El acontecimiento político de mayor relevancia en Centroamérica, al menos en el último periodo, ha sido el retorno de Manuel Zelaya a Honduras, después de permanecer casi 2 años en el destierro forzoso. Este retorno no ha sido gratuito. El gobierno de Porfirio Lobo, heredero del golpe de Estado, aceptó anular los juicios en contra de Zelaya, a cambio que Zelaya aceptara la legitimidad de su gobierno.
El Acuerdo de Cartagena no fue un rayo en cielo sereno, sino el producto de un largo, sinuoso, complejo y secreto proceso de negociación política en las alturas, entre Porfirio lobo y Manuel Zelaya, el cual se producía simultáneamente con las enormes movilizaciones desarrolladas contra el gobierno. Finalmente Zelaya dobló la cerviz: el golpe de Estado quedó atrás, el FNRP aceptó la legitimidad del gobierno de Lobo, y Zelaya ha solicitado públicamente la reincorporación de Honduras a la OEA.
En la parte medular de su discurso en Toncontin, Zelaya planteó la nueva estrategia del FNRP: “empezamos a organizarnos pueblo por pueblo; vamos a unirnos, vamos a proponer una alianza para la Constituyente y para el plebiscito y para la lucha; vamos con la resistencia popular al poder de la nación” (Efe 28/05/2011).
Esta estrategia confirma que la actual conducción del FNRP ha decidido priorizar la lucha electoral por encima de la lucha callejera, acepta que la Asamblea Nacional Constituyente puede ser convocada, no por la demolición de las viejas estructuras del Estado, producto de la movilización popular, sino a través de alianzas y consensos con los grupos de poder, en base a los nuevos mecanismos creados a partir de la reforma del artículo 5 de la Constitución de Honduras, impulsada por el Partido Nacional.
Si algo tenía la propuesta de la Cuarta Urna era que al menos intentó romper con la rigidez de las instituciones del bipartidismo, pero la nueva estrategia política anunciada por Zelaya no rompe con el podrido sistema político, sino que cae en la trampa tejida por el gobierno de Porfirio Lobo, quien ha abierto una válvula de escape para que no explote esa caldera en ebullición como es la sociedad Hondureña.
El Acuerdo de Cartagena ha abierto una nueva situación política en Honduras, caracterizada por el vuelco electoral de la dirigencia de FNRP, que violenta las resoluciones de la asamblea del 26 de Febrero, y que pretende conquistar el poder por la vía electoral. En ese marco, Zelaya orienta establecer alianzas políticas y aquí es donde comienzan los problemas, porque si bien es cierto en toda lucha por la conquista del poder se deben atraer a la mayor cantidad de fuerzas sociales y políticas, pero depende bajo que programa.
La lucha por la instauración de una Asamblea Nacional Constituyente es esencialmente democrática. No quedó claro si Zelaya se refería a la unidad de los trabajadores, la clase media, los indígenas y campesinos, o si se trataba de establecer alianzas con otras fuerzas políticas, como el mismísimo Partido Nacional. No olvidemos que un mes antes del golpe de Estado del 28 de Junio del 2009, el entonces candidato presidencial, Porfirio Lobo Sosa, en una reunión con empresarios declaró sin ambages: “Les propongo que convoquemos la elección de una Asamblea Constitucional o Constituyente, como la llaman otros, pero con límites, sin violar las leyes actuales, que nos permita a todos redactar la nueva Constitución”. (La Prensa 05/05/2009)
Ojala estemos equivocados, y el gran aliado no sea Porfirio lobo y el Partido Nacional que siempre ha estado interesado en la reelección presidencial, y más bien ocurra todo lo contrario: que Zelaya encabece la lucha popular, ojala!
El Socialista Centroamericano
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