En
Guatemala, a partir de 1954 la geopolítica (azuzada en su momento por
la “guerra fría” entre EEUU y la hoy extinta URSS), abrió de manera
veloz y cruel las heridas entre la sociedad guatemalteca, y esta misma
dinámica contribuye ahora, en forma paradójica, a cerrarlas, en
particular, a partir de abril del año recién pasado (1).
Dicho en breve, la intervención extranjera abrió esta larga pesadilla, y ahora, al parecer, ella misma se está encargando de cerrarla.
Son sesenta y un años en los cuales ha corrido mucha agua, y por sobre todo, mucha sangre bajo el puente. El respaldo financiero, político, diplomático, ideológico, tecnológico y armamentista de los EEUU, engendró al monstruo contrainsurgente guatemalteco, y como todo Frankenstein, creció tanto que se salió de control, al punto que en pleno siglo XXI, sus creadores se sienten amenazados en su seguridad por el potencial que ahora despliega su transmutada “criatura”, poseedora de uno y mil tentáculos; tráfico internacional de estupefacientes, control mafioso de las finanzas del Estado, secuestros, extorsiones, sicariato, robo de tierras y otras propiedades, tráfico de personas, robo y comercialización transfronteriza de niños, control de puertos y aeropuertos y un largo etcétera de diverso tipo de “franquicias”.
Ese es el gran marco contextual en el cual se inscriben los recientes acontecimientos políticos cruciales que se vienen produciendo en Guatemala, ello desde hace alrededor de nueve meses, manifestados, básicamente, en los golpes decisivos en contra de la corrupción enquistada en las esferas más altas del gobierno, y la captura e inicio de procesos penales en contra de ex –altos oficiales militares acusados de crímenes de lesa humanidad, cometidos durante la atroz guerra interna que asoló al país durante 36 años (2).
Estos hechos se aprecian mejor cuando tomamos en consideración que estamos hablando de acontecimientos que ocurren en un lugar en el que durante los años ochenta fue considerado como “el país de los crímenes perfectos” (pues nunca sus perpetradores se enfrentaban a los jueces), y de una nación cuyas fuerzas armadas fueron consideradas por la comunidad internacional, también en la misma época, como “los peores violadores de Derechos Humanos en el Hemisferio Occidental” (un indigno puesto que solo el régimen nazi-fascista de Hitler les logró arrebatar).
En torno a estos hechos recientes en la vida política y jurídica de esta atribulada nación, rondan como avispas dos inquietas preguntas: la primera, ¿Por qué?, y la segunda, ¿Para qué?
La primera es de fácil respuesta. Tal y como se sabe, Centroamérica vuelve a estar en la agenda prioritaria de los Estados Unidos. Por razones de “fuerza mayor” (geopolítica), Estados Unidos requiere con urgencia re-alinear y re-posicionar su influencia en el área, y particularmente de manera crucial, en Guatemala. Y ellos han comprendido que tal cosa es imposible si antes no eliminan las amenazas potenciales a su seguridad interna provenientes precisamente del área que pretender afianzar.
Por ello, el gobierno norteamericano ha comprendido que la lucha contra la corrupción y la impunidad tiene muchas vertientes, y para ello, es que ha sido creada y potencializada la CICIG, al punto que ha partir del seis de enero del presente 2016, esta entidad sui generis empieza a realizar funciones realmente de CICIACS (3), como originalmente había sido contemplado desde la ONU.
La segunda pregunta ¿Para qué todo esto?, es un poco más complicada de ser respondida, pues está conectada con los intereses y planes estratégicos norteamericanos de más largo plazo y alcance en la sub-región y en el Hemisferio.
Por ahora me basta con citar un par de artículos publicados por mi persona hace un poco más de seis años. Recuerdo haber escrito uno que se titulaba “Centroamérica, entre la haitiización y la puertorricanización” y el otro, escrito un poco después, cuyo título parecía ser “Centroamérica, hacia un neo-protectorado”.
El primero hacía alusión a la trayectoria tendencial de creciente pauperización social que presentaba el escenario del futuro cercano de la región y su creciente pérdida de independencia política. El segundo artículo hablaba básicamente de las mismas tendencias que en ese entonces y a mi parecer se vislumbraban para el Istmo.
Desgraciadamente esos nefastos escenarios se han ido cristalizando. Aunque como siempre, la realidad supera con creces las proyecciones de los analistas e investigadores sociales.
Pero como quiera que sea, si no toda, al menos una parte de la región está actualmente “dronizada”. Tal y como ocurre desde el siglo XIX, los hilos de nuestro destino se siguen moviendo desde Washington.
Empero (y esta es la segunda paradoja importante que veo en todo esto), a parte de las famosas “remesas”, esta es la primera vez que se observa algún tipo de “beneficio residual” al intervencionismo norteamericano en nuestra atribulada Guatemala.
Más allá del repugnante e inaceptable hecho de que sigamos intervenidos, por vez primera se le empieza a hacer justicia a la sangre derramada a los más de doscientos mil asesinados y desaparecidos durante la “guerra sucia” y el terrorismo de Estado impulsado y financiado por y desde Estados Unidos.
No me parece que con esta acción de “buena vecindad” los norteamericanos estén renunciando a su vocación imperial e injerencista en la región centroamericana. Pero al final de cuentas, esta potencia tiene la mayor deuda moral con todas las víctimas de las matanzas y sus atribulados familiares. EEUU abrió las venas de la Guatemala contemporánea, que sean ellos los principales responsables de cerrarlas.
Notas:
Sergio Barrios Escalante
Científico social e Investigador. Editor de la Revista virtual RafTulum. Activista por los derechos de la niñez y adolescencia en la Asociación ADINA.
https://revistatulum.wordpress.com/
Esta especie de “coyuntura de larga duración” (como diría Braudel), que recién empieza ahora a cerrarse tras largos 61 años de vigencia, no ocurre por un sentido de justicia histórica, sino por meras necesidades pragmáticas inherentes a la geopolítica, ese ámbito del ejercicio del poder mundial, en vistas de que, tal y como sabemos, las potencias no tienen amigos permanentes, únicamente tienen intereses permanentes…
Dicho en breve, la intervención extranjera abrió esta larga pesadilla, y ahora, al parecer, ella misma se está encargando de cerrarla.
Son sesenta y un años en los cuales ha corrido mucha agua, y por sobre todo, mucha sangre bajo el puente. El respaldo financiero, político, diplomático, ideológico, tecnológico y armamentista de los EEUU, engendró al monstruo contrainsurgente guatemalteco, y como todo Frankenstein, creció tanto que se salió de control, al punto que en pleno siglo XXI, sus creadores se sienten amenazados en su seguridad por el potencial que ahora despliega su transmutada “criatura”, poseedora de uno y mil tentáculos; tráfico internacional de estupefacientes, control mafioso de las finanzas del Estado, secuestros, extorsiones, sicariato, robo de tierras y otras propiedades, tráfico de personas, robo y comercialización transfronteriza de niños, control de puertos y aeropuertos y un largo etcétera de diverso tipo de “franquicias”.
Ese es el gran marco contextual en el cual se inscriben los recientes acontecimientos políticos cruciales que se vienen produciendo en Guatemala, ello desde hace alrededor de nueve meses, manifestados, básicamente, en los golpes decisivos en contra de la corrupción enquistada en las esferas más altas del gobierno, y la captura e inicio de procesos penales en contra de ex –altos oficiales militares acusados de crímenes de lesa humanidad, cometidos durante la atroz guerra interna que asoló al país durante 36 años (2).
Estos hechos se aprecian mejor cuando tomamos en consideración que estamos hablando de acontecimientos que ocurren en un lugar en el que durante los años ochenta fue considerado como “el país de los crímenes perfectos” (pues nunca sus perpetradores se enfrentaban a los jueces), y de una nación cuyas fuerzas armadas fueron consideradas por la comunidad internacional, también en la misma época, como “los peores violadores de Derechos Humanos en el Hemisferio Occidental” (un indigno puesto que solo el régimen nazi-fascista de Hitler les logró arrebatar).
En torno a estos hechos recientes en la vida política y jurídica de esta atribulada nación, rondan como avispas dos inquietas preguntas: la primera, ¿Por qué?, y la segunda, ¿Para qué?
La primera es de fácil respuesta. Tal y como se sabe, Centroamérica vuelve a estar en la agenda prioritaria de los Estados Unidos. Por razones de “fuerza mayor” (geopolítica), Estados Unidos requiere con urgencia re-alinear y re-posicionar su influencia en el área, y particularmente de manera crucial, en Guatemala. Y ellos han comprendido que tal cosa es imposible si antes no eliminan las amenazas potenciales a su seguridad interna provenientes precisamente del área que pretender afianzar.
Por ello, el gobierno norteamericano ha comprendido que la lucha contra la corrupción y la impunidad tiene muchas vertientes, y para ello, es que ha sido creada y potencializada la CICIG, al punto que ha partir del seis de enero del presente 2016, esta entidad sui generis empieza a realizar funciones realmente de CICIACS (3), como originalmente había sido contemplado desde la ONU.
La segunda pregunta ¿Para qué todo esto?, es un poco más complicada de ser respondida, pues está conectada con los intereses y planes estratégicos norteamericanos de más largo plazo y alcance en la sub-región y en el Hemisferio.
Por ahora me basta con citar un par de artículos publicados por mi persona hace un poco más de seis años. Recuerdo haber escrito uno que se titulaba “Centroamérica, entre la haitiización y la puertorricanización” y el otro, escrito un poco después, cuyo título parecía ser “Centroamérica, hacia un neo-protectorado”.
El primero hacía alusión a la trayectoria tendencial de creciente pauperización social que presentaba el escenario del futuro cercano de la región y su creciente pérdida de independencia política. El segundo artículo hablaba básicamente de las mismas tendencias que en ese entonces y a mi parecer se vislumbraban para el Istmo.
Desgraciadamente esos nefastos escenarios se han ido cristalizando. Aunque como siempre, la realidad supera con creces las proyecciones de los analistas e investigadores sociales.
Pero como quiera que sea, si no toda, al menos una parte de la región está actualmente “dronizada”. Tal y como ocurre desde el siglo XIX, los hilos de nuestro destino se siguen moviendo desde Washington.
Empero (y esta es la segunda paradoja importante que veo en todo esto), a parte de las famosas “remesas”, esta es la primera vez que se observa algún tipo de “beneficio residual” al intervencionismo norteamericano en nuestra atribulada Guatemala.
Más allá del repugnante e inaceptable hecho de que sigamos intervenidos, por vez primera se le empieza a hacer justicia a la sangre derramada a los más de doscientos mil asesinados y desaparecidos durante la “guerra sucia” y el terrorismo de Estado impulsado y financiado por y desde Estados Unidos.
No me parece que con esta acción de “buena vecindad” los norteamericanos estén renunciando a su vocación imperial e injerencista en la región centroamericana. Pero al final de cuentas, esta potencia tiene la mayor deuda moral con todas las víctimas de las matanzas y sus atribulados familiares. EEUU abrió las venas de la Guatemala contemporánea, que sean ellos los principales responsables de cerrarlas.
Notas:
- Específicamente, el 16 de abril del 2015, fecha en la cual EEUU a través de la CICIG, inició una aplastante persecución legal en contra de la corrupción gubernamental, que terminó con el encarcelamiento del entonces presidente y la vicepresidenta de Guatemala y de numerosos altos funcionarios.
- Este tipo de crímenes no prescriben. La ex - insurgencia por su lado, aunque en mucha menor escala, también enfrenta investigaciones penales por acusaciones similares.
- El proyecto original de la CICIG se denominaba CICIACS (Comisión de Investigación de Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos y de Seguridad), cuyos alcances iniciales en su momento fueron ferozmente atacados y bloqueados por el Congreso guatemalteco y los sectores más reaccionarios y retrógrados del país.
Sergio Barrios Escalante
Científico social e Investigador. Editor de la Revista virtual RafTulum. Activista por los derechos de la niñez y adolescencia en la Asociación ADINA.
https://revistatulum.wordpress.com/
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