes, uno, la experiencia y el músculo político y financiero de las Naciones Unidas, dos, la participación de países latinoamericanos miembros de la CELAC. Este acuerdo significa la decisión de las dos delegaciones de anticiparse para prever las demoras que conllevaría la aprobación del mecanismo en las instancias internacionales y poder tener disponible, cuando se llegue al acuerdo final, el mecanismo de monitoreo y verificación. Esta semana igualmente acordaron un mecanismo de funcionamiento de la Mesa de Conversaciones que va a permitir que tanto la Mesa como las Subcomisiones de la misma trabajen de manera articulada y ágil, buscando la mayor celeridad posible, sin atropellar la construcción de los acuerdos.
Igualmente y en la tradición de abrir canales de participación de la sociedad, como se ha hecho en los anteriores puntos de la agenda, se acuerda que la Oficina de Naciones Unidas en Colombia y el Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz de la Universidad Nacional organicen un último Foro de Participación Social sobre los puntos “Terminación del conflicto” e “Implementación, verificación y refrendación” de los acuerdos, para que los asistentes al mismo puedan formular propuestas e iniciativas para la construcción de los acuerdos en estos puntos.
En relación con la refrendación del acuerdo final de terminación del conflicto armado, una de las previsiones que hay que tomar es que los opositores no lo vayan a convertir, el mecanismo que finalmente acuerde la Mesa de Conversaciones, en una especie de plebiscito acerca de las políticas del gobierno. Una cosa es el apoyo de los ciudadanos a los acuerdos para la terminación del conflicto armado de medio siglo y otra muy distinta es que se compartan o no las demás políticas públicas del gobierno. En eso no se puede caer. La aprobación de los acuerdos de paz es una prioridad nacional; la controversia sobre las políticas públicas, especialmente la económica, es un tema de la agenda política de cualquier gobierno y son completamente diferentes.
Creo que los colombianos que hemos vivido toda nuestra existencia en medio de un conflicto armado, podemos empezar a ver cómo va a ser la Colombia sin conflicto armado –ya los indicadores de violencia asociada al conflicto nos dan unas interesantes pistas-, pero sobre todo cómo vamos a empezar a convivir entre diferentes sin estar estimulando permanentemente la crispación y polarización. Empezar a ver que un conservador –de ideas- puede convivir con un izquierdista e incluso tener una relación amable, sin que eso signifique estar de acuerdo acerca de cómo se maneja el gobierno o las diferentes políticas públicas. Ese es el desafío de renovar nuestra cultura desde una que privilegia siempre la confrontación a otra que predomina el respeto y la búsqueda de consensos, en todos los aspectos de la convivencia social.
Ese es el principal desafío del pos-acuerdo en nuestra sociedad y en lo cual todos tenemos mucho que aportar.
- Alejo Vargas Velásquez, Profesor Universidad Nacional, Colombia.
Las últimas decisiones y acuerdos de la Mesa de Conversaciones son indicadores de lo anterior. El acuerdo de monitoreo y verificación del “acuerdo sobre el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y la dejación de las armas” logró combinar dos elementos importantes, uno, la experiencia y el músculo político y financiero de las Naciones Unidas, dos, la participación de países latinoamericanos miembros de la CELAC. Este acuerdo significa la decisión de las dos delegaciones de anticiparse para prever las demoras que conllevaría la aprobación del mecanismo en las instancias internacionales y poder tener disponible, cuando se llegue al acuerdo final, el mecanismo de monitoreo y verificación. Esta semana igualmente acordaron un mecanismo de funcionamiento de la Mesa de Conversaciones que va a permitir que tanto la Mesa como las Subcomisiones de la misma trabajen de manera articulada y ágil, buscando la mayor celeridad posible, sin atropellar la construcción de los acuerdos.
Igualmente y en la tradición de abrir canales de participación de la sociedad, como se ha hecho en los anteriores puntos de la agenda, se acuerda que la Oficina de Naciones Unidas en Colombia y el Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz de la Universidad Nacional organicen un último Foro de Participación Social sobre los puntos “Terminación del conflicto” e “Implementación, verificación y refrendación” de los acuerdos, para que los asistentes al mismo puedan formular propuestas e iniciativas para la construcción de los acuerdos en estos puntos.
En relación con la refrendación del acuerdo final de terminación del conflicto armado, una de las previsiones que hay que tomar es que los opositores no lo vayan a convertir, el mecanismo que finalmente acuerde la Mesa de Conversaciones, en una especie de plebiscito acerca de las políticas del gobierno. Una cosa es el apoyo de los ciudadanos a los acuerdos para la terminación del conflicto armado de medio siglo y otra muy distinta es que se compartan o no las demás políticas públicas del gobierno. En eso no se puede caer. La aprobación de los acuerdos de paz es una prioridad nacional; la controversia sobre las políticas públicas, especialmente la económica, es un tema de la agenda política de cualquier gobierno y son completamente diferentes.
Creo que los colombianos que hemos vivido toda nuestra existencia en medio de un conflicto armado, podemos empezar a ver cómo va a ser la Colombia sin conflicto armado –ya los indicadores de violencia asociada al conflicto nos dan unas interesantes pistas-, pero sobre todo cómo vamos a empezar a convivir entre diferentes sin estar estimulando permanentemente la crispación y polarización. Empezar a ver que un conservador –de ideas- puede convivir con un izquierdista e incluso tener una relación amable, sin que eso signifique estar de acuerdo acerca de cómo se maneja el gobierno o las diferentes políticas públicas. Ese es el desafío de renovar nuestra cultura desde una que privilegia siempre la confrontación a otra que predomina el respeto y la búsqueda de consensos, en todos los aspectos de la convivencia social.
Ese es el principal desafío del pos-acuerdo en nuestra sociedad y en lo cual todos tenemos mucho que aportar.
- Alejo Vargas Velásquez, Profesor Universidad Nacional, Colombia.
http://www.alainet.org/es/articulo/174955
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