En octubre se pactó el canje de prisioneros en el Vaticano; en Canadá se afinaron detalles al otro mes.Todo culminó con la primera llamada telefónica entre gobernantes de ambos países desde 1959. |
Nelson Mandela, la
intervención divina, un anfitrión canadiense, nueve reuniones en
terceros países a lo largo de 18 meses y la primera llamada directa
entre mandatarios, en décadas, llevaron al acuerdo histórico entre
Washington y La Habana, según la versión estadunidense de las
negociaciones secretas que culminaron el miércoles.
Bueno, no fue
Mandela, pero sí fue en su funeral en Sudáfrica, en diciembre del año
pasado, donde el presidente Barack Obama fue a saludar al presidente
Raúl Castro en la sección VIP frente a todos, ante las cámaras del
mundo. Ya para entonces se habían iniciado una serie de intercambios
entre pequeñas delegaciones de representantes de ambos presidentes que
intentaban negociar una ruta al cambio.
Los obstáculos
principales desde un inicio fueron, para los estadunidenses, el caso de
Alan Gross, el contratista de la Usaid arrestado y encarcelado por
violar las leyes cubanas, y, para los cubanos, el caso de los llamados
cinco de Cuba, agentes encargados de infiltrar la comunidad
cubanoestadunidense para detener atentados terroristas contra la isla.
De
hecho, poco después de llegar a la Casa Blanca en 2009, Obama había
declarado su intención de, como afirmó en una cumbre hemisférica ese
año, buscar un nuevo inicio con Cuba, pero esto fue descarrilado
políticamente con el arresto de Gross en diciembre de ese año.
El
acuerdo anunciado esta semana fue logrado después de negociaciones en
las cuales una traba giraba sobre quiénes eran espías o no. Eso fue
superado al anunciarse la liberación de Gross por Cuba por razones
humanitarias y, por separado (aunque todo junto), un canje de espías:
tres de los cinco que aún cumplían condenas en Estados Unidos (los otros
dos ya cumplieron las suyas y estaban de regreso en Cuba) a cambio de
un agente cubano de inteligencia de Estados Unidos.
Así, la
mañana del miércoles, tres aviones transportaron a los liberados (Gross
de Cuba a Washington, los tres de Miami a La Habana y el espía de
Estados Unidos aún no identificado en el tercero), y pocas horas después
ambos presidentes anunciaron no sólo este hecho, sino el acuerdo para
restablecer relaciones diplomáticas plenas y una serie de medidas para
ampliar el intercambio comercial, informático y financiero por primera
vez en medio siglo.
Altos funcionarios estadunidenses contaron a
medios estadunidenses su versión de estas negociaciones secretas. A
principios de 2013, poco después de su relección (en la cual, por
cierto, ganó la mayoría del voto cubanoestadunidense y, en parte por
eso, el estado de Florida), Obama autorizó pláticas exploratorias con
Cuba.
Para ello –al igual que del lado cubano– no se recurrió a
diplomáticos, sino a gente del círculo interior de la presidencia. Obama
encargó la negociación a dos de sus asesores, el subasesor de seguridad
nacional, Benjamin Rhodes, y a Ricardo Zúñiga, director para América
Latina del Consejo Nacional de Seguridad (quien anteriormente había
servido un tiempo en la sección de intereses de Estados Unidos en La
Habana).
Para junio de 2013 se llevó a cabo la primera reunión
cara a cara en Ottawa, la capital canadiense, seguida por ocho más en
ese país y el Vaticano a lo largo de los siguientes 18 meses. Según la
versión de los funcionarios, Cuba primero propuso un canje de Gross por
los tres de los cinco. Aquí se trabó, ya que los estadunidenses
rehusaron considerar espía a Gross.
Los estadunidenses estaban
preocupados por la salud de Gross y advirtieron a los cubanos que si
perecía en la cárcel, eso anularía toda posibilidad de proceder hacia la
normalización. A la vez, continuaron negándose a la idea de un canje de
los cinco por Gross.
Pero las pláticas se fueron destrabando
cuando se abordó algo más general: qué era lo que se necesitaba para
restablecer las relaciones diplomáticas.
En marzo de este año,
Obama visitó al papa Francisco en el Vaticano y uno de los temas que se
abordaron fue Cuba. El Papa se ofreció a ayudar a promover un giro en la
relación. Poco después, el pontífice envió cartas personales a Obama y a
Castro, en las cuales los instaba a buscar una manera de resolver el
asunto de los prisioneros, así como avanzar hacia una normalización de
las relaciones. Los funcionarios estadunidenses subrayaron que el papel
del Papa fue clave en esta negociación, en gran parte por su origen e
influencia en América Latina, sobre todo como un socio externo confiable
para ambas partes.
Más adelante, los estadunidenses sugirieron a
los cubanos la idea de liberar a un espía estadunidense que había
estado encarcelado por casi 20 años en Cuba, a cambio de los tres
cubanos en Estados Unidos. Según esta versión, los cubanos se
sorprendieron ante la propuesta. El cubano que trabajó para la
inteligencia estadunidense no ha sido identificado públicamente, y el
gobierno sólo ha afirmado que fue un operativo clave que, entre otras
cosas, identificó como espías a los cinco (el New York Times reporta que
un alto funcionario estadunidense lo identificó como Rolando Sarraff
Trujillo).
Esta propuesta fue aceptada, permitiendo así que Gross
fuera liberado no como parte de un canje, sino como gesto humanitario, y
que ambos gobiernos dijeran que el canje era entre los espías.
En
octubre, las dos delegaciones viajaron a Roma para encontrarse con los
diplomáticos del Vaticano, y ahí se logró el acuerdo sobre el canje. Las
pláticas prosiguieron para afinar detalles en Canadá en noviembre.
El
acuerdo final fue sellado por Obama y Castro en una llamada telefónica
que duró casi una hora el martes de esta semana; el primer diálogo
directo entre presidentes de ambos países desde la revolución de 1959.
El
miércoles, ambos presidentes anunciaron a sus pueblos –en discursos
transmitidos en vivo y casi simultáneos– que después de 53 años los dos
países acordaron normalizar sus relaciones.
No es la primera vez
que se realizaron negociaciones secretas entre los dos países y, como
recuerdan el historiador William LeoGrande y el analista Peter Kornbluh,
en su libro reciente Back Channel to Cuba, todo presidente, desde John
F. Kennedy hasta Obama, ha usado canales privados en la relación con
Cuba. Se ha recurrido a todo tipo de interlocutores oficiales y
extraoficiales: desde diplomáticos veteranos hasta una periodista de ABC
News en los años 60, un premio Nobel (Gabriel García Márquez), una hija
de David Rockefeller, un ejecutivo en jefe (de Coca Cola), políticos
como el ex gobernador Bill Richardson y el ex presidente Jimmy Carter,
así como destacados diplomáticos. Los encuentros se realizaron en
aeropuertos, cafés, hoteles de lujo, así como en otros países, México
incluido.
Pero aunque esta negociación secreta bilateral tiene precedentes, ninguna había rendido estos resultados.
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