En ocasiones, asesinar a las cabezas visibles de un movimiento armado
resulta positivo en la lucha contrainsurgente de un gobierno, ya que se
erosiona la capacidad de acción del grupo rebelde.
Un ejemplo es el bombardeo de la fuerza aérea colombiana sobre un
objetivo de alto valor en un campamento guerrillero en Ecuador, donde
murieron el comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC) Raúl Reyes, quien era el blanco, y otras 22 personas,
entre ellas cuatro estudiantes mexicanos. Es un caso que la Agencia
Central de Inteligencia (CIA) califica de exitoso.
En otros casos, el asesinato político de las cabezas más visibles de
un grupo guerrillero resulta contraproducente, por lo que se recomienda
una poda; esto es, no asesinar a los líderes de primer nivel, sino a
cuadros de segundo o tercero, para dañar las redes de la organización.
Si el ataque a un objetivo de alto valor produce demasiadas bajas
colaterales, la operación puede ver limitado su impacto, ya que genera
solidaridad en torno a los milicianos y populariza a los jefes de línea
dura, como ocurrió con los atentados de Israel contra la organización
palestina Hamas entre 2000 y 2002.
Esas son parte de las recomendaciones que hace la oficina de asuntos
transicionales de la CIA a sus agentes, en un manual clasificado de
ultrasecreto –secret/noforn– filtrado por Wikileaks.
Se trata de un estudio de la agencia donde se recomienda a gobiernos
del mundo que enfrentan conflictos armados con grupos insurgentes lo que
considera las mejores prácticas para realizar operaciones contra
objetivos de alto nivel (HVT por sus siglas en inglés, high-value
targeting) como una herramienta contrainsurgente efectiva.
Estas operaciones incluyen el asesinato político como recurso válido,
además de capturas, remoción de liderazgos, neutralización y
marginación de dirigentes guerrilleros. El documento, proporcionado con
anticipación a una docena de medios en el mundo –La Jornada fue el único
en español–, incluye también un par de tablas que evalúan la eficacia
de estos golpes. Pocos son calificados de alto impacto; la mayoría
tuvieron resultados limitados, en particular operaciones implementadas
con participación de la CIA en Israel y Palestina, Afganistán e Irak.
El estudio es del 7 de julio de 2009, inicios del primer periodo
presidencial de Barack Obama, cuando Leon Panetta llevaba seis meses al
frente de la agencia y, según recuerda Wikileaks, poco después de que el
agente John Kiriakou hiciera sonar por primera vez las alertas sobre la
práctica de la tortura dentro de la agencia. El analista sigue en
prisión.
Esta nueva filtración ocurre apenas 10 días después de que el Comité
de Inteligencia del Senado estadunidense decidió hacer público un
informe secreto sobre cómo el Pentágono y la CIA utilizaron la tortura
en sus formas más brutales durante los años del ex presidente George W.
Bush y cómo estos interrogatorios atroces resultaron innecesarios e
ineficaces.
Redactado a modo de manual para ataques contrainsurgentes, está
dirigido a los operadores políticos y militares de la agencia, con
capacidad de autorizar la planeación y ejecución de esas operaciones
HVT.
Ahí se evalúan los pros y contras de los planes de liquidación de
líderes insurgentes. En el comunicado de prensa que acompaña la
desclasificación de este manual, la agencia de periodismo de
investigación que dirige Julian Assange indica que después del informe
se dispararon a niveles históricos los asesinatos cometidos mediante
ataques de drones.
Las mejores prácticas
Incluye estudios de casos de Afganistán de 2001 a la fecha de la
conclusión del manual (2009); Argelia 1954-1962; Colombia de 2002 a
2009; Irak de 2004 a 2009; Israel en dos periodos, de 1972 a mediados de
los noventa y de mediados de los noventa a 2009; Perú de 1980 a 1999,
Irlanda del Norte de 1969 a 1998 y Sri Lanka de 1983 a mayo de 2009.
Incluye algunos ejemplos adicionales de Chechenia, Libia, Pakistán y
Tailandia.
Especifica sus fuentes: La mayor parte de nuestra información está
basada en reportes clandestinos de agregados militares, discusiones
internas con solicitantes de permiso para la realización de este tipo de
acciones y la revisión de casos actuales o históricos.
El documento es definido como un intento de consolidar las lecciones
aprendidas, proporcionar un marco para evaluar la utilidad estratégica
de las operaciones de ataque a objetivos de alto valor y ayudar a los
políticos y funcionarios militares responsables de autorizar estos
ataques.
El concepto high-value targeting es definido como una acción enfocada
a atacar individuos o redes específicas. Su remoción busca debilitar la
eficacia de determinado grupo insurgente.
La eliminación de Raúl Reyes en Sucumbíos
Este documento de la CIA aporta evidencias adicionales sobre el
involucramiento de la agencia en la lucha antiguerrillera en Colombia
durante el periodo de Álvaro Uribe.
Indica que, de acuerdo con reportes anteriores de la CIA, Bogotá
había utilizado ataques a objetivos de alto valor combinando operaciones
militares y de información convencionales y programas para provocar y
tratar desertores.
Refiere que al comenzar su primer periodo presidencial en 2001, Uribe
inició una campaña contrainsurgente con la mira puesta en atacar a las
FARC en sus filas intermedias y superiores. Después de varios años de
golpes fallidos, la embajada de Estados Unidos en Bogotá empezó a
reportar aciertos a partir de que se afinaron las estrategias de
espionaje, precisión en los ataques, planificación de misiones y
despliegues, seguridad operacional y coordinación interinstitucional.
De ese modo el gobierno pudo capitalizar políticamente los golpes
infligidos a la guerrilla, incrementando su propia legitimidad y
erosionando la moral de las bases insurgentes. Califica de exitosos los
golpes de 2008 contra jefes de primer nivel de las FARC Raúl Reyes e
Iván Ríos, combinados con golpes contra figuras de segundo y tercer
rangos, especialistas en financiamiento y logística.
En particular, afirma que el bombardeo extraterritorial a Sucumbíos,
donde además murieron una veintena de colombianos y cuatro estudiantes
mexicanos que estaban de visita en el campamento guerrillero, dañó
seriamente la moral y la disciplina de las FARC, según comentarios de
campo de la CIA.
Sin embargo, el informe no alcanza a prever lo que sucedió después en
Colombia. A pesar de que Uribe en ese momento aumentó su popularidad,
no pudo relegirse para un tercer periodo en 2010. Su sucesor, José
Manuel Santos –fuertemente criticado por Uribe–, emprendió un derrotero
diametralmente opuesto, que llevó el conflicto a una mesa de
negociaciones.
Contra Sendero Luminoso
Otra historia de éxito, según la CIA, fue la de Perú, donde una serie
de golpes sistemáticos, intensos, en corto tiempo, permitieron al
ejército desarticular a Sendero Luminoso, con el encarcelamiento de su
líder, Abimael Guzmán, en 1992.
La extrema centralización del mando y el culto a la personalidad
dentro de esa organización de corte maoísta influyó en su
desmoronamiento a partir de esa captura. En este caso, dice el manual,
el asesinato no era recomendable para no mitificar al dirigente.
Pero no todas las operaciones de captura contra altos mandos son
igualmente efectivas, indican los expertos de la agencia, quienes sacan a
colación la historia del héroe sudafricano Nelson Mandela, dirigente
del Congreso Nacional Africano que luchó contra el régimen del apartheid
y pasó 27 años encarcelado.
Capturar a líderes puede tener un impacto limitado si la organización
cree que su dirigente eventualmente saldrá libre o si éste logra
mantener su influencia aun bajo custodia.
En este trabajo se citan tres casos en los que el asesinato político o
la captura ha sido útil para erosionar la fuerza de un grupo
insurgente: el ya citado caso colombiano, la detención en 2008 de varios
dirigentes de primer nivel del grupo jihadista iraquí Jaysh Muhammad
por el ejército británico, que prácticamente paralizó al grupo, y las
operaciones de constante cacería que ese año se ejercían en Afganistán y
Pakistán contra Osama Bin Laden.
La CIA asegura que esta presión obligaba al líder de Al Qaeda a
permanecer oculto, distanciado de sus bases, conduciendo la organización
a distancia, forzado a utilizar sistemas de comunicación de baja
tecnología. Esto afectó su capacidad de mando, dice el manual.
En 2011, el gobierno de Obama anunció el asesinato de Osama, justo
cuando se preparaba para lanzar su campaña para un segundo término en la
Casa Blanca.
Utilidad del crimen político
En algunos casos el asesinato político es útil y en otros no, infiere
el estudio. Y a pesar del enorme número de bajas en Afganistán, la
destrucción masiva del país y la negra historia de la tortura
recientemente revelada, la CIA reconoce que en la guerra contra el
talibán no logró sus objetivos.
Atribuye este fracaso a la naturaleza de la estructura de Al Qaeda,
con movilidad de la cúpula a la base y una relación tribal igualitaria.
Según los reportes confidenciales de militares basados en la operación
antitalibán, su organización es capaz de resistir mejor los ataques HVT.
Por el contrario, la CIA consideró que los asesinatos del fundador y
el cofundador de Hamas, Sheikh Ahmed Yassin y Abdel Aziz al Rantisi,
muertos durante un ataque de misiles en el cual también fallecieron sus
hijos, varios civiles, incluso niños, en 2004, fue útil porque erosionó
la moral de la organización.
Hamas es la fuerza gobernante en la franja de Gaza. Figuraba en la
lista de organizaciones terroristas de la Unión Europea, pero hace tres
días un tribunal del organismo ordenó su exclusión. Estados Unidos aún
la mantiene en su propia lista de grupos terroristas.
Se citan otros casos en los cuales los asesinatos y ataques para
neutralizar insurgentes resultan contraproducentes, sobre todo cuando se
producen muertes de civiles no combatientes o se eliminan líderes
políticos que hacen ver como represivos a los gobiernos.
Criterios para actuar
La CIA aprueba que gobiernos civiles o militares que enfrentan
conflictos armados con grupos insurgentes recurran frecuentemente a
operaciones de ataque a objetivos de alto valor, descritas como acciones
para remover o neutralizar a sus cabezas para degradar la eficacia del
grupo.
El criterio de la agencia para la definición de quién es un HVT
(objetivo atacable) es flexible: varía de acuerdo con factores que
enumera: fuerza del grupo, estructura, dinámicas de liderazgo y alcance
del resultado deseado por el gobierno.
Se advierte que entre los efectos contraproducentes de una acción de
este tipo está el de romper ciertas reglas del juego acordadas entre
rebeldes y gobierno, lo que lleva a una escalada del conflicto que no
siempre está en el interés oficial.
Pero en los casos en que los golpes causen daños mayores a los que el
grupo insurgente sea capaz de absorber, ya sea por su incapacidad de
reponer sus liderazgos o por los golpes infligidos a sus líneas de
financiamiento o logística, puede conseguirse un mayor debilitamiento de
su capacidad de acción.
En una revisión de operativos de ataque contra objetivos de alto
nivel efectuados por la CIA se demuestra –sostiene el documento– que
estos pueden tener un papel importante como parte de una estrategia
contrainsurgente de mayor alcance. Estos suelen arrojar mejores
resultados cuando los gobiernos analizan previamente sus posibles
efectos y factores que lo puedan impactar y simultáneamente aplican
otros instrumentos contrainsurgentes de carácter militar y no militar.
Entre los efectos positivos de estos ataques enumera la erosión de la
capacidad insurgente, el debilitamiento de su voluntad, la reducción de
su base de apoyo, la división o fragmentación del grupo, forzar que el
grupo modifique sus estrategias de modo que beneficie al régimen y
levantar la moral del gobierno y generar apoyo.
Entre los efectos negativos cita: puede generar mayor apoyo al grupo
insurgente, lo cual podría obligar al gobierno a distraerse de otros
aspectos de su estrategia; puede hacer que las estrategias insurgentes
se modifiquen, que refuercen sus bases de apoyo y simpatía de la
población, conducir a una mayor radicalización a los líderes
sobrevivientes, generar condiciones para la adhesión de dirigentes más
radicales y aumentar o disminuir el conflicto de modo que favorezca a la
insurgencia.
Estas son algunas de las buenas prácticas que recomienda la CIA:
– Definir el impacto deseado sobre la trayectoria del grupo
insurgente, considerando que en algunos casos pueden generarse efectos
indeseados.
– Definir la decisión del ataque con base en un sólido conocimiento
de los mecanismos internos del grupo y sus debilidades específicas,
información que se puede obtener mediante los interrogatorios a sus
desertores.
– Incorporar la operación de ataque a una estrategia integral, que
permita capitalizar el resultado de la operación o compensar algunos de
los efectos producidos.
– Proteger a los actores más moderados. Los ataques contra los
líderes más violentos y extremistas pueden resultar en un acuerdo
político. En muchos grupos insurgentes hay divisiones internas entre sus
dirigentes más militaristas y los más políticos.
– Aprovechamiento de las contradicciones internas. Exacerbar o
explotar las fisuras en los liderazgos puede funcionar de manera tan
efectiva como el dirigir un ataque militar contra uno de sus liderazgos.
Blanche Petrich / La Jornada
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