MARGARITA CARRERA
Leonardo Boff, a través del Servicio Informativo “Alai-amlatina”, escribe un artículo que llama No se ha hecho justicia, sino venganza, al referirse al terrorismo de Al Qaeda el 11 de septiembre de 2001, en Nueva York. Pero, afirma, “resulta de todo punto inaceptable que un Estado, el más poderoso del mundo en el terreno militar, para responder al terrorismo se haya transformado él mismo en un Estado terrorista…”. Y recuerda cómo Bush limitó la democracia y suspendió la vigencia incondicional de algunos derechos que eran orgullo de su país.
Pero fue más allá: dirigió dos guerras, contra Afganistán y contra Irak, donde se arrasó con una de las culturas más antiguas de la humanidad. No está de más traer a la memoria cómo destruyó valiosísimas piezas en los museos, un crimen imperdonable, pues esos tesoros pertenecían a toda la humanidad. En tales incursiones murieron más de cien mil personas y ha habido más de un millón de desplazados.
No se nos borra de la mente ver a través de la televisión el desplome de las dos torres de Nueva York. Aquello fue horrible y el pánico que sentimos fue de escala insuperable. La pregunta que nos hacíamos era ¿por qué tanto odio y destrucción? Porque tenía que haber una explicación a semejante barbarie.
Quizá una de las respuestas más acertadas sea la que pronunció el obispo Robert Bowman, de Melbourne Beach, de Florida: “Somos el punto de mira de los terroristas porque en buena parte del mundo nuestro Gobierno defiende la dictadura, la esclavitud y la explotación humana…”.
Yendo a nuestra propia historia, no podemos olvidar cómo Estados Unidos intervino en la destrucción de nuestra democracia en la era de Arévalo y Árbenz, de 1944 a 1954, la cual auguraba un futuro de progreso económico y participación política para Guatemala. La excusa era que el comunismo era un propósito de nuestro gobierno.
El terrorismo que se desató con la caída de Árbenz es algo que no podemos olvidar quienes vivimos aquellos años atroces. Eduardo Galeano, en su obra Las venas abiertas de América Latina, ilustra las barbaridades que los órganos de inteligencia norteamericanos cometieron aquí. Denuncia, además, el carácter imperial de los gobiernos fundados en el uso de la inteligencia que recomienda golpes de Estado.
Imposible, claro está, defender a quien en vida fuera Osama Bin Laden. Un dictador implacable que cometió actos de violencia y guerra. No se le puede defender, pero sí se puede hacer la pregunta ¿por qué no se le tomó preso y se le dio la oportunidad, como a cualquier humano, de un juicio justo? Me pregunto, ¿cómo se habría procedido si Hitler cae en manos de los aliados?
La respuesta la tenemos en la historia, cuando conocemos que quienes trabajaron con él cayeron en manos de la justicia al finalizar la guerra.
Desgraciadamente, algo que hemos de tener en cuenta es que en la historia de la humanidad siempre han existido los hombres voraces del poder, que son capaces de las peores iniquidades, pero también los héroes que luchan por la verdad y la justicia. En muchos casos la venganza se ha disfrazado de justicia. En la humanidad hay gente noble, generosa, capaz de dar la vida por un ideal, pero también hay gente malvada que no se interesa más que por su propio bien y es capaz de cometer los peores crímenes que nos hunden en un infierno tan tremendo como el de Dante, en su Divina Comedia.
Grandes ingenios de la literatura nos revelan las maldades que oculta el género humano. También sus bondades.
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