François Houtart
La crisis económica
mundial tiene en Brasil graves consecuencias políticas. Recortes en
programas de infraestructura y sociales están a la orden del día, empezó
la privatización de la educación, estados que fueron en el pasado
vitrinas del PT, como Rio Grande do Sul (ahora gobernado por el PMDB, un
partido de centro-derecha aliado en el plan federal con el PT) y el
Paraná (con un gobernador del PSDP, partido social-demócrata de F.H.
Cardoso), adoptan medidas neoliberales, y la popularidad de la
presidenta Dilma Rousseff ha caído debajo de 10 por ciento.
Entre el 21 y el 25 de septiembre, el Movimiento de los Sin Tierra
(MST) organizó en Brasilia el segundo Encuentro Nacional de los
Educadores y Educadoras de la Reforma Agraria. Se trata de profesores de
todo nivel, desde alfabetización y primaria, hasta la universidad, que
se dedican a la educación en los asentamientos del MST y de otros
movimientos rurales. Los programas son apoyados por el Estado y varios
convenios han sido firmados con universidades principalmente estatales.
Desde el principio de esta iniciativa en 1998, decenas de miles de
alumnos han pasado por este sistema de educación.
La dimensión política del momento fue bien presente en este
encuentro. Dos ministros asistieron a la sesión de inauguración; el de
Educación y el de Desarrollo Rural. Este último, del Partido del Trabajo
(PT), antiguo ministro de Bienestar Social y responsable de los
programas de lucha contra la pobreza (bolsa familiar entre otros) está
supuestamente para hacer contrapeso con la ministra de Agricultura,
proveniente de los
ruralistaso grandes propietarios, pero su presupuesto representa una mínima parte de este ministerio.
En su intervención, João Pedro Stedile, fundador del MST, habló
claramente de la coyuntura socio-política: se debe luchar contra las
políticas neoliberales, porque son una estrategia de clases. De verdad
la situación es confusa, porque en el Brasil actual, ninguna clase
social tiene una hegemonía, lo que desemboca en alianzas políticas
dudosas y proyectos contradictorios.
Según él la crisis actual del país es triple. La primera es de orden
económico y tiene su origen en el sistema capitalista mundial, que
acentuó durante los pasados 15 años, la dependencia de la economía
brasileña: reprimerización y relativa desindustrialización. Brasil no
crece más. La burguesía productiva se orienta hacia la especulación
financiera. En poco tiempo, más de 200 mil millones de dólares han
salido del país. Las empresas transnacionales reinvierten en el
exterior.
La segunda es la crisis urbana, con varios aspectos: el transporte
caro y de mala calidad, la vivienda, la educación superior que absorbe
solamente a 15 por ciento de los egresados del nivel secundario. Otro
orador del encuentro señalo que cada año, 40 mil personas son
asesinadas, la mayoría jóvenes, pobres y negros, y que se cuentan unos
50 mil desaparecidos. Se debe recordar también que todavía en Brasil
queda una sociedad de desigualdades extremas. Los ricos viven en otro
mundo. Es el segundo país del mundo en número de helicópteros privados,
después de Estados Unidos.
La tercera es política. El sistema electoral significa el secuestro
de la voluntad popular y permite una sobrerrepresentación de los
terratenientes. La corrupción afectó los partidos de gobierno, el PT,
pero aún más, el PMDB (Partido Movimiento Democrático del Brasil), de
centro-derecha, en alianza con el Partido del Trabajo y que tiene la
vicepresidencia y la dirección del senado. Se explica así, en gran
parte, la pérdida de credibilidad de la presidenta que cayó hasta 7 por
ciento.
João Pedro Stedile concluyó que el pueblo debe reconstruir su
espacio, ahora en la calle, más que por la política institucional. Ya,
en su congreso de 2014, el MST había anunciado la reanudación de las
ocupaciones de tierras y en algunos meses centenares de acciones han
tenido lugar, una sobre las tierras de un ministro del gobierno.
Felizmente, no hubo incidentes de gravedad. Stedile añadió también que
frente a la supresión de las escuelas rurales por millares, cada escuela
cerrada significará la ocupación de una sede municipal (prefeitura).
Pidió la solidaridad con los obreros del petróleo que están en huelga,
no para un aumento salarial, sino para defender la parte de la renta
petrolera destinada a la educación. Finalmente él recordó que la reforma
agraria popular es el objetivo fundamental del movimiento, frente a la
concentración de las tierras para el monocultivo y que la agroecología
era su principio de base.
Al mismo tiempo, un artículo de Marcelo Carcanholo, presidente de la
Asociación Latinoamericana de Economía Política y de Pensamiento
Crítico, era publicado en la revista (on line) Izquierda y titulado:
¿Por qué el gobierno de Dilma no es de izquierda? La economía política de los gobiernos del PT. (Izquierda, 57, septiembre 2015, pp 41-45).
Según este analista, Lula no cambió la lógica económica de su
predecesor para no perder la credibilidad de los mercados e incluso
amplió ciertas reformas estructurales en favor de ellos. Él aprovechó de
la coyuntura internacional favorable para una elevación de las tasas de
crecimiento sin presiones inflacionistas y para desarrollar políticas
sociales compensatorias. Eso fue el periodo 2002-2007.
El resultado fue lo ya citado: reprimerización y desindustrialización
relativa, es decir una gran vulnerabilidad frente al exterior. El
receso de la coyuntura provocó efectos inmediatos. Para responder a la
crisis de 2007-2008, se decretó una exoneración tributaria, una
expansión del crédito y se protegieron mercados garantizados, esto en
conjunto ha significado una tímida política anticíclica en un océano
liberal. A medio plazo eso acentuó el déficit fiscal, provocó el
endeudamiento de las familias y estrenó un ajuste ortodoxo.
Al contrario, una política de izquierda habría terminado con las
estructuras neoliberales, reduciendo la vulnerabilidad estructural
exterior; promoviendo una modificación en la concentración de la renta;
una ampliación del mercado interno y una expansión de la integración
regional más allá que los acuerdos comerciales. Habría significado
también políticas sociales y públicas que transciendan las medidas
compensatorias, que finalmente deriven de la ampliación de las reformas
neoliberales.
La conclusión del autor es que Dilma Rousseff no es de izquierda,
porque su propuesta política nunca fue de izquierda, y porque la alianza
política y de clases del PT no fueron diferentes. Si ciertos
intelectuales pueden pensar que esta posición es demasiado radical, la
experiencia del MST en el terreno tiende a confirmar su pertinencia.
(Para El Telégrafo, Quito) Brasilia, 25/09/15
No hay comentarios:
Publicar un comentario