Bajo la lupa
Alfredo Jalife-Rahme
El presidente de Bolivia, Evo Morales (primer plano, al centro),
flanqueado por el gobernador del departamento de Cochabamba, Iván
Canelas (segundo de izquierda a derecha), y el alcalde del municipio
cochabambino de Quillacollo, Eduardo Mérida, entre otros funcionarios,
ayer
Foto Xinhua
Bolivia,
en la etapa de su notable presidente, Evo Morales, es un país
fascinante por sus logros épicos, pero que carece de publicidad, ya que
hoy es el país que ostenta el mayor crecimiento económico de toda
Sudamérica, paso que ha sostenido en los recientes siete años con un
promedio espectacular de 5.3 por ciento, pese al declive de la
cotización de los hidrocarburos.
Poco se habla del
milagro económicode Bolivia en la fase de la economía mixta con rectoría estatal de Evo Morales, lo cual tuvo como detonador a la revuelta ciudadana contra la perniciosa privatización del agua y encaminó al país a su presente ruta exitosa que culminó con la renacionalización de sus hidrocarburos y minería que le proveen hoy el grueso de sus ingresos que antes se esfumaban en las arcas trasnacionales.
Mientras el devaluado
México neoliberal itamitamal crece a menos de 2 por ciento, Bolivia este año supera(rá) 6 por ciento de crecimiento gracias a sus triunfales nacionalizaciones, donde descuellan los hidrocarburos, en medio de una remarcable tolerancia a su banca privada, que, a mi juicio, es aldeana/regionalista y todavía no alcanza el anhelado impulso nacional.
Irish Times sintetizó cómo la
guerra del aguaderrocó al régimen neoliberal de Hugo Banzer en Bolivia, lo cual ejemplica la
debacle a la que puede conducir el mal manejo del recurso en Irlanda.
A su juicio, el gobierno neoliberal de Banzer
manejó pésimamente una disputa local sobre el líquido que escaló en la primera (sic) guerra del agua del siglo XXI y eventualmente ayudó a encabezar el derrocamiento del orden político entero.
Bolivia se había vuelto el laboratorio de experimentación del Fondo
Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) que exigían al
gobierno neoliberal la privatización del recurso sin el menor
miramiento a sus daños estructurales y colaterales.
Irish Times juzga que
a cambio de la ayuda (¡supersic!) financiera para rescatar su economía quebrada (sic), el FMI y el BM exigieron reformas estructurales (sic), incluyendo la privatización de las empresas estatales del agua de Bolivia.
Ya todo había sido vendido:
minas, campos de gas y petróleo, ferrocarriles y empresas de electricidad, mientras
decenas de miles de trabajadores eran despedidoscon un
desempleo disparadoy una
pobreza intensificada.
En 1999, el gobierno de Banzer otorgó al consorcio trasnacional
Aguas del Tinari –encabezado por Bechtel (cuarta empresa privada por
ingresos en el ranking de Forbes de 2014), además de
la estadunidense Edison, la española Abengoa y las bolivianas Petrovich
y Doria Medina– una concesión de 40 años (¡supersic) para manejar el
agua de Cochabamba, la tercera ciudad, a cambio del
compromiso de modernizar (¡supersic!) su red acuífera.
Entonces, Semapa, la todavía agencia gubernamental hidráulica de
Cochabamba, elevó en forma demencial hasta 300 por ciento (¡supersic!)
las tarifas del consumo (http://goo.gl/ychou1) y eliminó los subsidios, haciendo oídos sordos a las
realidades sociales de un país empobrecido, de acuerdo con el inflexible guión del BM, mientras el gobierno se encargaba de privatizar el líquido.
Ya a inicios de 2000, el alcalde privatizador de Cochabamba, Manfred
Reyes –anterior capitán del ejército apuntalado por Banzer– enloqueció
al intentar cobrar la captura de lluvia, lo cual desembocó en un
levantamiento insurgente.
Bolivia se partió en dos, ya que Cochabamba se encuentra ubicada en
la principal carretera que conecta al oriente con el occidente.
El gobierno del Banzer declaró el estado de sitio, que produjo seis
muertos y centenas de heridos, mientras la ciudadanía se volcaba
contra la receta de la privatización y la austeridad impuesta por Washington.
La revuelta histórica contra la privatización hídrica en Cochabamba
constituyó el catalizador primordial del ascenso al poder cinco años
más tarde de Evo Morales y su Movimiento al Socialismo (MAS), con una
mayoría nunca vista, que consagraron la ley de la propiedad pública del
agua.
En forma
increíble, la plutocracia racista criolla había sido sustituida en la
cúpula por un movimiento contestatario indígena: la mayoría de su
población marginada durante siglos.
Para empeorar las cosas y blindar los intereses de las trasnacionales, el parlamento neoliberal de Bolivia había aprobado la ley 2029,
que otorgaba patente de corso al cobro del uso particular de los
acuíferos públicos con el fin de que los ciudadanos garantizaran sus
adeudos con sus bienes inmuebles (¡supersic!).
El consorcio multinacional Aguas del Tunari podía desahuciar a los
ciudadanos que no podían pagar su adeudo hidráulico y hasta embargar
sus casas, como consecuencia del alza exagerada de las tarifas.
La
guerra del aguade Cochabamba propulsó al entonces joven diputado indígena Evo Morales a alturas insospechadas junto a sus legendarios cocaleros.
Banzer no tuvo más remedio que negociar y expulsar a la empresa
Aguas del Tunari, mientras remunicipalizaba a Semapa, la compañía de
aguas de Cochabamba.
En el estrujante reporte de Der Spiegel (http://goo.gl/v5kbJs), que sinteticé (http://goo.gl/1rrWWq), no podía faltar la paradigmática
guerra del aguaen Bolivia, bajo la presión privatizadora del BM en la primavera de 2000, que carcomió la cuarta parte de los ingresos de la
clase ordinariafagocitados por un alza de 300 por ciento de las tarifas.
La revuelta ciudadana e indígena –el segmento más afectado debido a
su pauperización por el neoliberalismo– obligó a revocar la
privatización del líquido que catalizó la restitución estatal de los
hidrocarburos que forman parte de la médula de su presente auge
económico y entronizó el liderazgo de Evo Morales,
quien creó el Ministerio del Agua y consagró el derecho al agua en la nueva Constitución.
Evo, quien vivió en su infancia la carencia del líquido vital, sentenció que el
agua no puede ser un negocio. Debe ser un bien común.
En contraste al selectivo ostracismo acuífero del previo modelo
neoliberal –con dedicatoria discriminatoria contra sus maravillosos
indígenas: su mayoría–, el portal alemán señala que
hoy 83 por ciento de los bolivianos tienen acceso a agua potable bebible, comparado con menos de la mitad de la población en 1990. ¡Vaya hazaña!
El modelo de la renacionalización hídrica en Bolivia ha sido imitado en
varios países y regiones (sic), incluyendo Argentina, Indonesia, Ghana y Malí, que
han colocado otra vez su agua bajo el control público.
Todo lo contrario del devaluado cuan inepto
México neoliberal itamita, un vulgar “banzerismo après la lettre”, que insiste en privatizar el líquido bajo la fétida ley Korenfeld (http://goo.gl/OC7rm7) de Conagua, cuya pésima gestión afecta a las zonas paupérrimas del DF (Iztapalapa, http://goo.gl/dhUOZz) y el estado de México ( Neza, Ixtapaluca, Chalco, Texcoco, etcétera): ¡una
Bolivia mexicana!
Conagua –aún telecontrolada por el felón David Korenfeld Federman,
dedicado a promover los intereses hidráulicos de Israel en detrimento
de México– está provocando la imitación de la primavera ciudadana de
Bolivia.
Pocos temas levantan tanta pasión como el agua.
¡Cuidado: con el agua no se juega!
No hay comentarios:
Publicar un comentario