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viernes, 22 de enero de 2016

Evo Morales, líder excepcional



Ángel Guerra Cabrera
Periódico La Jornada 
Evo Morales llegó a la presidencia de Bolivia hace diez años. Pocos países en el mundo han logrado en tan corto tiempo los notables cambios económicos, sociales, culturales y políticos operados desde aquel 22 de enero de 2006.
No fue un mero acto electoral lo que produjo conquistas tan colosales. La victoria electoral fue resultado de seculares luchas de los pueblos originarios del altiplano andino desde las legendarias rebeliones de Tupac Katari y Tupac Amaru y el decisivo enrolamiento de masas indígenas en los ejércitos bolivarianos, que junto a los sanmartinianos liberaron a América del Sur. Del arrojo y la convicción de la chola Juana Azurduy, ascendida por Bolívar a Teniente Coronel. De los indios echados de sus tierras ancestrales por los gamonales para ser exprimidos sin piedad en los latifundios y las minas.
De los obreros del estaño y sus combates contra el capital y la dominación imperialista, a los que se arrebató la revolución de 1952. De la guerrilla del Che. Más recientemente, de las guerras del agua y del gas y la defensa por los cocaleros de sus tierras y tradiciones, que llevaron a Evo Morales a ser electo como diputado a un Congreso que terminó expulsándolo, hasta su incontenible elección como presidente en 2005 frente a la tenaz oposición de las élites locales y de Washington, que lo veían ascender con espanto a la cabeza de una revolución gestada por los movimientos sociales.
Conducida por Evo mediante un profundo proceso democrático constituyente, Bolivia pasó de ser un Estado oligárquico al servicio de Estados Unidos, racista, excluyente de su mayoritaria población y cultura indígenas, con una pobreza sólo comparable a la de Haití, a convertirse en un pujante Estado plurinacional soberano e independiente. La nueva Constitución, redactada por representantes de todos los pueblos originarios e interculturales que la componen y aprobada en referendo nacional tuvo un carácter acentuadamente antineoliberal al proclamar el papel rector del Estado en un modelo de economía social comunitario que controlara los recursos naturales en beneficio colectivo de los bolivianos.
La nacionalización de los hidrocarburos y la redistribución de su renta ha hecho posible que Bolivia redujera la pobreza en 25 por ciento y la pobreza extrema en 50, así como que el salario mínimo subiera en 87.7 por ciento. Todo ello respecto a 2006, cuando Evo asumió la presidencia.
El presupuesto de salud, que en 2005 era de 195 millones de dólares, ascendía a 600 millones en 2012, y había conseguido una sensible disminución de la mortalidad infantil y materna. Hasta ese año médicos cubanos habían atendido gratuitamente 58 millones de consultas, realizado 33 mil partos y 134 mil cirugías no oculares y operado de la vista a 650 mil pacientes por medio de la Operación Mialgro, cifras que han continuado elevándose con el decidido concurso de cientos de médicos bolivianos egresados de la Escuela Latinoamericana de Medicina de Cuba.
En los gobiernos de Evo se ha logrado alfabetizar a la gran mayoría de la población iletrada, tanto en castellano como en lenguas originarias y la escolarización básica en universal. El país marcha hacia la industrialización de los hidrocarburos, en la que una inversión pública que es la más alta de América del sur ha sido muy importante. La economía crece a un promedio anual de 5.1 por ciento, a la vanguardia de la zona. La demanda interna casi se ha duplicado y es, por encima de las exportaciones, el principal motor de crecimiento de la economía.
En estos diez años han surgido 192 932 empresa nuevas y la inflación es la segunda más baja de América austral. La recaudación tributaria se ha cuadruplicado y rinde mucho más que antes porque la malversación y la corrupción se combaten sin tregua. De ocupar el penúltimo puesto en materia de desigualdad en la región, el país ha pasado al cuarto.
Nada de esto habría podido lograrse sin el liderazgo, el carisma, la ejemplar entrega al trabajo, la sabiduría política y la cohesión que logra en torno a él Evo Morales. No hay revoluciones ni procesos de cambio social sin jefes excepcionales e irrepetibles, verdaderos partos de la historia cuya sustitución exige muchos años de acumulación cultural y política para encarnarse en equipos, donde puede haber líderes pero ya no de aquel tamaño. Con el vendaval económico y político internacional que viene, es muy inteligente la propuesta de los movimie
ntos sociales a la población boliviana de repostular a Evo a la presidencia.

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